martes, 17 de septiembre de 2013

[alai-amlatina] Obama y las relaciones con América Latina

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Obama aún no toma en serio mejora de relaciones con América Latina

Mark Weisbrot

ALAI AMLATINA, 17/09/2013.- El presidente Richard Nixon contaba con
varias razones para realizar su histórica visita a China en 1972,
abriendo así una nueva era en las relaciones EEUU-China: "Estamos
haciendo lo de China para fregar a los rusos, para ayudarnos en Vietnam
y para mantener a los japoneses en línea", le dijo a su consejero de
seguridad nacional, Henry Kissinger en julio de 1971. Pero también
habíamos reconocido algo más, luego de unos 22 años de revolución china:
la independencia de ese país ya no era reversible.

Desafortunadamente, Washington no ha llegado todavía a la misma
conclusión con relación a América Latina, y particularmente Suramérica,
cuya "segunda independencia" probablemente representa uno de los hechos
geopolíticos más importantes a nivel mundial de los últimos 15 años.
Washington aún ve el giro hacia la izquierda de la región –y la
independencia consolidada por sus gobiernos de izquierda–, como un
cambio temporal que puede revertirse.

Obama prometió "un nuevo comienzo" en la Cumbre de las Américas del 2009
en Trinidad. Pero en menos de 24 horas, su equipo le echó agua fría a
esa idea y se hizo evidente que no habría un cambio inminente en la
política. Aun así, había esperanza –hasta que se dio el golpe militar en
junio contra el Presidente democráticamente electo de Honduras. Las
varias medidas por parte del gobierno de Obama para contribuir al éxito
del movimiento golpista, y su legitimación mediante elecciones que nadie
al sur de la frontera de los EEUU estaba dispuesto a reconocer,
nuevamente produjo un enfrentamiento entre Washington y el resto de la
región.

La negativa por parte de la administración estadounidense de reconocer
las elecciones de abril de este año en Venezuela, a pesar de los
indudables resultados y en marcado contraste con el resto de la región,
fue muestra de una agresividad que Washington no había exhibido desde el
golpe de Estado de 2002. Provocó una ola de reprensiones desde
Suramérica, inclusive del ex-presidente de Brasil, Lula da Silva, y de
su actual presidenta, Dilma Rousseff. Seguidamente, menos de dos meses
después, el Secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, inició una
nueva "distención", al encontrarse con su par venezolano, Elías Jaua en
el primer encuentro de tal nivel que podamos recordar, reconociendo
implícitamente los resultados de la elección.

Las nuevas esperanzas fueron rápidamente frustradas cuando los gobiernos
europeos, actuando claramente en nombre de los Estados Unidos, forzaron
al avión de Evo Morales a aterrizar en julio. "Definitivamente están
todos locos", tuiteó la presidenta Cristina Kirchner, y UNASUR emitió un
contundente reclamo. La descarada violación del derecho internacional y
de las normas diplomáticas fue una muestra más del irrespeto de
Washington hacia la región.

Existen razones estructurales por las cuales el gobierno de Obama se ha
negado repetidamente a aceptar una nueva realidad. Aunque el presidente
Obama quiera mejores relaciones con la región, está dispuesto a invertir
apenas $2 en capital político para lograr este propósito. No es
suficiente. Cuando trató de nombrar un embajador en Venezuela, en el año
2010, por ejemplo, los republicanos (incluido el despacho del entonces
senador Richard Lugar), exitosamente truncaron el intento.

Para el presidente Obama, no existen consecuencias electorales por tener
malas relaciones con América Latina. Contrariamente a Afganistán,
Pakistán, Siria y otras zonas de conflicto armado o de potencial guerra,
parece haber poco peligro inmediato de que algo le estalle en la cara y
le causarle daño político a su gobierno o a su partido. La principal
presión electoral proviene de aquellos que desean oponerse con más
fuerza a los gobiernos de izquierda –por ejemplo, los cubanoamericanos
de derecha y sus aliados en el Congreso que actualmente dominan la
cámara de representantes. A la mayoría de elementos que rigen la
política exterior no les importa en absoluto la región; a quienes sí les
importa en su mayoría piensan que el giro hacia la izquierda es un hecho
momentáneo y debe ser invertido. Y ese parece ser el objetivo de
Washington en el hemisferio: deshacerse finalmente de los gobiernos de
izquierda. Mientras tanto, Washington está ampliando su presencia
militar donde tiene control (Ej. Honduras), dispuesto a apoyar el
derrocamiento de gobiernos de izquierda cuando se presenta la
oportunidad (Ej. Paraguay, el año pasado).

Por todas estas razones y otras más, existe una notoria inercia y
uniformidad en la política (fallida) hacia América Latina en los últimos
15 años, a pesar de profundos cambios históricos en la región. Esta
inercia y uniformidad se ven reflejadas en la ausencia de debate en
torno a la política hacia América Latina entre los círculos establecidos
de Washington en materia de política exterior, incluyendo en la prensa.

Hasta que no exista un gobierno en los EEUU que verdaderamente
transforme su visión de América Latina, que vea la región como un socio
hemisférico en vez del "patio trasero de los Estados Unidos" –como
lamentablemente el Secretario de Estado, John Kerry, la calificó en
abril– no hay razón para esperar que las relaciones entre los EEUU y
América Latina mejoren mucho.

- Mark Weisbrot es codirector del Centro para la Investigación en
Economía y Política (CEPR, por sus siglas en inglés) en Washington, D.C.
También es presidente de 'Política Exterior Justa' (Just Foreign Policy).

http://www.cepr.net/index.php/other-languages/spanish-op-eds/obama-aun-no-toma-en-serio-mejora-de-relaciones-con-america-latina

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