Alimentos y agricultura frente a la crisis energética
Gerardo Honty
ALAI AMLATINA, 03/04/2012.- La Organización para la Alimentación y 
Agricultura (FAO) alerta sobre la amenaza que implica la previsible 
escasez de petróleo para la alimentación de la población mundial, y 
presenta una serie de medidas tendientes a mitigar los impactos de la 
crisis que se avecinaría. Los países más ricos, al depender más de 
combustibles fósiles, son los más vulnerables ante la crisis que se 
avecina, y son también los que desperdician más alimentos.
En su reporte sobre alimentos y eficiencia energética, se recuerdan 
aspectos conocidos: el papel creciente del petróleo y el gas natural 
como insumos de la producción agropecuaria que trajo aparejada la 
Revolución Verde, ha hecho que los costos y precios de los alimentos 
estén cada vez más atados a los costos de los hidrocarburos. Sumado a 
ello, el "pico" del petróleo convencional, alcanzado en el año 2006 
según la Agencia Internacional de la Energía, pone en severo riesgo a 
toda la cadena alimentaria mundial.
En el reporte ("Energy-Smart Food for People and Climate", publicado a 
fines de 2011), se cita, por ejemplo, que la fabricación de nitrógeno 
para la fertilización química de los suelos consume la mitad de los 
combustibles fósiles que requiere la producción primaria de alimentos.
Sin embargo los mayores requerimientos de energía de la alimentación no 
están en la fase de producción (que consume apenas el 20% del total), 
sino en las etapas de procesamiento y distribución. Aquí la FAO hace una 
distinción que merece la pena destacar: en la estructura de la cadena 
alimentaria dstingue entre los países de alto y bajo ingreso per cápita. 
Entre los primeros (unos 50 países del globo), el mayor consumo de 
energía está en las etapas de procesamiento y transporte (3 a 4 veces 
más que la requerida para la producción), mientras que en las naciones 
de menores ingresos (176 casos), la mayor proporción se gasta en la cocción.
Esto hace más "vulnerables" a los países más ricos ante la ausencia de 
combustibles. En el caso de Estados Unidos, se indica que los alimentos 
que componen la dieta diaria de cada habitante recorren más de 8 mil 
kilómetros en promedio antes de llegar a su mesa. La desproporcionada 
cantidad de energía utilizada en el transporte hace que las relaciones 
de entradas / salidas energéticas sea de 7 a 1. Es decir, para cada 
kilocaloría ingerida en la dieta estadounidense, se necesitan 7 
kilocalorías de insumos energéticos.
Pero no toda la comida producida se consume. En los países de altos 
ingresos se produce un 50% más de alimentos que los necesarios 
domésticamente, los cuales terminan "perdiéndose". En Europa y Norte 
América van a dar al tacho de basura cada año entre 95 y 115 kg de 
comida por persona. La FAO estima que un 38% de toda la energía que se 
requiere para el abastecimiento global de alimentos se pierde junto con 
ellos.
Para el 2030 se espera que la demanda global de energía y agua aumente 
un 40%, y la de alimentos en un 50%. Según este reporte de la FAO, los 
cambios de hábito de consumo en los países asiáticos con la 
incorporación de la carne vacuna en su dieta es uno de los factores que 
más inciden en estas proyecciones. Mientras que para obtener un kilo de 
pollo se necesita un kilo de cereales, para obtener un kilo de carne 
vacuna se requiere de 8 kilos de cereales.
También están ocurriendo cambios en la forma de producción. La rápida 
maquinización e industrialización de la agricultura en los países 
asiáticos (particularmente India y China) está modificando la matriz 
energética de la cadena de alimentos asemejándola a la de los países de 
altos ingresos. Esto llevará a estos países a padecer las mismas 
amenazas que hoy aquejan a los países centrales ante la escasez o 
volatilidad de los precios del petróleo.
Las soluciones que ofrece el nuevo reporte tampoco son novedosas. Entre 
otras reducir el desperdicio de alimentos, consumir alimentos producidos 
localmente, incorporar la energía endógena de la producción agropecuaria 
(residuos, biogás, etc.) y aplicar prácticas agroecológicas.
Los países "en vías de desarrollo", particularmente, deberían tomar nota 
de estas previsiones. Continuar alentando la agricultura industrial los 
está volviendo cada vez más dependientes de un recurso en declive y 
haciéndolos más inestables ante la inevitable suba de los precios de los 
hidrocarburos. Muchos de estos países aún tienen el conocimiento de las 
prácticas agrícolas previas a la revolución verde, las que sumadas a los 
nuevos conocimientos de las técnicas agroecológicas podrían reducir esta 
vulnerabilidad.
Claro que este enfoque implica necesariamente abandonar la vieja 
concepción de "progreso" que nuestras sociedades han abrazado con tanto 
fervor como su petrodependencia.
- Gerardo Honty es investigador en Energía y Cambio Climático de CLAES 
(Centro Latino Americano de Ecología Social)
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