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Lecciones de los padecimientos del presidente boliviano
Yakov Rabkin
ALAI AMLATINA, 12/07/2013.- El episodio con el avión del Presidente
boliviano expone casi tantas verdades como las revelaciones de Snowden.
Estas verdades son tan reales como convenientemente ocultadas del
escrutinio público. La cuestión sigue siendo, por supuesto, en qué
medida el público realmente quiere conocerlas. Quizás las democracias
desarrolladas dependen del consentimiento de las personas que, como lo
dijo el salmista, "tienen boca pero no pueden hablar, y ojos que no
pueden ver."
En primer lugar, Snowden no es un prófugo de la justicia con una orden
de detención de Interpol. Estados Unidos (EE.UU.) lo acusa de espionaje,
lo que es un delito político que no cae bajo las categorías habituales
que llevan a la detención y extradición a otros países. Refugiados
políticos han sido enviados a sus países de origen, pero tales
precedentes difícilmente pueden ser fuente de jurisprudencia. En 1939 la
NKVD de Stalin, por ejemplo, entregó a comunistas alemanes, incluidos
algunos judíos, a la Gestapo.
En segundo lugar, aun asumiendo que Snowden fuese un conocido criminal
fugitivo de la justicia, no existe precedente de violación de la
inmunidad diplomática del Presidente de un país a partir de una
información, y ni siquiera de una sospecha, de que el fugitivo se
encuentra a bordo del avión presidencial.
Esto contrasta marcadamente con la connivencia que en materia del uso de
su espacio aéreo esos mismos países europeos han tenido con EE.UU. en su
práctica de "entregas extraordinarias". Esto también trae a la mente la
pronta aceptación de las empresas financieras transnacionales, tales
como Visa, Mastercard y PayPal, a la solicitud de EE.UU. de impedir la
transferencia de fondos a Wikileaks, cuando ni Wikileaks o su fundador
Assange habían sido condenados por delito alguno ante un tribunal de
justicia (e incluso, si se les hubiese condenado tendría que haber sido
por el delito político de espionaje).
En tercer lugar, este episodio muestra la creciente irrelevancia de los
gobiernos nacionales. Las protestas del Presidente francés, François
Hollande, por las actividades de inteligencia de EE.UU. en su país
suenan huecas e hipócritas cuando el gobierno francés ordena cerrar el
espacio aéreo de Francia para el avión del presidente boliviano, a menos
que, por supuesto, los aparatos militar y de inteligencia de Francia
mostraron una más fuerte lealtad a sus homólogos estadounidenses que al
Presidente de su país.
O estos organismos están actuando con total independencia del gobierno
nacional, recibiendo de manera rutinaria sus órdenes de la OTAN.
Entidades supranacionales, como la Unión Europea o el FMI, así como
gigantescos intereses de las empresas transnacionales se han
acostumbrado a obviar a los gobiernos nacionales y los electorados que
mantienen el regulado ritual de elecciones democráticas. Por eso no es
de extrañar que los principales acuerdos comerciales internacionales
sean hoy en día negociados en secreto.
Cuarto, la dificultad de Snowden para encontrar una tierra de asilo
muestra cuán obedientes, con muy pocas excepciones, los países han
devenido ante la única superpotencia mundial de la actualidad. Al
parecer, esta obediencia a EE.UU. pisotea toda pretensión de mantener la
ley y la justicia internacional.
Estas violaciones del derecho internacional fueron llevadas a cabo a
instancias de un país que ha rechazado integrarse a la Corte
Internacional de Justicia de La Haya, y que da muestras de una
proverbial aversión a que sus ciudadanos, en particular su personal
militar y político, sean sometidos a jurisdicciones extranjeras o
transnacionales. De hecho, las revelaciones de Snowden y Wikileaks sólo
confirman lo que los observadores informados han asumido desde hace
tiempo: en la ausencia de un contrapeso internacional creíble,
Washington comete cualquiera y todas las infracciones del derecho y de
las convenciones internacionales, incluidas las leyes de la guerra.
De manera tácita la mayoría las élites occidentales cooperan más o menos
con Washington. Esto no debería sorprendernos, ya que sus intereses
estén más alineados con las elites de otros países que con los
ciudadanos de sus propios países. Al parecer, esto no sólo pasa cuando
se trata de imponer medidas de austeridad económica, incluso en casos
como el gobierno de Hollande en Francia, elegido para defender la
justicia social.
La inspección del avión de Evo Morales en la pista del aeropuerto de
Viena ha puesto de relieve el derecho de los políticos, militares y de
las elites empresariales para imponer su voluntad en Europa. No tiene
sentido distinguir entre la abiertamente sumisa "Nueva Europa" al Este
del río Elba, al resto del continente que ya ni siquiera trata de
mantener las apariencias. (Traducción: Alberto Rabilotta, para ALAI)
- Yakov Rabkin, del Departamento de Historia de la Universidad de
Montreal, Quebec, Canadá.
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