martes, 26 de febrero de 2013

[alai-amlatina] Comunicación, democracia y movimientos sociales

- - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -

Comunicación, democracia y movimientos sociales

Osvaldo León

ALAI AMLATINA, 26/02/2013.- Prácticamente desahuciada por las políticas
neoliberales, la lucha por la democratización de la comunicación se
presenta hoy con singular vitalidad en sintonía con los cambios
políticos que vive América Latina desde la década pasada. Ya no se trata
de un asunto circunscrito a quienes se encuentran vinculados directa o
indirectamente a la comunicación, sino de una causa asumida por cada vez
más actores sociales, puesto que ventila el futuro mismo de la democracia.

La democratización de la comunicación es, ante todo, una cuestión de
ciudadanía y justicia social, enmarcada en el derecho humano a la
información y a la comunicación. Por lo mismo, es consustancial a la
vida democrática de la sociedad, cuya vitalidad depende de una
ciudadanía debidamente informada y deliberante para participar y
corresponsabilizarse en la toma de decisiones de los asuntos públicos.

Bajo la hegemonía neoliberal, esta aspiración democrática se ve
seriamente constreñida pues colocar al mercado como eje del ordenamiento
social implica diluir todo sentido de ciudadanía, para dar paso a la
figura omnipresente de consumidor/a, con la particularidad que la
comunicación pasa a constituirse en soporte clave de tal proceso. Esto
es, la comunicación, por el acelerado desarrollo de tecnologías y
técnicas que registra, no sólo que es objeto de sustantivos cambios
internos, sino que se convierte en uno de los sectores más dinámicos,
con profundas repercusiones en todos los órdenes de la vida social.

En tanto proyecto global, se pone a la orden del día la imposición de
políticas de liberalización y desregulación, sobre todo en materia de
telecomunicaciones, para eliminar cualquier regulación o espacio estatal
que pudiera interponerse a la expansión transnacional, y de normativas
orientadas a lograr que de una vez por todas la información y la
producción cultural sean consideradas meras mercancías. Y es así como se
potencia una industria mediática y de la cultura altamente concentrada y
regida por criterios exclusivamente comerciales, bajo los cuales lo que
cuenta son los criterios de rentabilidad por sobre aquellos de interés
público.

Al calor de la mundialización económica, es en el campo de la
comunicación donde con mayor virulencia se ha desatado la dinámica de
concentración empresarial y transnacionalización, que se ha traducido en
el aparecimiento de megacorporaciones -vía fusión de medios impresos,
cadenas de televisión, TV cable, cine, software, telecomunicaciones,
entretenimiento, turismo, entre otros-, con ramificaciones en todos los
rincones del mundo.

Bajo estos parámetros, los medios de difusión multiplican su capacidad
para gravitar en la configuración del espacio público y de la
ciudadanía, por su mayor incidencia sobre los entornos sociales y la
propia cotidianidad. La predominancia que ahora ostentan respecto a
otras instancias de mediación social -partidos, gremios, iglesias,
establecimientos educativos, etc.- es tal que éstas para prevalecer
precisan recurrir a ellos sistemáticamente.

De hecho, lo que sabemos resulta cada vez menos de las experiencias de
primera mano, y cada vez más por lo que nos llega de la realidad
construida por los medios; o sea, la materia prima que sirve para
configurar las realidades en las que nos desenvolvemos, las pautas de la
agenda pública que determinan en torno a cuáles temas opinar, con
quiénes identificarnos o no, etc. De modo que es esta construcción
mediática la que les da ese peso específico en la sociedad y por lo
mismo es que tiene tanta o mayor importancia los silencios que guardan,
los mecanismos de invisibilización. De ahí que para la salud democrática
resulta clave garantizar la pluralidad y la diversidad de medios.

En clave de Derecho a la Comunicación

Como las políticas neoliberales agravaron seriamente los problemas
sociales que supuestamente iban a resolver, las propuestas de cambio
levantadas desde las resistencias sociales y políticas encuentran un
sustantivo respaldo por parte de la ciudadanía, pese a que ellas habían
sido objeto de una descalificación sistemática por parte de los medios
hegemónicos. Y es así que a inicios del nuevo milenio, particularmente
en Suramérica, se produce un giro en el mapa político que se presenta
marcado por compromisos para profundizar la democracia, cuando no para
avanzar hacia democracias participativas.

En este nuevo contexto "renace" la demanda por la democratización de la
comunicación, que hasta hace no mucho por razones de "política correcta"
(cuando menos para mantener la ilusión de algún momento ser considerado
en un espacio mediático) incluso sectores progresistas la habían puesto
de lado. Cabe recordar que en los '80, cuando se procesaban los retornos
constitucionales en una buena parte de países de la región, la proclama:
"sin democratización de la comunicación, no hay democracia" hacía parte
de las plataformas reivindicativas, siendo que las corporaciones
mediáticas se afianzaron con el favor y amparo de las dictaduras.

Vale precisar que en un primer momento varios gobiernos de esta
corriente de cambio prácticamente dejan fuera de agenda este tema,
debido a que con un sentido "pragmático" se inclinan por buscar
"entendimientos" con los pesos pesados del poder mediático hegemónico.
Pero como los cambios exigen afectar intereses que tocan a los poderes
fácticos, estos "entendimientos" se diluyen, al tiempo que se hace
evidente que los medios hegemónicos asumen un rol articulador de las
fuerzas de oposición, ocupando el espacio resultante del generalizado
descalabro de los partidos políticos tradicionales(1).

En las circunstancias particulares de los diversos países, varios
gobiernos asumen la necesidad de establecer normativas legales para
democratizar la comunicación en sintonía con planteamientos procesados
por una multiplicidad de actores sociales comprometidos con esta causa,
uno de cuyos ejes es la demanda por la implementación de mecanismos para
la regulación de los medios de comunicación desde un paradigma de
derechos humanos, a través de políticas públicas orientadas a fomentar
el pluralismo y la diversidad de voces y a garantizar condiciones de
igualdad en el acceso al debate público, y por lo mismo, también para
revertir las asimetrías existentes. Esto es, la diversidad y el
pluralismo considerados como presupuestos básicos del Derecho a la
Comunicación.

El Derecho a la Comunicación recoge todos los demás derechos adquiridos
en el devenir histórico(2), a la vez se torna extensivo para responder a
los tiempos presentes. Dos son los principales ingredientes que gravitan
en esta esfera: uno, el consenso que se ha ido estableciendo en la
comunidad de naciones respecto al imperativo de profundizar la
democracia con la participación ciudadana en la toma de decisiones,
cuestión que remite a la necesidad de potenciar la diversidad y
pluralismo en el mundo mediático; y, dos, el vertiginoso desarrollo de
las nuevas tecnologías de información y comunicación, bajo la matriz de
la convergencia digital, que entre otras cosas establece condiciones
operativas de interactividad.

Medidas democratizadoras

El primer país en tomar cartas en el asunto es Venezuela, donde tras el
fallido golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez (abril de 2002)
se da paso al tratamiento de la "Ley de Responsabilidad Social en Radio
y Televisión" (conocida como ley Resorte), que es sancionada en
diciembre de 2005, y a políticas para fomentar medios públicos y
comunitarios. En la Asamblea Nacional se encuentra el anteproyecto de
Ley de Medios Comunitarios y Alternativos, aprobado en primera discusión
en noviembre 2012, que fue presentado con el respaldo de más de 26 mil
firmas bajo la figura Pueblo Legislador, que permite a la ciudadanía
proponer proyectos jurídicos.

En donde sí se ha establecido una reglamentación del "Servicio de
Radiodifusión Comunitaria" es en Uruguay, con la sanción de la Ley 18232
en diciembre de 2007, que establece para las emisoras comunitarias al
menos un tercio de las frecuencias disponibles en todas las bandas de
radio y televisión, analógicas o digitales. También se han sancionado
varios decretos ejecutivos en esta materia, como el expedido el 31 de
diciembre de 2012 que dispone: "El total de abonados de las empresas de
televisión para abonados autorizadas para operar en todo el territorio
nacional no podrá superar el 25% del total de hogares en todo el
país...". Y se prevé que el gobierno del presidente José Mujica ponga a
consideración del Parlamento el proyecto de ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual que es resultado de un proceso implementado con
el mecanismo de los Comités Técnicos Consultivos conformados con
representantes de organizaciones sociales y del empresariado.

En Ecuador, la nueva Constitución aprobada el 28 de septiembre de 2008
contempla el reconocimiento de la comunicación como un derecho humano
fundamental. Los Derechos de la Comunicación e Información consagrados
establecen un marco inédito para avanzar hacia una profunda
democratización del sector. Pero la Ley de Comunicación encargada de
desarrollar lo estipulado en la Carta Magna, calificada por los grandes
medios empresariales como "ley mordaza" antes de que se inicie su
redacción y objeto una campaña millonaria antes nunca vista, se
encuentra trabada en la Asamblea Nacional.

La nueva Constitución boliviana reconoce igualmente a la comunicación
como un derecho humano. En materia legislativa, el 8 de agosto de 2011
se promulga la "Ley general de Telecomunicaciones, Tecnologías de
Información y Comunicación", Nro 164, que, entre otras disposiciones,
establece la distribución del espectro radioeléctrico en los siguientes
términos: "1. Estado, hasta el treinta y tres por ciento. 2. Comercial,
hasta el treinta y tres por ciento. 3. Social comunitario, hasta el
diecisiete por ciento. 4. Pueblos indígena originario campesinos, y las
comunidades interculturales y afrobolivianas hasta el diecisiete por
ciento".

Tras un amplio debate a nivel nacional que repercutió en una amplia
movilización social, el 10 de octubre de 2009 el Senado argentino
aprueba la "Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual", que divide el
espectro radioeléctrico en tres tercios: comercial, estatal y organismos
sin fines de lucro. Debido a que uno de los componentes de la Ley apunta
a la desmonopolización del sector, el poderoso grupo Clarín, secundado
por otros conglomerados, no solo que desata una campaña demoledora sino
que de manera sistemática recurre a medidas cautelares para no acatar la
norma.

En Brasil también se encuentra en disputa la democratización de la
comunicación. Tras varios meses de debates animados por diversos
sectores de la sociedad, del 14 al 17 de diciembre de 2009, en Brasilia,
tiene lugar la Conferencia Nacional de Comunicación (Confecom) que
concluye con la aprobación de 665 propuestas. Aunque la propia
realización de la Confecom es considerada como una victoria de los
sectores sociales, por el carácter pedagógico de la fase preparatoria,
sus directrices se han diluido paulatinamente bajo el gobierno de la
presidenta Dilma Rousseff, ante la presión de los grandes medios para
que ellas mueran en el papel. En este contexto destaca la campaña "Para
expresar la libertad – Una nueva ley para un nuevo tiempo" impulsada por
el Foro Nacional por la Democratización de la Comunicación (FNDC) a fin
de sostener la movilización y presión social.

* Documento completo en http://alainet.org/active/61909

Notas:
(1) Es muy ilustrativo el rol que jugaron los grandes medios,
particularmente la televisión, en el golpe de Estado contra el
presidente Hugo Chávez en Venezuela, el 11 de abril de 2002, por lo que
diversos analistas coinciden en señalar que se trató de un "golpe
mediático".
(2) Inicialmente se registra el reconocimiento de derechos a los
propietarios de los medios de difusión, luego a quienes trabajan bajo
relaciones de dependencia en ellos, y, finalmente, a todas las personas,
que la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su Artículo 19, lo
consigna como el derecho a la información y a la libertad de expresión y
opinión.


- Osvaldo León / ALAI
Este texto corresponde a la introducción del libro " Democratizar la
palabra: Movimientos convergentes en comunicación", publicado por ALAI
en enero de 2013 y disponible en versión impresa y digital
(http://alainet.org/publica/democom/index.phtml)


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