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El nuevo gobierno de Paraguay y la integración regional
Adilio Lezcano
ALAI AMLATINA, 25/06/2013.- La elección desarrollada en Paraguay el
pasado 21 de abril llevó a Horacio Cartes a la Presidencia de la Mano
del partido colorado. Estas elecciones tuvieron como antecedente la
destitución, en un proceso sumarísimo, a Fernando Lugo, Presidente de la
República del Paraguay. Hecho político, a su vez, apoyado en el pretexto
de una supuesta emboscada de un grupo de campesinos, que no supera un
número de cincuenta personas, a unos policías que superaban fácilmente
los trescientos, en Marina Kue en el distrito de Curuguaty departamento
de Canindeyú.
La idea de la emboscada fue insuflada por los medios corporativos que
responden a poderes económicos de la oligarquía paraguaya con dos
objetivos; primero: la defenestración del primer mandatario paraguayo, y
segundo, la idea de activar con fuerza la existencia de un enemigo
interno belicoso que hay que combatir. La presencia del enemigo interno
se instala con un plus que no puede pasar desapercibido, cual es, la de
asumir el discurso y las reivindicaciones de los sectores populares que
en Paraguay son víctimas de un modelo económico excluyente. Darle este
discurso a un grupo considerado "terrorista" no tiene otro objetivo que
criminalizar las protestas populares por la escandalosa desigualdad
reinante en el país.
¿Por qué la criminalización a las organizaciones contestarías, y la
intención del sistema de vincularlas con el Ejército del Pueblo
Paraguayo (EPP)? La idea principalmente pasa por el debilitamiento de
las organizaciones de base que apoyaban críticamente y sostenían a un
gobierno ciertamente aperturista; y en segundo lugar concomitantemente
separar a Fernando Lugo de su base, dispersa por cierto, pero que
apoyaba su gobierno, ante una nula base organizada que pudiera en su
momento apoyar sus políticas. Este alejamiento vulneró su soporte al
frente del gobierno, pues era lo único que lo apuntalaba.
La destitución de Fernando Lugo no sólo responde a una movida interna
del país en cuestión, sino a un proyecto de desarticulación de los
gobiernos progresistas de la región de Latinoamérica. Es por ello que el
Paraguay fue suspendido en el Mercosur y en la UNASUR, y el gobierno
golpista no fue reconocido por la comunidad internacional; dando estos
países el mensaje, a aquellos promotores, que no se tolerará un
retroceso y menos un ataque a la unidad regional; e internacionalmente
que no se tolerará el atropello a los procesos democráticos.
Esta reacción frenó a los mentores de tan nefasta idea, pero se urdió
otra idea para la desarticulación del bloque sudamericano ante la
repentina desaparición del líder bolivariano Hugo Chávez, con la
conformación de la Alianza del Pacífico liderada por Colombia y
regenteada por el imperialismo norteamericano como respuesta
fundamentalmente al MERCOSUR, UNASUR y CELAC, es una muestra clara de
ello. Para que este plan tenga resultados para el imperio, debe lograr
adhesiones de gobiernos del Cono Sur aislando de esta manera a Brasil,
Argentina y Venezuela.
En este escenario, el Presidente de Paraguay que asumirá en agosto
próximo, está navegando, sus primeros discursos y acciones con relación
a la región, apuntando inicialmente hacia la integración regional, pero
esto cambió drásticamente después del asesinato de Luis Alberto
Lindstron Picco, ocurrido el 31 de mayo pasado en Tacuatí. El luctuoso
suceso permitió rebrotar la figura del EPP como grupo irregular
responsable del hecho, a esto acompañó automáticamente al unísono los
poderes económicos el pedido de la necesidad de combatir al grupo con
respuestas del gobierno paraguayo. En este discurso subyace un
acercamiento a Colombia que tiene un supuesto combate efectivo en contra
de la guerrilla, pero en el fondo está el cambio de dirección de la
política exterior planteado inicialmente por el Presidente electo, todo
esto direccionada al fortalecimiento de la Alianza del Pacifico.
Al Paraguay, a las claras le conviene estar en un bloque regional,
fortalecerlo y nutrirse del económicamente como así también
culturalmente. Los partidos tradicionales -Partido Colorado y el Partido
Liberal -obedientes al poder económico vinculado a los intereses de las
corporaciones transnacionales no van a oponerse al alejamiento de los
organismos regionales de integración promovido por las economías
emergentes. Ante la falta de lucidez u obsecuencia de los partidos
tradicionales la tarea de reorientar la política exterior va a
corresponder a los sectores democráticos y de izquierda, hoy con
presencia parlamentaria.
Es por ello, que es imperiosa la necesidad que los sectores de izquierda
y democráticos en Paraguay, empiecen a evaluar esta situación, apuntando
a la unidad de los sectores democráticos, con reglas claras que afirme
una democracia en la organización interna y evitar el sectarismo. Otro
desafío es definir las estrategias ante la decadencia mundial de un
modelo económico capitalista y un poder hegemónico agotado; cuyas
repercusiones políticas en las cuestiones internas de los países es
palpable. Esta determinación permitiría equilibrar la correlación de
fuerzas a nivel interno y eventualmente aportar en la integración regional.
- Adilio Lezcano es Licenciado en Matemática por la Universidad Nacional
de Pilar
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