sábado, 27 de abril de 2013

[alai-amlatina] La "estrategia guerrillera" de la derecha en Venezuela

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La "estrategia guerrillera" de la derecha en Venezuela

Atilio Boron

ALAI AMLATINA, 27/04/2013.- Envalentonada por los resultados de las
recientes elecciones, la derecha en Venezuela –tanto sus representantes
autóctonos como los agentes del imperialismo que operan en ese país– ha
profundizado una estrategia de lucha política que, en los hechos, colocó
al gobierno chavista a la defensiva o, cuando menos, en un estado de
alerta ante las amenazas que se ciernen sobre el futuro de la Revolución
Bolivariana. Duele decirlo, pero más dolería contemplar el inesperado y
dramático final de un proceso revolucionario tan significativo como el
lanzado por el Comandante Hugo Chávez por no haberse adoptado a tiempo
las medidas correctivas imprescindibles para preservarlo. La
irreversibilidad es un atributo que poseen muy pocos procesos
revolucionarios, y eso después de haber sobrepasado las muy duras
pruebas de la historia. No es el caso, todavía, de la Revolución
Bolivariana, aunque la existencia de un amplio entramado de
organizaciones populares nacidas durante el gobierno del Presidente
Chávez bien podrían ser los bastiones fundamentales que aseguren la
continuidad del proceso revolucionario.

Todos los clásicos del marxismo –comenzando en este tema puntual por
Engels y siguiendo después por Marx, Lenin, Trotsky, Gramsci, Mao y Ho
Chi Minh y, más recientemente, Fidel y el Che– comprendieron muy bien el
notable paralelismo existente entre el arte de la guerra y la lucha
política. No se les escapaban las diferencias, pero tampoco pasaban
desapercibidas sus semejanzas; por eso, tomaban nota de las enseñanzas
que aportaba la historia militar. Observaron, por ejemplo, que cuando
una fuerza social y numéricamente inferior quiere atacar a un ejército
poderoso y bien organizado debe apelar a formas no convencionales de
lucha. Las tácticas de la guerrilla son precisamente eso: ataques
inesperados, sorpresivos, puntuales, seguidos de una rápida retirada,
dejando en el campo de batalla a un enemigo lastimado y, sobre todo,
desmoralizado. Eso es precisamente lo que con mucha astucia (y absoluta
inescrupulosidad) ha venido haciendo la derecha en Venezuela al lanzar
un torrente de ataques –desde denuncias y agresiones verbales hasta
sabotajes económicos, asaltos a recintos asociados al PSUV o a los
centros de salud de la "Misión Barrio Adentro" y "asesinatos
ejemplarizadores"- que lograron debilitar el entusiasmo y la moral
revolucionaria de las fuerzas chavistas, lo cual se vio reflejado en el
voto del 14 de Abril. La efectividad de esas tácticas se comprueba al
constatar que ellas hicieron posible que la derecha lograra lo que hasta
hacía poco tiempo sonaba como imposible: fijar la agenda política
nacional y obligar al gobierno bolivariano a tener que responder a los
ataques de sus adversarios y sin poder impulsar iniciativas propias y
concretas. Hace ya unos años que los intelectuales orgánicos del imperio
y los estrategas del Pentágono vienen diciendo que, en la actualidad,
"la lucha antisubversiva se libra en los medios." La estrategia de la
derecha en Venezuela es tributaria de esta nueva concepción adoptada por
Washington y da testimonio de su eficacia.

¿Qué pretende la derecha con estas tácticas? Estas, como es sabido, no
existen en el vacío sino que siempre se articulan en una estrategia de
más largo alcance. En este caso, encaminada a socavar el respaldo de los
sectores populares al gobierno aislándolo de su base tradicional de
apoyo y facilitando sus planes desestabilizadores, en cualquiera de sus
dos variantes: (a) "calentamiento de la calle", tumultos, saqueos y
golpe de estado para "restaurar el orden" que supuestamente el gobierno
bolivariano ya no puede garantizar; o, (b) desgaste prolongado y
destitución del gobierno vía referendo revocatorio. Estrategia global
que será tanto más exitosa cuanto más el gobierno persista en el error
de recoger el guante astutamente arrojado por los sectores
contrarrevolucionarios y acuda a librar combate en el terreno mediático
que le proponen sus enemigos. En estos días hemos visto al propio
presidente Nicolás Maduro involucrarse en esas batallas verbales –en la
campaña y después- en respuesta a las insolentes provocaciones de
Henrique Capriles y sus compinches de adentro y de afuera. No debería
ser así, porque la delicada correlación de fuerzas que hoy existe en
Venezuela no se modificará en una dirección favorable al chavismo en
virtud de la eficacia discursiva del presidente, sus ministros o los
líderes del PSUV sino por la capacidad que demuestre el gobierno para
reorganizar y reanimar a un pesado e ineficiente aparato estatal,
hiperburocratizado y con inocultables focos de corrupción. Sin ello, mal
se podrán atacar los principales problemas que abruman a la población
venezolana y que provocaron la deserción de una parte del electorado
chavista: la carestía y demás aspectos concernientes a la economía, como
el desabastecimiento de productos esenciales, por ejemplo; los cortes de
energía eléctrica y la inseguridad ciudadana, entre otros. Consciente de
ello, la derecha descarga un fárrago de ataques que, como en la guerra
de guerrillas, distraen sin pausa al ejército regular –en este caso el
gobierno- y le dificulta concentrarse en las tareas cruciales exigidas
por la actual coyuntura. Lo que la derecha desea es que éste se
empantane en el estéril terreno de la polémica y la discusión,
impidiéndole de este modo destinar personal y tiempo a diseñar e
implementar eficaces políticas para resolver los problemas que aquejan a
la ciudadanía.

De lo anterior se desprende que el gobierno del presidente Nicolás
Maduro tiene que lanzar una contra-ofensiva política, con centro en el
terreno de las políticas públicas, ignorando las provocaciones y los
insultos que profieren los personeros de la derecha y neutralizando de
ese modo sus tácticas agresivas que, conviene aclararlo, buscan ocultar
el carácter reaccionario de su agenda con demagógicas y engañosas
declaraciones en las cuales manifiestan su voluntad de apropiarse de los
"aspectos positivos" del legado de Chávez. Debe por eso mismo concentrar
todos sus recursos humanos e institucionales en la batalla contra los
problemas arriba mencionados, sin perder un minuto en yermos
enfrentamientos verbales que en ningún caso servirán para consolidar -y
mucho menos ampliar- su base de sustentación en la sociedad y en el
electorado. Y tiene también que ser consciente el gobierno bolivariano
que, en esta coyuntura post-electoral, el tiempo juega en su contra. Que
la derecha intenta construir un clima de opinión que le abra un espacio
para ensayar su carta golpista, hipótesis de máxima, o que la faculte
para exigir un referendo revocatorio que podría tener lugar en unos tres
años. Sabedor también que si la gestión gubernamental no logra resolver,
al menos parcialmente, los problemas arriba mencionados la Revolución
Bolivariana podría re-editar el infortunio que le cupo al Sandinismo,
que diez años después de su épica victoria contra la tiranía de
Anastasio Somoza (h) fue derrotado inapelablemente en las urnas por una
coalición restauradora promovida, organizada y financiada –como hoy lo
hace en la patria de Bolívar y Chávez- por el imperialismo norteamericano.

Todavía se está a tiempo para impedir en Venezuela tan infeliz
desenlace, pero hay que poner manos a la obra ya mismo y diseñar una
nueva estrategia de reconstrucción política que le permita al chavismo
recuperar la iniciativa y pasar a la ofensiva. Esto quiere decir, librar
el combate contra la derecha en el terreno que elija el gobierno y no en
el preferido por la oposición: el malicioso pantano de los medios. En
relación a esto no podemos sino celebrar la reciente creación de la
"Misión Eficiencia o Nada", concebida para velar por la correcta
administración de la cosa pública y luchar contra los focos de
corrupción y burocratización que carcomen desde dentro la vitalidad de
la revolución. Además, será necesario que el presidente continúe con su
acertada política de recuperar nuevamente la calle, hoy disputada por la
movilización de la derecha. Esto es, acercarse más al pueblo, mejorar la
comunicación con él, escuchar sus reclamos y atender a sus demandas,
actitudes indispensables para desbaratar la estrategia de la "guerrilla
mediática" seguida por la derecha. Siendo consciente, además, de que lo
que Chávez podía resolver gracias a su carismático liderazgo hoy debe
ser resuelto mediante una gestión estatal eficiente y socialmente
incluyente, alejada de toda desviación tecnocrática y capaz de producir
resultados inmediatos. Una gestión, además, que estreche los vínculos
con los gobiernos locales y que cuente con un elenco de idóneos
servidores públicos capacitados para dar respuesta inmediata a los
reclamos de la sociedad. En Ecuador, por ejemplo, el Sistema Quipux es
un servicio vía Internet que el Presidente Rafael Correa instaló en
todas las agencias gubernamentales para facilitar un enlace directo con
su oficina y la del vicepresidente, y que permite a su vez que estos
puedan monitorear en tiempo real la marcha de los diversos proyectos del
gobierno, conociendo su grado de avance y sus obstáculos de suerte tal
de poder tomar sin demora las medidas correctivas que sean pertinentes.
Esto no es una panacea pero, sin duda, va a facilitar el necesario,
impostergable, salto de calidad que tiene que producirse en la
administración pública de la Revolución Bolivariana para hacer frente a
los inéditos desafíos del momento actual.

- Dr. Atilio A. Boron, director del Programa Latinoamericano de
Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires,
Argentina www.atilioboron.com.ar
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