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México: La tentación de la primavera
Marcos Tello Chávez
La tragedia del Rey desnudo y la "fábrica de sueños" en quiebra
La irrupción de los jóvenes que hoy dan vida al Movimiento #YoSoy132
(M132) echó por tierra el escenario político electoral construido a lo
largo de seis años por el gobierno de Felipe Calderón y sus aliados: el
Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Verde Ecologista
de México (PVEM), el Partido Nueva Alianza (PANAL), el gobierno de
Estados Unidos y las multinacionales, entre las que destacan Televisa y
TV Azteca. De acuerdo al plan, la disputa electoral debía darse entre
los principales partidos de la derecha: el PAN y el PRI; con un
candidato triunfador que ganaría la contienda por un amplio margen de
votos relegando al candidato de la izquierda electoral y progresista a
un lejano tercer lugar. De esta manera garantizarían la continuidad y la
radicalización de las reformas estructurales de derecha, relegitimando
al viejo régimen oligárquico, priísta-panista, que nunca acabó de
transitar a la democracia.
A estas alturas, el proyecto de una sucesión presidencial pactada y
regulada por las fuerzas abiertamente derechistas ha fracasado. Los
jóvenes del M132 contribuyeron decisivamente a derrumbar toda
posibilidad de legitimar electoralmente la victoria de Peña Nieto y del
régimen oligárquico; de justificar el proceso de ocupación nacional o de
recolonización que a nombre del libre comercio y de las reformas
estructurales derechistas se viene dando desde hace 30 años.
Sin legitimidad electoral, los efectos de las crisis políticas derivadas
de las elecciones fraudulentas y los "golpes de estado técnicos" de 1988
y 2006 y de la rebelión zapatista de 1994 difícilmente podrán superarse.
Sin un triunfo electoral convincente, los rasgos antidemocráticos,
antinacionales, ilegales y autoritarios del régimen tienden a pasar a
primer plano con el consiguiente desgaste de los aparatos del estado y
de los medios de comunicación que lo soportan. Sin la coartada de la
legitimidad electoral, es imposible seguir ocultando que el viejo
régimen político oligárquico priísta-panista transita hacia la
implantación de una nueva dictadura civil militar, propia de una
economía criminal.
En el nuevo sistema de dominación neoliberal, el terror de estado ha
pasado a ser el eje de las políticas de control social y territorial
ensayadas por los últimos gobiernos bajo el disfraz de una guerra contra
la delincuencia. Guerra calificada como de cuarta generación por
diversos analistas políticos y que formalmente fue declarada por Vicente
Fox, Felipe Calderón y George Bush en 2006. Como lo han constado
numerosos estudiosos, en la campaña de terror estatal confluyen fuerzas
institucionales estatales y poderes fácticos, ejércitos y policías
articuladas con empresas y bandas delictivas que operan bajo la tutela
del estado mexicano y estadounidense a través de la CIA, la DEA y otros
organismos extranjeros.
En ese nuevo tipo de guerra, que en el caso mexicano debe ser calificada
como terrorismo de estado, los medios de comunicación juegan un papel de
comando, de dirección que no tenían en épocas pasadas. De apoyadores,
apologistas y cómplices pasaron a ocupar un papel dirigente, a
participar directa y sistemáticamente en el diseño de estrategias para
el combate contra quienes son catalogados de "enemigos internos". Puede
decirse que estas empresas, como Televisa y Azteca, entre otras, operan
como mercenarios a sueldo de gobiernos, empresas y personajes como Peña
Nieto. Con la diferencia, con respecto a los "soldados de fortuna" a
quienes únicamente les importa la paga y les tiene sin cuidado si
comparten o no los intereses o la ideología de sus patrones; en cambio,
en el caso de las televisoras y otras redes privadas, sus dueños y los
empleados de primer nivel son parte de uno de los bandos y comparten, en
lo fundamental, los fines y la ideología de los gobiernos y partidos de
derecha que los contratan.
La información periodística y la verdad histórica quedan secuestradas,
se trasladan al campo de guerra donde son manipuladas por los grandes
medios de comunicación. Los asesinatos, secuestros, golpizas, despidos y
las amenazas sufridos por los periodistas que osan desafiar este modelo,
no son accidentales, forman parte de las operaciones terroristas contra
el enemigo interno y contra la verdad, para la construcción social del
miedo. Por eso México es uno de los lugares más inseguros para el
ejercicio del periodismo. La pretendida neutralidad u objetividad de las
empresas de información es inexistente.
No obstante el poder del enemigo, el despertar juvenil ha modificado
sustancialmente la coyuntura electoral del 2012. Luego de la
movilización del 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana y el 19 de
mayo contra Enrique Peña Nieto, la disputa dejó de ser entre el PRI y
PAN, para convertirse en una disputa entre Peña Nieto y López Obrador, y
en una contienda de amplios sectores sociales contra el candidato priísta.
A partir de esas fechas se produjo un cambio en el ambiente político
nacional y en la correlación de fuerzas. Algo semejante a lo ocurrido en
diferentes países de América Latina donde los neoliberales
recalcitrantes han sido desplazados del gobierno por levantamientos
civiles, donde participan partidos, movimientos y dirigentes
tradicionales o institucionales, al lado de movimientos sociales y
civiles llamados independientes.
En México, tal vez más que en otros países de Latinoamérica, no es
posible vencer a la oligarquía y a sus partidos sólo con votos, cuidando
las casillas, se requiere del alzamiento civil pacífico, complemento
indispensable para el triunfo de una opción electoral no oligárquica.
Antes de la irrupción juvenil Andrés Manuel tenía escasísimas
posibilidades de remontar al candidato priísta. Gracias en gran medida
al M132 la tramoya construida por los medios de comunicación y las
encuestadoras se vino a pique con todo y candidato priísta, colocando en
un verdadero aprieto a las multinacionales y a quienes promueven la
escalada de reformas para consumar el saqueo del país. La primera línea
de sus ejércitos en esta batalla, los medios de comunicación privados,
está mellada.
En las nuevas circunstancias de derrumbe de la conjura mediática, Peña
Nieto y el viejo régimen priísta panista ya perdieron las elecciones y
la oportunidad para relegitimar electoralmente el sistema de dominación.
No tienen como justificar la legitimidad y la legalidad de una victoria
electoral en el nuevo contexto. Una vez que ha sido derribada la
superioridad virtual de Peña Nieto, la percepción generalizada en la
opinión pública, que hasta hace unos días dependía de los medios, es la
de que el PRI sólo puede triunfar a través del fraude y la imposición;
por medio de un golpe de estado menos "técnico" y más violento.
La bestia está acorralada, por eso han desatado una virulenta
contraofensiva. Avanza el nuevo cerco informativo contra todo movimiento
opositor y el empleo de la violencia y de cuerpos de choque contra los
que se atreven a encarar a Peña Nieto es cada vez más frecuente; al
igual que las cooptaciones de grupos panistas y experredistas. El manejo
de la imagen para ocultar el número de participantes y el sesgo
informativo dado a la marcha del 10 de junio de los anti Peña Nieto, que
intenta presentarla como una movilización que mayormente rememora la
masacre estudiantil de 1971, es un ejemplo de manipulación del trato
mediático que viene.
Pero no todo es invisibilizar, satanizar, golpear, cooptar y dividir a
sus opositores. En su ofensiva todo se vale y todo puede ser
aprovechado, particularmente nuestras debilidades: desde los errores,
soberbias e intolerancias de Javier Sicilia o del mismo Obrador, hasta
los desplantes anarquizantes y ultraizquierdistas. Además de las
ingenuidades y la mala fe de quienes aconsejan a los jóvenes el
limitarse a los puros aspectos procedimentales del juego electoral, en
aras de despojar a la lucha por la democracia de sus contenidos de
justicia social y soberanía nacional, de su carácter antineoliberal y
tendencialmente anticapitalista; de su naturaleza anti Peña Nieto.
Personaje que en este momento es el representante más notable del
partido de la guerra, la violencia y el terror de estado; la viva
encarnación del enemigo principal: la oligarquía y el imperialismo
estadounidense y español.
El M132 ha exhibido los límites de la videocracia, la fragilidad y el
avanzado proceso de putrefacción del sistema político y económico
oligárquico; sus tendencias dictatoriales profundamente represivas. Su
incapacidad para mantener bajo control su propio terreno, el de la lucha
electoral inequitativa y trampeada; acompasada por la manipulación
mediática. Estamos de nuevo, de cierta manera, en 1988, 1994 y 2006,
ante la posibilidad de derrotar a la oligarquía en el terreno electoral
y de romper la inercia dominante: el desastre neoliberal y la ocupación
neocolonial.
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