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Conflicto chileno-mapuche: La muerte tiene ojos de escarcha
Tito Tricot
ALAI AMLATINA, 08/01/2013.- La muerte tiene ojos de escarcha o de frío
montuno. Nadie quiere mirarla, pero todos lo hacen tarde o temprano.
Nadie la busca y todos la encuentran en una esquina de cerro. Nadie la
desea y vive sola, más siempre está acompañada del dolor. De muchos o de
pocos, de día o de noche, da lo mismo. Nadie quiere a la muerte, por eso
la muerte de dos agricultores sureños, el matrimonio Luchsinger-Mackay,
es lamentable. Nadie merece morir así. Sin embargo, hay que decir las
cosas por su nombre: el mapuche ha estado muriendo de a poco por casi
dos siglos, cuando el Estado chileno invadió su territorio.
El mapuche no sólo ha sentido a la muerte de cerca, sino que la ha
vivido a balazos, torturas y violentos allanamientos en una sistemática
política de exterminio. Es lo que aconsejaba sin vergüenza alguna el
teniente coronel Tomás Walton cuando en 1870 propugnaba "una guerra
activa y de exterminio, aunque en desacuerdo con los principios
humanitarios de los pueblos cultos, es la que más se acuerda con la
práctica y la experiencia de la generalidad de los militares y demás
personas que conocen al araucano y sus tendencias, y el resultado,
aunque más rápido y al parecer más cruel, ocasiona indudablemente menor
número de víctimas y menos gastos…"
Una postura pragmática dirán algunos, una aberración y violación de los
derechos del pueblo mapuche, dirán otros. Un periódico de la época
denunciaba que "la guerra que hoy se hace a los salvajes [es] guerra de
inhumanidad, guerra imprudente, guerra inmoral". Actitud loable sin
duda, pero igualmente racista al denominar a los mapuche como salvajes.
En la actualidad se les llama terroristas y delincuentes, como ha
enfatizado el presidente Sebastián Piñera quien, además, anunció la
implementación de una zona especial de control y seguridad con la
presencia permanente de 400 policías. ¡Pero si hace años existe esta
zona, hace al menos 15 años están haciendo lo mismo! Y ahí encontraron
la muerte de súbito y sin advertencia alguna tres comuneros mapuche.
Por la espalda los asesinaron, con un balazo en la frente los mataron.
Matías Catrileo, Alex Lemun, Jaime Mendoza Collío sabían que la muerte
tiene ojos de escarcha y no quisieron encontrarla, pero ésta se vistió
de policía, se ocultó entre los cerros y disparó sin vacilación. Porque
la muerte provoca otra muerte: la de la impunidad e injusticia. De lo
contrario ¿Cómo se entiende que el asesino de Catrileo, el cabo Walter
Ramírez, continué en la institución avalado por la Contraloría General
de la República? O que los tribunales hayan dictaminado que "su conducta
merece ser reconocida en los términos que dispone la norma en cuestión".
Catrileo fue asesinado en las cercanías del Fundo de Luchsinger. Se
conoce al ejecutor de Catrileo, como también que se legitimó su
accionar. No se conoce a los autores de la muerte del matrimonio, no
obstante, inmediatamente se culpa al pueblo mapuche. Se conoce el nombre
del asesino de Alex Lemun, pero el mayor Marco Treurer fue absuelto por
la corte marcial y sigue trabajando en la policía; más aún, ha sido
ascendido a teniente coronel. La muerte le ha servido para consolidar su
carrera luego de haberla incrustado alevosamente en la cabeza de un
joven de 17 años.
Nuevamente la muerte se apareció de repente, a la espalda de Mendoza
Collío se apareció, de uniforme se apareció. Empero, el cabo Patricio
Jara fue sentenciado a cumplir su pena en libertad vigilada, lo cual es
un eufemismo para ocultar el hecho de que está simplemente en libertad.
Otra vez la muerte se escabulle por entre los dedos de la justicia y, si
bien es cierto nadie quiere oliscar su aliento, la justicia sí debe
confrontarla, escudriñarla, abrumarla y acorralarla para que nunca más
se entronice en nuestro país. Como sucedió en dictadura.
Y lo que estamos observando hoy es demasiado parecido a aquello:
deshumanización del supuesto enemigo, represión, montajes, falsos
enfrentamientos, aplicación de la Ley anti-terrorista, cárcel, torturas.
Tal vez sea mera coincidencia que el ministro del interior Andrés
Chadwick fue partidario activo de la dictadura del general Pinochet.
Quizás su reciente arrepentimiento de haber apoyado a la dictadura no
era tal, después de todo está aplicando el mismo discurso y las mismas
tácticas represivas de los militares.
Nadie quiere encontrar a la muerte, por ello la muerte del matrimonio
Luchsinger-Mackay es lamentable, pero es lamentable también que al
pueblo mapuche le maten de a poco cada día y que ahora le manden todo el
poder de la muerte para que no olviden jamás sus ojos de escarcha.
- Dr. Tito Tricot es Director del Centro de Estudios de América Latina y
el Caribe-CEALC
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