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Otoño del imperio y del capitalismo
Alberto Rabilotta
ALAI AMLATINA, 07/05/2013.- Cuando el imperio es incapaz de mantener su
hegemonía aportando soluciones a las crisis sistémicas recurre a la
"hegemonía explotadora" (1), con toda la violencia y la destrucción que
la acompaña. Así sucedió en la decadencia de la hegemonía imperial de
Holanda.
Fue tratando de salvarse imponiendo el libre comercio con una hegemonía
explotadora que terminó el imperio británico, y algo similar pero de
naturaleza diferente es lo que desde hace ya unas tres décadas estamos
presenciando en la decadencia de la hegemonía mundial de Estados Unidos
(EE.UU.).
Hegemonía explotadora suena muy bien como apellido del neoliberalismo,
de esa extraordinaria expansión financiera, comercial e industrial que
el imperialismo estadounidense quiere llevar a sus límites extremos, que
ya no puede controlar ni remediar sus terribles secuelas de disolución
social y desastre económico, ni la concentración del poder y riqueza en
las cuentas de la oligarquía que poseen los monopolios ya presentes en
prácticamente todas las ramas de los sectores económicos, sin hablar de
la destrucción ambiental y el recalentamiento global que amenaza la vida
del planeta.
En los casos de Holanda y Gran Bretaña las fases de hegemonía
explotadora fueron en efecto el "otoño" de esos imperios, pero también
las "primaveras" en el proceso de desarrollo del capitalismo, y en
particular del modo de producción del capitalismo industrial.
En el caso del imperio estadounidense hay razones para pensar que la
hegemonía explotadora no solo es el "otoño" del imperio sino también del
modo de producción capitalista, que ya se encuentra ante la "barrera
insalvable" que anticipaba Karl Marx.
Bajo el imperio estadounidense el capitalismo industrial adquiere su
forma más perfeccionada y desarrolla –no solo en EE.UU.- las bases de un
modo de producción basado en la automatización, logrando concretar una
parte del gran objetivo del gran capital, o sea la de producir de manera
continua y prescindiendo de la mayor parte o la totalidad de la fuerza
de trabajo asalariada.
Desde hace más de medio siglo, por las transformaciones que la
automatización produjo en el modo de producir, el desenvolvimiento de
las estructuras empresariales transnacionales y el creciente papel del
capital financiero en la determinación de las inversiones a efectuar, lo
que fue posible vía las inversiones directas, los flujos financieros y
la deslocalización de la producción, el sistema capitalista se
universalizó, o sea que completó la segunda parte del objetivo del gran
capital.
El gran sueño del capital, de liberarse de la fuerza de trabajo
asalariada o de pagar los salarios más bajos posibles, y de
universalizarse, se hizo realidad con la automatización y la
deslocalización. Pero esta transformación implicó un creciente reemplazo
de la extracción de plusvalía, el uso de la fuerza de trabajo asalariado
en las sociedades avanzadas –que crean los imprescindibles "puntos de
consumo" para la realización del capital, de que hablaba Marx-, por la
plusvalía extraída en el exterior, en otras sociedades, y que llega a
las casas matrices en el centro imperial como renta diferencial, o sea
como ganancias que van a parar a los accionistas y ejecutivos de las
empresas.
Es a partir de este desenvolvimiento, en mi opinión, que es posible
explicar tanto la naturaleza de la crisis estructural del capitalismo
como la relativamente irreversible realidad actual en las sociedades del
capitalismo avanzado.
Así sería posible explicar esta crisis de sobreproducción y subconsumo,
el creciente y cada vez más crónico desempleo tecnológico –como definía
John M. Keynes al reemplazo de los trabajadores por las maquinas- en un
contexto de mayor creación de riquezas que se concentra en las pocas
manos de los monopolios y los financieros, y que ya no entra sino
marginalmente en la reproducción del capital en los países avanzados.
Asimismo explica que el subconsumo tiende a volverse crónico por la
disminución del empleo y la masa salarial total, factor que a su vez
amplia la espiral del desempleo y el subempleo, que termina poniendo en
crisis las ramas de la economía aun no automatizadas.
Esto también explica el aumento de la deuda familiar –falta de empleos y
bajos salarios-, y el endeudamiento de los Estados por la contracción de
la recaudación fiscal –la carga tributaria descansa fundamentalmente
sobre los ingresos de los trabajadores-, y el aumento del gasto público
para paliar el desempleo, entre otros aspectos más.
Y, no olvidemos, esta universalización del capitalismo y de las nuevas
tecnologías también permite explicar la rápida emergencia de las nuevas
potencias industriales en Asia, donde las transnacionales tuvieron que
integrarse a un sistema capitalista parcialmente regulado por Estados
que no cedieron toda su soberanía ante el neoliberalismo.
Quizás puede también explicar que a la luz de las experiencias asiáticas
y por la falta de verdadero desarrollo económico, se esté dando en los
países en desarrollo que primero sufrieron la experiencia neoliberal,
los de América latina, la búsqueda de nuevas estrategias de desarrollo
para reparar la herencia neoliberal, como el desempleo y el subempleo,
la pobreza y extrema pobreza, la destrucción de los sistemas estatales y
de los programas sociales de salud, educación y de pensión.
El anzuelo sin carnada
Según los sociólogos Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, no es posible
saber cuándo, pero es seguro que esta hegemonía explotadora del imperio
estadounidense terminará muy mal (2).
Por el momento constatamos que ante su impotencia para salir de estas
crisis el imperialismo ha retornado y se aferra a las políticas
depredadoras –como una más pérfida institucionalización del libre
comercio que permita aumentar la extracción de rentas-, y junto a sus
aliados retorna a las políticas guerreristas y colonialistas del pasado,
con sus terribles consecuencias sociales, económicas y políticas para
todos los pueblos afectados.
Con la automatización y la deslocalización reemplazando a los
trabajadores, y habiendo desaparecido la "amenaza" comunista con el
desmembramiento de la URSS, el capitalismo estadounidense desmanteló
totalmente el programa básico que describía Immanuel Wallerstein:
"satisfacer las demandas combinadas del Tercer Mundo (relativamente poco
para cada uno, pero para mucha gente) y de la clase obrera occidental
(para relativamente poca gente, pero mucho para cada uno)".
En realidad, como bien observaba Wallerstein hace casi dos décadas, el
capitalismo emprendió un retornó a "la situación anterior a 1848, en la
que, en los focos del Estado liberal {…} los obreros estarían mal
pagados y fuera del ámbito de los derechos políticos y sociales" (2).
Sin posibilidad real a corto, mediano y largo plazo, de una vigorosa
recuperación económica, las empresas transnacionales y los bancos de los
países avanzados siguen "sentadas" en billones de dólares y no utilizan
los préstamos casi gratuitos que los bancos centrales han puesto a su
disposición. Como apunta el columnista canadiense Thomas Walkom, del
diario Toronto Star, esas empresas y financieros no invertirán en la
producción que creará empleos "a menos que tengan un mercado para sus
productos".
Esta situación general y las políticas de austeridad para mantener la
deflación que favorece al sistema financiero ya incuban crisis políticas
e importantes protestas sociales, que en la UE empiezan a meter miedo en
la clase política, como muestra el forcejeo de algunos gobiernos para
que se extiendan –y no para extinguir- los plazos para cumplir con las
metas de austeridad fiscal.
Y en medio de estas crisis simultáneas el principal objetivo de EE.UU.
es expandir y profundizar la liberalización con el Acuerdo Estratégico
Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, en su sigla en inglés),
mientras que la UE se esfuerza en cerrar un acuerdo de liberalización
económica y financiera con Canadá, para comenzar a negociar uno similar
con EE.UU.
Ni siquiera cabe preguntarse si al negociar estos acuerdos los gobiernos
están respondiendo a los intereses de sus países o simplemente a las
trasnacionales y monopolios que poco o nada contribuirán en esos países
desde el punto de vista fiscal, en materia de creación de empleos y de
demanda interna.
Es bien conocido que EE.UU. dejó de ser la "fábrica" del mundo, que
ahora está en China y el resto de Asia oriental, y también ha perdido
–como señalan Arrighi y Silver- el papel del único "cajero" de las
finanzas mundiales. Y por si fuera poco la baja del consumo en EE.UU. lo
inhabilitó para seguir siendo la "locomotora" de la expansión económica
mundial.
Si la realidad cambió hay que cambiar la manera de pensar
En febrero pasado el historiador y economista Robert Skidelsky describía
la ola de automatización en la manufactura en los países occidentales
–que está llegando a China-, y que la substitución del trabajo
asalariado por capital (la automatización) está yendo más allá de la
manufactura y no solo se está "comiendo" los trabajos poco pagados, sino
también "los mejores trabajos", de nivel técnico y que parecían seguros (4).
Haciendo referencia al "desempleo tecnológico" de John M. Keynes,
Skidelsky opina que la solución es reducir la jornada laboral: "Si una
máquina puede reducir a la mitad la necesidad de mano de obra humana,
¿por qué en vez de prescindir de la mitad de los trabajadores no los
empleamos a todos durante la mitad del tiempo? ¿Por qué no aprovechar la
automatización para reducir la semana laboral media de 40 horas a 30,
después a 20 y después a diez, contabilizando esa jornada laboral
decreciente como un empleo a tiempo completo? Esto sería posible si el
rédito de la automatización, en vez de quedar exclusivamente en manos de
los ricos y poderosos, se distribuyera equitativamente."
Y concluye señalando que hay que prepararse "para un futuro en el que la
automatización nos dejará más tiempo libre. Pero para ello será
necesaria una revolución del pensamiento social."
En 1996 la recientemente desaparecida ensayista y escritora francesa
Vivianne Forrester (5) afirmaba, en entrevista con el diario L'Humanité,
que "el horror económico (de la sociedad neoliberal) se debe en gran
parte al hecho de que vivimos con los criterios del siglo 19 en lo
tocante al empleo", subrayando que ella no confundía "la idea del
trabajo, valor fundamental, con la idea del empleo".
Pero al conservar los criterios del siglo 19 –decía Forrester-,
culpabilizamos a quienes sufren la situación. Toda la argumentación se
funda sobre la necesidad de encontrar un empleo. Terminemos de decirles
constantemente a las personas –en particular a los jóvenes- que no
pueden encontrar un salario para sobrevivir, que el solo modelo de vida
autorizado es la vida asalariada. Los programas de los partidos
políticos son sensiblemente idénticos a lo que eran cuando creían
temporaria la crisis del empleo. Las políticas deben tomar en
consideración la mundialización, las tecnologías de punta, y no dejar
esas realidades ser la propiedad de la sola economía.
Para la brillante analista ya estaba planteada la cuestión de "qué hacer
en una sociedad en la cual el trabajo asalariado, el empleo asalariado"
se reduce constantemente, y que era hora de preguntarse si
"continuaremos diciendo que la dignidad depende del hecho de tener un
empleo".
Preguntada por L'Humanité si esperaba algo de "un partido como el
Partido Comunista" francés, la ensayista respondió que no era adherente
de ese partido, pero que "yo espero de todos los partidos, incluyendo el
suyo, que consideren la situación de manera realista, moderna y actual.
Que se ocupen más de la mundialización y de las tecnologías de punta, y
de la consiguiente reducción del empleo, de manera a dejar de pretender
que se puede arreglar una era industrial ya superada, y a no seguir
alimentando la vergüenza que padecen muchos de los cesanteados por estar
desempleados, o el miedo que quienes aun trabajan tienen de perder sus
empleos".
Entonces, por qué y para qué el TPP y demás acuerdos…
Una característica del TPP y de los acuerdos de liberalización económica
y financiera que la UE negocia con Canadá y próximamente con EE.UU. es
que esas negociaciones son secretas, tienen lugar entre los tecnócratas
gubernamentales y los representantes de las transnacionales, y que no
serán presentadas ante los parlamentos para ser discutidas, enmendadas y
puestas a votación (6).
Acerca del por qué de estas negociaciones hay que mencionar lo que
Arrighi y Silver destacan en el libro citado, sobre la integración
económica transnacional lanzada por EE.UU., que en Asia oriental fue
"menos institucionalizada y sustantivamente más abierta" que la
producida por la integración en la UE.
Ambos observaban que EE.UU. había tenido poco éxito en "utilizar su
declinante pero todavía considerable poder político-económico para
reorientar la integración económica regional hacia formas
institucionalizadas, que crearían un ámbito más favorable para sus
exportaciones e inversiones".
Por otra parte, las transnacionalizadas corporaciones estadounidenses,
en particular las industrias de alta tecnología, no se comportaban
efectivamente como "cuñas para mantener abiertas" a la influencia de
EE.UU. las puertas de Asia oriental, y que hasta podían estar actuando
en sentido contrario. Por esto mismo, agregaban, "las fuerzas de la
economía transnacional están claramente minando el poder de los Estados
pero, en este proceso, el de algunos está creciendo", como el de Japón y
otros países asiáticos.
Más adelante señalan la sorprendente velocidad con la que esta formación
regional se ha convertido en el nuevo taller y cajero del mundo bajo el
liderazgo 'invisible' de un Estado empresarial (Japón) y una diáspora
empresarial (la china)", que ha contribuido a generalizar el 'temor a la
caída' en los principales centros de la civilización occidental.
En efecto, si la deslocalización industrial occidental en Asia es un
fenómeno conocido y estudiado, menos se habla de los "cajeros"
asiáticos, los importantes centros financieros (Hong Kong, Singapur y
otros más) donde operan las transnacionales y en los cuales importan las
decisiones regionales tanto como las de Wall Street, de la City de
Londres o de Francfort.
Y también está el papel clave que han jugado y están jugando las
autoridades monetarias y los bancos centrales, públicos y privados de
Japón, de China y Corea del Sur.
Imperio en decadencia queriendo vivir de rentas
La transnacionalización y deslocalización de la producción industrial y
de las finanzas en el contexto del Asia oriental, y particularmente de
China, aumentó el poder de los Estados de esa región y redujo el poder
hegemónico de EE.UU., lo que explica el afán de Washington y los
monopolios en recuperarlo mediante la institucionalización de las reglas
(el chaleco de fuerza) del neoliberalismo, que comprenden aspectos
económicos, financieros, y comerciales, como el crucial respeto al
derecho de propiedad intelectual que figura en el TPP.
En cuanto al "para qué servirá el TPP", es claro que una
institucionalización implica un intento de imponer esta hegemonía
explotadora mediante la aplicación extraterritorial de las leyes
estadounidenses en los mercados de los países signatarios, para aplicar
estrictamente la protección al derecho de propiedad intelectual, entre
otros aspectos más, y así aumentar la captación de la renta por parte de
las empresas transnacionales.
Tal institucionalización proporcionaría a Washington y a los intereses
estadounidenses una poderosa palanca –vía el arbitraje obligatorio fuera
de las cortes- para operar en el marco político y legal de los demás
países signatarios y disponer así de un poder de veto en materia de
cambios políticos o económicos que afecten a sus intereses. Eso es lo
que Washington y Ottawa querían con el ALCA, pero que no pudieron obtener.
La negociación del TPP aceleró el interés de la UE en negociar con
Canadá y EE.UU., y eventualmente con los países de América latina.
Los objetivos son similares: avanzar en la institucionalización que
constituya el chaleco de fuerza que mantenga el orden establecido para
impedir que se fortalezcan en Asia los poderes estatales que restringen
el neoliberalismo, y se consolide en América latina el camino de una
integración regional basada en los principios de nuestras instituciones,
como el ALBA, UNASUR, MERCOSUR y CELAC.
En fin, todo esto define la hegemonía explotadora que puso en marcha el
imperialismo estadounidense, y que muy bien puede estar señalando tanto
el ocaso del imperio como el del capitalismo.
La Vèrdiere, Francia.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
Notas:
1.- La expresión "hegemonía explotadora" fue acuñada por el economista
estadounidense David Calleo (1) para describir las "potencias en declive
(que) en lugar de conformarse y amoldarse, intentan apuntalar su
tambaleante preeminencia en una hegemonía explotadora". David Calleo,
Beyond American Hegemony: The Future of the Western Alliance, New York,
Basie Books, 1987, página 142, citado por Giovanni Arrighi y Beverly J.
Silver.
2.- Ver las "cinco proposiciones" que forman las conclusiones del libro
de los sociólogos Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, "Caos y orden en
el sistema-mundo moderno", ediciones Akal (2000).
3.- Immanuel Wallerstein, "Response: Declining States, Declining Rights?
1995. International Labor and Working-Class History 47, citado por
Arrighi y Silver.
4.- Robert Skidelsky, economista e historiador de la economía.
The Rise of Robots (en español)
http://www.project-syndicate.org/commentary/the-future-of-work-in-a-world-of-automation-by-robert-skidelsky/spanish
5.- Vivianne Forrester, autora de "L'horreur économique" (1996),
falleció a comienzos de mayo de este año, a la edad de 87 años. Se
pueden consultar las entrevistas en L'Humanité en 1996 y 2000: (1996):
http://www.humanite.fr/social-eco/deces-de-viviane-forrester-auteure-de-lhorreur-eco-533610
(2000)
http://www.humanite.fr/node/424533
6.- Sobre estas negociaciones ver
http://rabble.ca/blogs/bloggers/council-canadians/2013/04/five-reasons-canada-should-not-ratify-canada-eu-free-trade-
Y
http://www.globalresearch.ca/the-trans-pacific-partnership-tpp-an-oppressive-us-led-free-trade-agreement-a-corporate-power-tool-of-the-1/5329497
http://www.globalresearch.ca/the-trans-pacific-partnership-obamas-secret-trade-deal/5329911
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