miércoles, 20 de febrero de 2013

[alai-amlatina] Audios: Democratizar la palabra! 3- Brasil y Bolivia: por cambios legislativos

Democratizar la palabra!

La comunicación: un derecho de todos y todas

 

Ya está disponible el tercer programa de audio de la serie sobre movimientos sociales, comunicación y democracia.



No. 3  CAMBIAR LAS LEYES DE COMUNICACIÓN: LUCHAS SOCIALES EN BRASIL Y BOLIVIA

Diversos actores sociales del continente han asumido que garantizar el derecho a la comunicación de toda la ciudadanía requiere de cambios legislativos.  Así, en Brasil se ha lanzado una campaña por una nueva Ley de Comunicación; mientras que en Bolivia, los pueblos indígenas ya consiguieron derechos importantes en la Ley de Telecomunicaciones. (13:52 min)


No. 2 
LA COMUNICACIÓN INDÍGENA EN COLOMBIA

Comunicadores/as y dirigentes indígenas relatan cómo se está asumiendo el tema de la democratización de la comunicación dentro de sus organizaciones.  Un hito importante ha sido la realización del I Foro Nacional de Comunicación Indígena. (14:24 min)


No. 1  MOVIMIENTOS SOCIALES Y LEY DE COMUNICACIÓN EN ARGENTINA

Representantes de organizaciones sociales cuentan cómo la Ley de Medios Audiovisuales favorecerá a los pueblos indígenas y al campesinado, y qué retos implica.  (13:32 min)  


http://alainet.org/democ_palabra_audio.php

 

Les invitamos a escuchar los programas en línea, descargarlos o reproducirlos en radioemisoras.

 

Una producción de la Agencia Latinoamericana de Información, ALAI,
con el apoyo de la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana – WACC.

 

Agradecemos el apoyo técnico de ALER.

 

* Sobre temas afines ver el libro: Democratizar la palabra: Movimientos convergentes en comunicación. 

Edición digital e impresa: http://alainet.org/publica/democom/index.phtml

[alai-amlatina] Otra economía, otra política, otra izquierda

- - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -

- Artículo introductorio de la entrega No. 482 (febrero) de la revista
de ALAI América Latina en Movimiento: "Para las nuevas izquierdas: ¿Qué
otra economía?" http://alainet.org/publica/482.phtml.

Otra economía, otra política, otra izquierda

Jose Luis Coraggio

ALAI AMLATINA, 20/02/2013.- En cierto sentido, América Latina
experimenta una suerte de primavera económica, con términos del
intercambio favorables para las economías nacionales, que vuelven a
re-colocarse en la división internacional del trabajo como productoras
de materias primas con posibilidad de captar significativas cantidades
de renta internacional. De hecho, se da un proceso de industrialización
interno a las actividades primarias, aplicando tecnologías basadas en
innovaciones espectaculares, pero en general con expulsión o
precarización del trabajo e irreversible destrucción de los ecosistemas.
Es decir que la denominada nueva cuestión social no se resuelve por sí
sola con estos cambios en la inserción económica. La captación de renta
a nivel mundial no debe verse sino como un remanso dentro de la crisis
epocal que enfrenta el mundo y particularmente esta región.

Esa crisis incluye, pero no se agota en ella, la de la institucionalidad
del capitalismo y su capacidad de integración de las sociedades nacional
y ahora global. Su estrategia de globalización con predominio absoluto
del capital financiero, especulativo, expoliador y cortoplacista se
muestra destructora de los lazos sociales, polarizadora a nivel
internacional y militarizadora de las relaciones económicas. Avanzar en
la resolución de esa crisis supone transformaciones fuertes,
particularmente en lo relativo a la economía, pero no menos importante
en lo que hace a la política. Porque, ¿de dónde sino va a surgir la
fuerza capaz de contrarrestar la fuerza del capital global y los Estados
dedicados a impulsarlo siguiendo los dictados del Consenso de
Washington? Pues el capitalismo, lejos de tener a la democracia como
correlato político, la usa como fachada del principal sistema de
dominación vigente hoy en el mundo. Como decía Polanyi, la economía que
corresponde a una democracia es una economía socialista, sólo que aún
estamos buscando el modo de definirla y las vías para construirla.

El programa neoliberal de expansión y profundización del mecanismo de
mercado, dando al Estado la función de facilitar, si es que no de
imponer, ese proceso de mercantilización de la vida, no ha cejado y
sigue siendo hegemónico, al punto que los mismos procesos políticos de
orientación popular que han marcado la última década no logran escapar
al sentido común legitimador del sistema. El crecimiento, la eficiencia
y el productivismo en términos del valor de las mercancías producidas
año a año con relación al trabajo invertido, sigue siendo un criterio
central con que se autoevalúan esos procesos. Sin duda que se agrega el
criterio de equidad o de mayor igualdad, pero esto no se aleja demasiado
de la idea del derrame, no dejado ya al mercado sino impulsado por el
Estado y sus políticas sociales focalizadas o, en algunos casos, con
tendencia a generalizarse.

La justificación del primer criterio es que constituye la condición de
posibilidad del segundo, evitando un recrudecimiento de las luchas
internas por la redistribución no ya de los ingresos sino de las
riquezas y los activos productivos. En cambio, la mayor captación de
renta tiene como componente político principal la redefinición de las
relaciones con el capital extranjero que venía monopolizando esas
actividades. Si bien se amengua la presión a la baja del costo directo
del trabajo, característica de la competitividad espuria (CEPAL), no se
supera el modelo extractivista, desde la minería hasta las fuentes de
fertilidad de la tierra. Este segundo componente de la cuestión que
enfrentan las sociedades en un mundo irreversiblemente global, no
reducible a la denominada cuestión social (Mora), es el de la
irracionalidad capitalista que amenaza con agravar las consecuencias de
su desprecio por los límites a la acumulación pero también a la
reproducción de la vida. Esto no está desligado del modo social de
consumo, tanto en lo material como en lo simbólico, y constituye un
componente crítico de la construcción de hegemonía en estos procesos,
como mostró la experiencia de la Nicaragua Sandinista. En todo caso,
está en discusión si esas estrategias suponen una reforma al estilo del
desarrollismo nacional precedente al neoliberalismo, o un desafío mayor
al sistema capitalista.

Las propuestas que se vienen sistematizando de Economía Social y
Solidaria, tanto en el sentido de la Constitución del Ecuador ("el
sistema económico es social y solidario") como del sentido de prácticas
de promoción o surgimiento, consolidación y desarrollo de formas no
capitalistas de organización económica, dan al sistema que
institucionaliza el proceso económico otro significado. A diferencia de
una economía que ubica al mercado como institución total, conducente a
una sociedad de mercado, necesariamente injusta y frágil en su cohesión,
se trata de definir combinaciones sinérgicas de una diversidad de
principios de organización económica, relativos a la organización del
trabajo, la relación entre trabajo y propiedad de medios de producción,
la calidad del metabolismo socio-natural (intercambio restitutivo o
extractivismo), el peso de la complementariedad/solidaridad/cooperación
respecto al de competencia caótica, la distribución primaria (muy ligada
a la propiedad colectiva o privada individual de los medios de
producción y a los mecanismos de determinación de los precios relativos,
especialmente de la fuerza de trabajo, la tierra, el dinero y ahora el
conocimiento privatizado), la redistribución (progresiva o regresiva) a
partir de autoridades centrales, los intercambios según reglas de
reciprocidad (desde la minga(1) hasta los sistemas públicos de seguridad
social) o de comercio (justo o no) y mercado (para el cual los criterios
de justicia son una irracionalidad), de consumo (responsable o
ilimitado), y finalmente de coordinación (combinaciones de planificación
estatal, social, comunitaria y mercado). Tal combinación no puede ser el
resultado de cierta evolución natural sino de una construcción política
de las sociedades (como lo fue la construcción de las actuales economías
por el proyecto neoliberal iniciado en 1973 en Chile).

Considero que para las concepciones de economía alternativa que puede
asumir una izquierda renovada, lo político y lo económico no pueden
separarse, ni ya limitarse a ámbitos nacionales. En ese sentido es
promisorio el desafío de construir la Unión de Naciones Suramericanas
-UNASUR-, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
-ALBA- o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños -CELAC-,
impulsados desde esos procesos en confrontación con la estrategia de
globalización capitalista y sus organizaciones políticas (Mora, Rauber).
En tanto la concepción sustantiva de economía pone como sentido de la
institucionalización del proceso de producción, distribución,
circulación y consumo el resolver la reproducción de la vida digna de
todas y todos, al partir de una situación de extrema desigualdad, de
pobreza y concentración de la riqueza inéditas, lo político se vuelve
central. Es importante, por ejemplo, definir el papel de los sectores
medios en estos procesos. Lo que tiene mucho que ver con las
posibilidades de consumo que permita el proceso de transformación. Y que
las mayorías puedan expresarse y ser la base de nuevos sujetos sociales
y políticos que impulsen otra sociedad y otra economía requiere más y
mejor democracia. En la mayoría de los procesos con sentido popular
antes mencionados se avanza de manera significativa en el cumplimiento
de las normas de la democracia electoral, pero poco en el desarrollo de
formas de democracia participativa, sosteniendo en cambio modelos
presidencialistas que se pretende justificar por la necesidad de lograr
unidad bajo una estrategia que define el poder político concentrado.
Todo esto está sujeto a variaciones no despreciables, pues no es lo
mismo Argentina que Brasil, ni Uruguay que Bolivia o Ecuador, ni ninguno
de ellos que Venezuela (Vargas-Arenas) o que Cuba en su actual proceso
de transición (Rauber).

Si la economía debe proveer las bases materiales para cualquier
transformación social y política progresista en este momento de
transición epocal, es preciso preguntar cuál es la utopía realista de
esa otra economía, base de otra sociedad y otro modo de
institucionalizar lo político. Y en particular qué proyecto económico
tiene o puede tener la izquierda. Esto nos lleva a re-preguntarnos qué
es la izquierda en este momento y cuáles son sus desarrollos posibles.
Compartimos la idea de que la modernidad tuvo su propia izquierda,
finalmente institucionalizada. Y que el socialismo del siglo XX propuso
un modelo de otra economía, centralmente planificada, y/o fuertemente
reguladora de la propiedad privada y de la libertad de mercado, pero que
compartió con el capitalismo el mismo modelo de industrialización, de
eficiencia, de extractivismo. Que, por otro lado, no superó el
economicismo en sentido limitado (bienestar=acceso creciente al consumo,
racionalidad=oportunismo individualista, lazo social=intercambio
competitivo) ni las formas de discriminación o el sistema patriarcal
(Quiroga Díaz y López Correa) que hoy constituyen reivindicaciones
particulares con pretensión de universalidad de diversos movimientos
sociales.

El sentido declarado de la política de izquierda sigue siendo la
igualdad, pero está claro que no puede avanzarse hacia ella sin
transformar profundamente las estructuras económicas, sin mucha más y
mejor democracia, sin atacar los sistemas de dominación, sin
transformaciones culturales contra-hegemónicas. Varios de esos procesos
se autodenominan revoluciones (Bolivia, Ecuador, Venezuela), pero
aquella idea de una vanguardia revolucionaria que tome el poder
centralizado para desde allí dirigir las transformaciones económicas que
conducirán a otras relaciones sociales ya ha demostrado ser un camino no
conducente. Por otro lado, el desarrollismo enmarcado en una concepción
crítica de la relación centro periferia puede ser reflotado y aggiornado
(Rendón, Cordera) y en convivencia con él (¿aquel proyecto
social-demócrata?) habrá que armar alianzas, pero el vector que abren
los nuevos movimientos sociales traerá inevitablemente tensiones pues el
mismo concepto de desarrollo está en cuestión (Rauber). Tensiones que se
manifiestan como conflictos entre los movimientos sociales que lideraron
las transformaciones institucionales para orientar la sociedad hacia
otro futuro, por un lado, y las tendencias al pragmatismo inmediatista
de la izquierda gobernante por el otro. Tensiones y conflictos que no
son caprichosos, pues reflejan contradicciones objetivas de estos
procesos en este contexto mundial.

Sin embargo, es preciso superar el falso dilema mercado-Estado o
pretender substituirlo por la igualmente falsa opción Estado-sociedad.
La sociedad civil es parte del Estado en el sentido gramsciano de Estado
ampliado, y lugar de confrontación hegemonía-contrahegemonía. Una de las
fuerzas culturales más potentes del sistema capitalista es la de los
valores mercantiles introyectados en todas las prácticas sociales, la
privatización/mercantilización de la vida en todos sus aspectos
(educación, salud, seguridad, artes, deportes, y todas las condiciones
esenciales de la vida). Luchar contra esa fuerza no implica pretender
abolir el mercado. Recuperar la soberanía monetaria reduciendo la
capacidad de emisión de dinero-deuda por el sistema financiero privado
es otra acción urgente. Para avanzar en la construcción de otro sistema
económico, todas estas acciones requieren construir su legitimidad
social y, para ello, mostrar la viabilidad y conveniencia de sus
resultados en nombre del bien común. Nada de esto se da sin conflicto,
incluso –si es que no principalmente- entre las diversas versiones de la
izquierda.

Una vía para resolver estos conflictos paralizantes es enfrentar un
desafío mayor: constituir el pueblo como convergencia de las
reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales plenamente
reconocidos como sujetos políticos, y hacerlo buscando una articulación
con un sistema político representativo que no se reduzca a la necesaria
lucha electoral o a las tentaciones clientelistas. Esto, por ejemplo,
pone a la izquierda gobernante límites estrictos a los modos de
implementar los imprescindibles procesos de redistribución,
restableciendo y superando el sistema de derechos sociales que el
neoliberalismo destruyó tan eficazmente. Y realzando que uno de esos
derechos es el de acceder a medios de producción bajo formas
asociativas, comunitarias, a cogestionar los públicos con el Estado, a
participar real y no vicariamente en las decisiones económicas críticas
en el mediano y largo plazo.

Otra economía requiere cambios institucionales en la normatividad
jurídica (como las nuevas constituciones o la restitución del derecho a
nacionalizar actividades y recursos críticos) pero también culturales,
que hoy podrían ser ilustrados por la posible hegemonía de las
propuestas del Buen Vivir o el Vivir Bien. Pero adoptar esta nueva
filosofía (Elizalde) requiere concretarla, encontrar las mediaciones con
el accionar concreto de gobierno y sociedad civil, y con la
transformación de las prácticas económicas cotidianas de los actores
económicos. Puede adelantarse que, al menos durante una larga
transición, no se trata de soñar una economía del ocio, sino del trabajo
emancipador, contrapuesta a la economía del capital. Que debe admitir la
diversidad (Mora) y no pretender imponer modelos únicos de organización
económica (economía doméstica, familiar, comunitaria, cooperativista,
pública, privada, gestión de los bienes comunes…), máxime admitiendo que
lo económico es pluridimensional y no meramente crematístico. Y que
estamos iniciando un proceso de exploración y aprendizaje y no
implementando soluciones con pretensión de verdad universal.

- José Luis Coraggio es Director Académico de la Maestría en Economía
Social (MAES), ICO/UNGS, Argentina. Es coeditor de la entrega No. 482 de
América Latina en Movimiento.

(1) Minga: término andino para el trabajo colectivo comunitario.


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