El oxímoron de los "mercados autorregulados"
Alberto Rabilotta
ALAI AMLATINA, 02/02/2012.- Oxímoron, en el Diccionario de la Lengua
Española, significa "combinación en una misma estructura sintáctica de
dos palabras o expresiones de significado opuesto, que origina un nuevo
sentido: por ejemplo, silencio atronador". Otro ejemplo (que no figura
en el diccionario) es la expresión "mercados autorregulados", o sea el
sistema neoliberal que para sobrevivir "exige regularmente la
intervención estatal y la acción coercitiva del Estado".
El Consenso de Bruselas, como antes el Consenso de Washington
En la Cumbre de la Unión Europea (UE) que tuvo lugar en Bruselas el
pasado 30 de enero se acordó un Tratado sobre la Estabilidad,
Coordinación y la Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria que por
insistencia de Alemania, como señala el diario británico The Guardian,
convierte a la Comisión Europea (CE) en organismo "escrutador" de los
presupuestos estatales que de ahora en adelante confeccionarán los
países miembros de la UE, y a la Corte de Justicia Europea (CJE) en la
institución que aplicará "el rigor fiscal" en la zona euro (ZE).
Para decirlo más claramente, este Tratado (que no forma parte de los
Tratados de la UE para evitar el proceso de ratificación y permitir que
entre en vigor con únicamente el apoyo de sólo 12 de los 27 países de la
UE) convierte a la CE en la instancia supranacional que decidirá, en
lugar de los parlamentos, la política del gasto estatal, y a la CJE en
la "policía fiscal supranacional" que, retomando la cobertura del diario
británico, "puede aplicar de manera casi automática" multas a los
Estados que de manera persistente no cumplan con las nuevas reglas que
ilegalizan los déficits fiscales. Y el Tratado hace obligatorio para los
17 países de la ZE, y aquellos que serán aceptados en el futuro, la
adopción de legislaciones de cumplimiento obligatorio o enmiendas
constitucionales para "abolir el derecho de los gobiernos a incurrir en
excesivos niveles de deuda nacional".
La Canciller alemana Angela Merkel, según el diario, dijo que "este
freno a la deuda será de cumplimiento obligatorio y válido por la
eternidad. Nunca (los gobiernos) podrán cambiarlo mediante una mayoría
parlamentaria". O sea, para decirlo en términos más crudos, la
democracia parlamentaria nunca podrá liberarse de esta camisola de
fuerza impuesta por los "sagrados" intereses de la plutocracia
financiera y sus aliados.
En suma, la UE institucionalizó para la ZE un engendro equivalente al
Consenso de Washington (CW de 1989) que con sus diez mandamientos (1)
sirvió para que el Banco Mundial, el FMI y demás instituciones
controladas por Estados Unidos (EE.UU.), impusieran en América latina
durante la década de los 90 las políticas de gobierno destinadas a
destruir lo que quedaba en pie del "Estado benefactor" y hacer germinar
los "mercados autorregulados", o sea el neoliberalismo: políticas de
austeridad, de déficit cero, de libre comercio, de inversiones
extranjeras protegidas, de privatización de los servicios públicos, la
"movilidad" laboral para destruir los sindicatos y aplicar bajas
salariales, entre otras cosas más que provocaron desastrosas y durables
consecuencias socioeconómicas para los pueblos latinoamericanos.
Tal política será ahora aplicada de manera total en Grecia y demás
países de la ZE que cargan con el fardo de una deuda pública producto,
en buena medida, de la "socialización" de las pérdidas de los bancos
privados europeos, que dicho sea de paso han sido y seguirán siendo
salvados de la insolvencia por el Banco Central Europeo para que
recuperen la posición dominante en el sector financiero.
La deriva autoritaria del gobierno de la señora Merkel quedó en
evidencia en los días que precedieron a la Cumbre de Bruselas, cuando
funcionarios alemanes filtraron a la prensa que Alemania exigía que
"Grecia cediera su poder en materia de presupuestos a la UE". La
propuesta de enviar un "comisario" de la UE para elaborar el presupuesto
del gobierno de Atenas causó revuelos en Grecia, Italia y otros países
endeudados que, a cambio de una "ayuda" que salvará a los bancos
acreedores, deben aplicar los brutales programas de ajustes
estructurales y la política de "cero déficit" presupuestario.
Hay analistas, como el estratega de inversiones Marshall Auerback (The
Germans Launch a Blitzkrieg on the Greek Debt Negotiations, en
nakedcapitalism.com) que en esta amenaza de la Canciller Merkel y la
Troika (la CE, el Banco Central Europeo y el FMI), de que "la austeridad
fiscal será aplicada en nuestros términos", ven una señal a los otros
países endeudados, como Portugal, España, Irlanda e Italia: "Traten
Ustedes de renegociar (la deuda) como están haciendo los griegos y los
pondremos bajo nuestro control. La otra alternativa es que se vayan de
la ZE".
.
Sin pesimismo, pero el presente se parece mucho al pasado
En 1944, cuando la segunda Guerra Mundial provocada por el fascismo
estaba terminando en Europa y continuaba en Asia, el economista húngaro
Karl Polanyi publicaba en Londres la primera edición de La Gran
Transformación, un libro muy bien documentado sobre la historia del
liberalismo económico, el "laissez-faire" o los "mercados
autorregulados", las crisis que provocó a lo largo del siglo 19 y
comienzos del 20, su desplome como consecuencia de la Gran Depresión de
los años 30 y el surgimiento del corporativismo fascista.
"Retrospectivamente se cargará al activo de nuestra época el haber
asistido al final del mercado autorregulador. Los años veinte (del siglo
20) vieron el prestigio del liberalismo económico en su apogeo. Centenas
de millones de seres humanos sufrieron el flagelo de la inflación,
clases enteras, naciones enteras fueron expropiadas. La estabilización
de las monedas devino el punto focal del pensamiento político de pueblos
y de gobiernos; la restauración del patrón oro se convirtió en el
objetivo supremo de todos los esfuerzos organizados en el terreno de la
economía. Se reconoció el reembolso de los empréstitos extranjeros y el
retorno a una moneda estable como las piedras de toque de la
racionalidad en política, y se consideró que ningún sufrimiento
personal, ninguna injerencia en la soberanía era un sacrificio demasiado
grande para recuperar la integridad monetaria. La privación de los
desempleados a quienes la deflación había hecho perder sus empleos, la
indigencia total de los funcionarios cesanteados, sin siquiera una
pensión de miseria; e incluso el abandono de los derechos de la nación y
la pérdida de las libertades constitucionales fueron juzgadas como un
precio justo a pagar para responder a las exigencias de presupuestos
sanos y de monedas sólidas, las prioridades del liberalismo económico
(Karl Polanyi, La Grande Transformation, Editions Gallimard, páginas
192-193)
Mientras que actualmente el discurso oficial de los gobiernos,
instituciones y la plutocracia financiera que propulsan el
neoliberalismo ataca cualquier forma de intervencionismo económico, como
las políticas de planificación económica y los estímulos para aumentar
la demanda agregada y generar empleos, aduciendo que los mercados
autorregulados excluyen la intervención estatal, en realidad - y como
señalaba Polanyi en la obra citada – "este liberalismo económico exige
regularmente la intervención estatal "y la acción coercitiva del
Estado". Pero no para beneficio de la economía, del empleo, sino de los
intereses capitalistas que están en posición dominante.
Las sucesivas decisiones de la Cumbre de la UE, y lo mismo podría
decirse de las tomadas por los gobiernos de Washington y Londres desde
que se disparó la crisis en el 2008 y hasta el momento, son pruebas
irrefutables de que los supuestos mercados autorregulados existen y
prosperan en detrimento de la población en general gracias a una
intervención cada vez más coercitiva de los Estados. Como escribe
Polanyi (página 200 de la obra citada), el Estado interviene para
establecer (el liberalismo económico) y, una vez establecido, para
mantenerlo.
¿Cuáles son los peligros de este intervencionismo antipopular y
autoritario del Estado para mantener el neoliberalismo? Recapitulando
sobre el nacimiento y la expansión del fascismo como consecuencia de la
crisis monetaria, financiera y económica de los años 30, Polanyi apunta
que "la obstinación con la cual, durante diez críticos años, los
defensores del liberalismo económico habían sostenido el
intervencionismo autoritario al servicio de las políticas deflacionistas
tuvieron como consecuencia pura y simple el debilitamiento decisivo de
las fuerzas democráticas (los partidos socialdemócratas y socialistas,
los sindicatos) que habrían podido desviar la catástrofe fascista. Gran
Bretaña y Estados Unidos, que no eran los sirvientes sino los patrones
de la moneda, abandonaron el patrón oro lo bastante rápido como para
escapar a este peligro (página 302), y agrega más adelante (página 305)
que si jamás un movimiento político respondió a las necesidades de una
situación objetiva, en lugar de ser la consecuencia de causas fortuitas,
ese fue bien el fascismo.
El fascismo, continúa Polanyi, proponía una manera de escapar a la
situación institucional sin salida que era, en lo esencial, la misma en
un gran número de países, y por lo tanto el ensayo de este remedio
sirvió para propagar por doquier una enfermedad mortal. Así mueren las
civilizaciones. Podemos describir la solución fascista al impasse en el
cual se había metido el capitalismo liberal como una reforma de la
economía de mercado realizada a cambio de la extirpación de todas las
instituciones democráticas, a la vez en el terreno de las relaciones
industriales y en el campo político.
No es casual que hoy día, en una situación de grave crisis y con el
desempleo alcanzando niveles inaceptables en la UE, particularmente
entre los jóvenes, con el empobrecimiento enraizándose aun en partes de
la clase media, que la extrema derecha neofascista haya llegado o forme
parte de los gobiernos de varios países europeos. Una extrema derecha
consistentemente antidemocrática que retoma las banderas del
nacionalismo primario y excluyente, que no abandonó su esencia
xenofóbica ni el uso de la lucha de clases para amedrentar a las fuerzas
realmente progresistas, y que, como en su origen Mussolini y los nazis
alemanes, tienen un demagógico discurso "anticapitalista" para atraer el
voto de los trabajadores afectados por las bajas salariales o el
despido, de la pequeña burguesía aplastada por los monopolios
comerciales, industriales y financieros, de las clases medias
empobrecidas y carentes de perspectivas.
Todo lo anterior es también válido para Gran Bretaña, EE.UU., Canadá y
otros países capitalistas avanzados, donde es evidente una deriva
autoritaria que se acentúa con la concentración del poder - por la
exclusión evidente de los parlamentos y asambleas nacionales del proceso
de debate y toma de decisiones de cualquier asunto de importancia - en
manos de los Poderes Ejecutivos que defienden exclusivamente los
intereses de las finanzas, de las transnacionales, las petroleras y
mineras que a su vez financian los partidos políticos de gobierno, o sea
los partidos que se alternan para fundamentalmente proseguir la misma
política.
Esta deriva autoritaria para salvar los mercados autorregulados puede
terminar en una vieja o nueva forma de totalitarismo. Todo está en su
lugar para reprimir el descontento popular que lógicamente nacerá
masivamente en los próximos meses, a medida que la situación se
deteriore en muchos países. La represión es un elemento indispensable
para poder aplicar esta austeridad salvaje. Así fue en Sudamérica,
tierra de experimentación del neoliberalismo, de todas las terapias de
choque y demás infamias del sistema imperialista, como suele recordar el
historiador estadounidense Greg Grandin.
Nota
1.- Los "diez mandamientos" del CW están en su mayoría incluidos en los
Tratados y principios que guían la UE. El Tratado adoptado el 30 de
enero pasado retoma "primer mandamiento" y lo convierte en un absoluto:
Disciplina presupuestaria. Los presupuestos públicos no pueden tener
déficit. Los nueve "mandamientos del CW" son los siguientes:
Reordenamiento de las prioridades del gasto público; Reforma Impositiva
(ampliar las bases de los impuestos y reducir los más altos);
Liberalización de los tipos de interés; Un tipo de cambio de la moneda
competitivo; Liberalización del comercio internacional; Eliminación de
las barreras a las inversiones extranjeras directas; Privatización
(venta de las empresas públicas y de los monopolios estatales);
Desregulación de los mercados; Protección de la propiedad privada.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
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