Entre ética y política en los procedimientos de acogida
Sobre la nueva política migratoria de Brasil
Wooldy Edson Louidor
ALAI AMLATINA, 28/02/2012.- El debate en torno a la hospitalidad, es
decir el encuentro entre un migrante y una sociedad de acogida, se
inserta en las políticas migratorias principalmente de los países de
destino de extranjeros.
El caso de Brasil, sexta economía mundial y destino de extranjeros
provenientes tanto del Norte (por ejemplo, los europeos) como del Sur
(el caso de los haitianos), es sintomático de la tensión entre ética y
política a la hora de definir las políticas migratorias.
Todo parece indicar que en esta tensión, los Estados tienden a poner
límites y condiciones a la ética, principalmente los principios de
solidaridad y hospitalidad, y a adoptar políticas basadas sobre la
lógica de costo-beneficio.
Brasil, un destino cada vez más elegido por los trabajadores extranjeros
"Brasil es actualmente una isla de prosperidad en el mundo, hay mucha
gente calificada que quiere venir al país", declaró en la prensa a mitad
de enero de 2012 el economista Ricardo Paes de Barros, coordinador del
proyecto brasileño de elaborar una nueva política nacional de
inmigración para sustituir una vieja Ley migratoria (Estatuto dos
Estrangeiros) que data de 1980, de la época del régimen militar (Ver: O
Globo, Brasil quer facilitar vistos para profissionaisestrangeiros, 15
de enero de 2012)(1).
Esta Ley No 6.815 define y rige aún –a pesar de las diferentes
alteraciones aportadas a ella por otras leyes y decretos, por ejemplo la
Ley No. 12.134 del 18 de diciembre de 2009- las normas reglamentarias
sobre la autorización de los permisos de trabajo para los extranjeros
que viven en el país suramericano. De manera general, "define la
situación jurídica del extranjero en Brasil, crea el Consejo Nacional de
Inmigración y da otras providencias", tal como lo subraya el Ministerio
de Justicia de Brasil(2).
El flujo de migrantes hacia Brasil aumenta cada vez más. Por ejemplo,
"de enero a septiembre de 2011, el Ministerio de trabajo de Brasil
otorgó 51.353 permisos de trabajo a extranjeros, o sea un aumento de 32%
respecto al mismo periodo en el año anterior [2010]", explicó el
funcionario brasileño. De ahí la necesidad de actualizar esta vieja Ley.
Una lógica del costo-beneficio
La elaboración de la nueva política migratoria de Brasil oscila entre
dos principios claves, a saber: priorizar y facilitar la inmigración de
profesionales extranjeros altamente calificados, al mismo tiempo
establecer límites para extranjeros que llegan al gigante suramericano,
huyendo de la pobreza en su país de origen, según Ricardo Paes.
En este sentido, en el marco de esta nueva política migratoria de
Brasil, se trata de eliminar o, al menos, reducir las dificultades y
obstáculos burocráticos en los trámites para que los profesionales
altamente calificados, entre ellos los europeos, obtengan con facilidad
y rapidez sus visas y permisos de trabajo.
Sin embargo, en el caso de los migrantes poco calificados y provenientes
de países pobres por causas humanitarias (entre ellos los haitianos),
Paes subraya: "Es necesario definir hasta dónde llegará nuestra
generosidad. Ya que no vamos a contribuir a aliviar el sufrimiento del
mundo y absorber a esas personas. La solidaridad debe tener ciertos
límites y adecuarse a la ayuda que Brasil sea capaz de ofrecer."
En pocas palabras, se trata de una política de inmigración selectiva,
inspirada del modelo que aplican Canadá y Australia, países que
mantienen abiertas las puertas para los profesionales extranjeros, según
el alto funcionario brasileño.
Los profesionales extranjeros, altamente calificados y oriundos de
países del Norte, aportan a Brasil sus conocimientos y habilidades. Se
trata de una "fuga de cerebros", tal como lo llama Ricardo Paes. Brasil
sale ganando con la inmigración del profesional extranjero, quien sale
ganando también. Es una lógica de costo-beneficio o, mejor dicho, una
lógica de ganador-ganador.
Al contrario, en el caso de los migrantes poco calificados y originarios
de países pobres (como el caso de los haitianos), Brasil debe encargarse
de ellos, brindándoles alimentación, vivienda y cuidados médicos. Esto
representaría una carga social. Brasil perdería, en comparación con lo
que esos migrantes podrían aportar al país. Si Brasil los acoge, lo hace
en nombre de la solidaridad y la hospitalidad, que el país debe
absolutamente limitar porque "no puede absorber a todas esas personas".
Una lógica que va en contra de la protección de los derechos humanos
Esta lógica de costo-beneficio fundamentaría concretamente la nueva
normativa y política de Brasil respecto a la inmigración haitiana que
fue presentada a la opinión pública por el gobierno de DilmaRousseff el
pasado 12 de enero de 2012. Dicho marco normativo-político fija una
cuota de 100 visas que Brasil otorgará cada mes a los haitianos (poco
calificados) a través de su Embajada basada en Puerto Príncipe. (Ver:
Wooldy Edson Louidor, La nueva política de Brasil ante la migración
haitiana, 24 de enero de 2012) (3)
Del mismo modo, esta nueva política ordena el cierre de las fronteras
para los migrantes haitianos irregulares, así como la deportación de los
y las que lleguen luego del 12 de enero de 2012 al territorio brasileño
sin visas, so pretexto de luchar contra las redes de traficantes.
De hecho, esta nueva política no establece ninguna diferencia entre los
traficantes, quienes se enriquecen con el dinero de los migrantes, y sus
víctimas cada vez más expuestas a una situación difícil y vulnerable en
las diferentes fronteras, donde estén varadas. Tampoco toma en cuenta la
dimensión regional (suramericana) de la migración haitiana: al cerrar
sus fronteras, Brasil no se preocupa por cumplir su obligación (basada
en los múltiples tratados y convenciones a nivel regional e
internacional que firmó y ratificó en materia de derechos humanos) de
proteger a los migrantes que se encuentran en los espacios comunes y
limítrofes con Perú, Bolivia, Colombia…
Como consecuencia de lo anterior, los migrantes varados en dichas
fronteras se encuentran en una especie de tierra de nadie (no man'sland)
que no es asumida por ningún Estado. En esa tierra de nadie, además de
la crisis humanitaria, los migrantes se enfrentan a todo tipo de abusos
y violaciones contra sus derechos por parte de traficantes, choferes de
taxis, empresas de explotación minera (muchas veces, ilegal) e incluso
de agentes del orden público de algunos países (por ejemplo de Bolivia),
tal como lo vienen denunciando varios organismos de derechos humanos y
también según los testimonios de los mismos migrantes. Las mujeres y las
niñas y niños haitianos son los grupos más vulnerables. (Ver: Desdelsur,
Haitianos expuestos a graves peligros en triple frontera, 25 de enero de
2012) (4)
Necesidad de adoptar una visión más amplia de la política migratoria
La necesidad de adoptar una visión más amplia de la política migratoria,
en términos (éticos) de hospitalidad y solidaridad internacional, no
estriba en ningún idealismo soñador, sino que brota de la urgencia de
enfrentar el reto de la protección de los derechos humanos y de la
dignidad de los migrantes varados en las fronteras, principalmente las y
los que se encuentran en una situación de vulnerabilidad y siendo
víctimas de abusos y violaciones.
Una política migratoria, basada en la lógica de costo-beneficio y en la
seguridad, se revela limitada y conlleva elevados costos en términos
humanitarios y humanos al negar de manera tan ciega e inhumana la
hospitalidad a los migrantes, tal como se está comprobando en la
situación actual que viven 274 migrantes haitianos varados en la
localidad peruana inundada de Iñapari en la frontera común con Brasil y
Bolivia(5) (leer y escuchar: Radio Francia Internacional –RFI-, Perú:
Haitianos bloqueados en la ciudad inundad de Iñapari, 21 de febrero de
2012).
No se trata de "aliviar" o "absorber toda la miseria del mundo", sino de
humanizar la política migratoria en nombre de los principios universales
de los derechos humanos y de la dignidad humana y dar un contenido
realmente serio y auténtico (por lo tanto, ético) a la solidaridad que
Brasil ha expresado tantas veces a Haití principalmente a través de las
diferentes declaraciones políticas y públicas de su presidenta Dilma
Rousseff y de otros altos funcionarios del país.
Una solidaridad y una hospitalidad que deben ir más allá de lo
humanitario. Una hospitalidad que debe "reconocer el clamor de alguien",
principalmente del otro, del extranjero vulnerable y con necesidad de
asistencia y protección (por eso, clama), "simplemente porque es un ser
humano que merece ser acogido y respetado", tal como lo señaló el Padre
jesuita Adolfo Nicolás, superior general de los Jesuitas.
Una solidaridad y una hospitalidad verdaderamente humanas, más allá
también de la lógica limitada (capitalista) del costo-beneficio.
Wooldy Edson Louidor es coordinador regional de Incidencia y
Comunicación para Haití del Servicio Jesuita a Refugiados Latinoamérica
y el Caribe (SJR LAC).
Notas:
(1)
http://oglobo.globo.com/pais/brasil-quer-facilitar-vistos-para-profissionais-estrangeiros-3671799
(2)
http://portal.mj.gov.br/main.asp?Team=%7B63ED2148%2DBA2E%2D43FA%2DA86B%2DE160904685C0%7D
(4) http://www.desdelsur.bo/Desdelsur/articulo.php?tipo=Sociedad&d=745&id=1
http://alainet.org/active/53049
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