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Diálogo con Miguel Altieri y Marc Dufumier
Crisis alimentaria y agroecología
Sally Burch
ALAI AMLATINA, 23/07/2013.- Existe un interés creciente, no solo en el
mundo rural sino también en la población urbana, por la agricultura
ecológica, debido a su potencial para asegurar una alimentación sana y
con menor impacto ambiental. No obstante, hasta ahora se lo ve más bien
como una opción marginal del sistema alimentario, mientras se sigue
imponiendo la visión de que sólo con la agricultura a gran escala se
podría responder a las necesidades alimenticias del mundo. Pero, ¿qué
hay de cierto en todo eso?
Un primer hecho a notar es que el hambre crónica que se padece en el
mundo no se debe a una escasez en la producción de alimentos. En eso las
cifras están claras. Cada persona requiere ingerir unas 2200
kilocalorías por día, para lo cual se necesita producir unos 200 kilos
de cereales por habitante por año, o su equivalente en forma de papa,
yuca, o similares. La producción mundial actual es de 330 kilos por
habitante, o sea que hay una sobreproducción de comida, suficiente como
para alimentar a 9 mil millones de personas, la cifra de población
mundial estimada para el año 2050.
Estos datos nos proporcionaron dos investigadores, en sendas entrevistas
que realizamos para profundizar sobre las causas de la crisis
alimentaria y las alternativas que ofrece la agroecología. Se trata de
Miguel Altieri, profesor de la Universidad de California en Berkeley,
quien es también presidente de la Sociedad Científica Latinoamericana de
Agroecología -SOCLA-; y Marc Dufumier, profesor en el Instituto Nacional
Agroeconómico de París, AgroParisTech.
Dufumier reconoce que la crisis alimentaria se agudizó en estos últimos
4 años, "pero ya en 2006 había 800 millones de personas que tenían
hambre. Ahora hay un poquito más, pero es estructural, no es una crisis
coyuntural", afirma: "es un problema de pobreza en términos monetarios.
La gente no tiene poder de compra". En el mismo sentido, Altieri
recalca: "un tercio de la población humana gana menos de dos dólares por
día, entonces no tiene acceso a la comida. En Europa y en EE.UU. se bota
aproximadamente 115 kilos por persona por año de comida, suficiente para
alimentar a toda África". Otros factores que contribuyen a la crisis
alimentaria, señalados por nuestros entrevistados, incluyen el aumento
de la producción agrícola para alimentar a los carros en lugar de las
personas; el incremento del consumo de carne (que se extiende ahora en
países de gran población como China e India), siendo que se necesitan de
tres a diez calorías alimenticias vegetales para producir una caloría
animal; el sistema de distribución de alimentos, y otros problemas
estructurales relacionados con el control de las multinacionales sobre
el sistema alimentario.
Para Altieri, la crisis alimentaria, acoplada a la crisis energética, la
ecológica y la social, "es una crisis del capitalismo, de un modelo
industrial de agricultura que se basó en premisas que hoy ya no son
válidas". Lo explica en estos términos: "cuando se crea la revolución
verde en los años 1950-60, se crea un modelo de agricultura maltusiano,
que percibe el problema del hambre como un problema de mucha población y
poca producción de alimentos; y que había que cerrar la brecha trayendo
tecnologías del Norte al Sur, como las variedades mejoradas, los
fertilizantes, los pesticidas, etc. Ellos asumían que el clima iba a ser
estable, que el petróleo iba a estar abundante y barato, que el agua iba
a estar siempre abundante y que las limitantes naturales de la
agricultura, como las plagas, se podían controlar fácilmente. Y así nos
encontramos hoy en día con una agricultura que ocupa aproximadamente
1.400 millones de hectáreas en monocultivos altamente dependientes de
productos externos, en los cuales los costos de producción varían de
acuerdo a como sube el petróleo; donde tenemos más de 500 tipos de
plagas resistentes a más de mil pesticidas". Uno de los resultados es
que actualmente en el mundo hay "aproximadamente mil millones de
personas hambrientas y por otro lado mil millones de personas obesas,
que son víctimas directas del modelo industrial de agricultura".
Es cierto que este modelo, siendo altamente mecanizado, rebaja
significativamente los costos directos de producción por hectárea; por
lo tanto permite vender alimentos a menor precio a la vez que aumentar
las ganancias. No obstante, Dufumier destaca que esto es una trampa,
pues no toma en cuenta los costos indirectos: sociales, ambientales, de
salud pública, etc. Cita el ejemplo de la leche en polvo barata, que
"nos cuesta sumamente caro, por la contaminación de los suelos, por el
exceso de nitrato en las aguas freáticas, por las hormonas en la leche.
Entonces hay lo que los economistas llaman externalidades negativas",
que impactarán en una menor expectativa de vida y en la salud de la
población. Altieri estima que en el caso de EE.UU., de internar estos
costos, sumarían unos $300 por hectárea de producción.
La agroecología como alternativa
Frente a este modelo, surge la pregunta: en qué medida la agroecología
puede ofrecer soluciones viables; y si se trataría de soluciones
parciales o marginales, o si tiene la capacidad de solucionar el hambre.
Miguel Altieri aclara: "No me gusta caer en el argumento de si la
agroecología podría alimentar el mundo porque, como dije, no es un
problema de producción. Con la agroecología podemos producir alimentos
suficientes para alimentar al mundo, pero si las inequidades, las
fuerzas estructurales que explican el hambre no se solucionan, entonces
el hambre continúa, no importa que sigamos produciendo con agroecología".
La agroecología –nos recuerda– "es una ciencia que se basa, por un lado,
en el conocimiento tradicional campesino y utiliza también avances de la
ciencia agrícola moderna (salvo la biotecnología transgénica y los
pesticidas, por supuesto), pero sí los avances que tienen que ver con
ecología, con biología del suelo, control biológica de plagas, todo eso
se incorpora dentro de la agroecología, y se crea un diálogo de saberes.
En el mundo hay aproximadamente 1.500 millones de campesinos que ocupan
unas 380 millones de fincas, que ocupan el 20% de las tierras, pero
ellos producen el 50% de los alimentos que se están consumiendo en este
momento en el mundo. (La agricultura industrial solamente produce 30% de
los alimentos con el 80% del área agrícola). De esos campesinos, 50%
practican agroecología. O sea, están produciendo el 25% de la comida del
mundo, en un 10% de las tierras agrarias. Imaginen si esta gente tuviera
el 50% de las tierras a través de un proceso de reforma agraria:
estarían produciendo comida en forma abundantísima, con excedente incluso".
Al mismo tiempo, la agroecología trae otras ventajas que no tiene la
revolución verde. "Por ejemplo –señala Altieri– es socialmente
activante, porque para practicarla tiene que ser participativa y crear
redes de intercambio, sino no funciona. Y es culturalmente aceptable
porque no trata de modificar el conocimiento campesino ni imponer, sino
que utiliza el conocimiento campesino y trata de crear un diálogo de
saberes. Y la agroecología también es económicamente viable porque
utiliza los recursos locales, no entra a depender de los recursos de
afuera. Y es ecológicamente viable porque no pretende modificar el
sistema campesino sino optimizarlo. La revolución verde buscó cambiar
ese sistema e imponer un conocimiento occidental sobre el conocimiento
campesino. Por eso ha tenido mucha repercusión en las bases", concluye.
Un factor importante a considerar es que la producción agroindustrial de
gran escala es menor cuando se considera la producción total. O sea, los
monocultivos son más productivos en términos de mano de obra; pero la
agricultura campesina produce mucho más por hectárea. "Si haces un
gráfico de producción total vs área –indica Altieri–, la curva de
producción va bajando en relación al área de la finca. Porque no estamos
comparando producción de maíz con maíz, sino que estamos comparando la
producción total de la finca. ¿Y qué produce el campesino? Produce maíz,
habas, papas, frutas;cría chancho, pollo,... Y cuando analizamos así el
sistema, nos damos cuenta que es aproximadamente 20 a 30 veces más
productiva. Eso da una base muy importante para pensar en reforma agraria".
Otra ventaja es su mejor resistencia al cambio climático. No solo porque
no genera calentamiento global -a diferencia de la agricultura
industrial, con su alto consumo de combustibles fósiles-, sino que hay
evidencias de que resiste mejor fenómenos como las sequías. Los
monocultivos, que crecientemente dominan los paisajes agrícolas del
mundo, "son altamente susceptibles porque tienen homogeneidad genética y
homogeneidad ecológica", como lo evidenció la sequía del año pasado del
Mid-West de EE.UU., la más grande en 50 años, donde la agricultura
transgénica de maíz y soya perdió el 30% de todo el rendimiento, según
Altieri.
Políticas públicas
¿Cuáles serían, entonces, las políticas públicas clave para que un país
promueva y desarrolle en serio la producción agroecológica? Nuestros
entrevistados coinciden en reconocer que la producción agroecológica,
por ser artesanal e involucrar mayor mano de obra, tiene costos de
producción más altos y debe ser mejor pagada; entonces se requieren
políticas de fomento y subsidios que protejan a la agroecología y a los
pequeños agricultores. De este modo se puede lograr que la comida sana
esté al alcance de las mayorías, y que no sea solamente un producto de
consumo de lujo de los sectores adinerados (como ocurre, por ejemplo,
con los productos orgánicos que se exportan al Norte).
Miguel Altieri destaca, en este sentido, la experiencia de Brasil, con
el programa del Ministerio de Desarrollo Rural que compra el 30% de la
producción al campesinado, reconociendo su rol estratégico. Es una
comida sana que se destina al consumo social, en las escuelas, los
hospitales, las cárceles. "La agricultura familiar en Brasil cuenta 4,7
millones de agricultores que producen el 70% de la comida en 30 % de la
tierra; es un papel fundamental para la soberanía alimentaria".
Entendieron que para protegerla, no podían poner a los pequeños
productores a competir ni con los grandes, ni con la producción de
EE.UU. o de Europa "que es una competencia totalmente desleal". El
investigador considera un acierto que ese país haya creado dos
ministerios del sector: el de agricultura, para los grandes productores
(que evidentemente van a seguir existiendo), y el de desarrollo rural
para los pequeños, con proyectos de investigación, extensión, políticas
agrarias específicas para el agricultor campesino. Incluso dice que este
último ministerio tiene más recursos que el de agricultura. "Lo que no
funciona es cuando el ministerio de agricultura cuenta apenas con una
pequeña oficina o secretaría del agricultor familiar", algo que pasa en
la mayoría de países.
Apoyar las prácticas agroecológicas con investigación y con extensión
agroecológica es otro elemento clave. "Mucho gente pregunta: ¿puede la
agroecología alimentar el mundo, puede ser tan productiva? Pero mira,
todos los institutos nacionales de investigación agropecuaria, los
centros internacionales de investigación, las universidades, durante 60
años han financiado investigación en agricultura convencional. ¿Qué tal
si a nosotros nos dieran el 90% de ese presupuesto para apoyar la
agroecología? La historia sería otra", reflexiona Altieri. Señala a Cuba
como el país más avanzado en este sentido, por la situación que enfrentó
en el periodo especial. Una ventaja fue que tenía los recursos humanos
para hacerlo, tenía agroecólogos formados; y a través de la Asociación
Nacional de Agricultores Pequeños –ANAP-, 120 mil agricultores en 10
años incorporaron la agroecología, con altos niveles de producción y
eficiencia energética.
Quizás el obstáculo mayor es la falta de voluntad política, combinado
con intereses multinacionales "que están siempre empujando en el sentido
equivocado". Altieri cree que el cambio climático es lo que finalmente
va a poner los límites a la agricultura industrial. En el caso de países
como Ecuador y Bolivia, cuyas constituciones ya establecen la soberanía
alimentaria, el investigador considera que tienen "una oportunidad
histórica: si no es ahora, ¿cuándo?" Él les ha propuesta establecer un
proyecto territorial piloto, pues "el manejo territorial implica
ecología del paisaje y otras dimensiones del diseño que van mucho más
allá del diseño de la finquita particular. Porque si hay campesinos que
practican la agroecología pero están dispersos, no se puede hacer una
conversión territorial. Así aprendamos, porque no tenemos todas las
respuestas".
¿Una agricultura de pequeña escala?
Nos preguntamos si la agroecología puede aplicarse en cualquier escala,
o si es básicamente para la pequeña agricultura, y si eso es una
limitante. Marc Dufumier considera que, por su esencia, sirve para la
agricultura familiar, aunque reconoce que es más accesible a la mediana
producción familiar que al minifundista, por su poca capacidad de
ahorrar e invertir en tracción animal, carretas, producir estiércol y
fertilizar por la vía orgánica. Las unidades familiares de tamaño
mediano serían, además, las óptimas para generar empleo y evitar el
éxodo rural. Los grandes productores agrícolas, en cambio, "tienen la
capacidad de inversión, pero no tienen el interés, porque quieren
maximizar la rentabilidad del capital financiero invertido, y amortizar
la inversión sobre grandes superficies, entonces su interés es el
monocultivo que es todo lo contrario de la agroecología".
Para Miguel Altieri, en cambio, la agroecología es una ciencia que
entrega principios de cómo diseñar y manejar sistemas agrarios, de
cualquier escala, pero con respuestas tecnológicas diversas, según el
caso. "Yo he mostrado ejemplos de fincas de entre 500 y 3000 has. que se
manejan agroecológicamente. Estoy hablando de un rediseño del sistema
agroecológico con biodiversidad funcional, con rotaciones, con
policultivos, que toman otras formas en la gran escala, porque hay que
usar maquinaria por supuesto, no van a manejar 3000 has. con chuzo ni
con tracción animal. Entonces hay muchos ejemplos de que se puede hacer
a gran escala. Lo que pasa es que en América Latina, dada la importancia
estratégica de la pequeña agricultura, la agroecología siempre se dedicó
a solucionar el problema de la agricultura familiar, campesina, pero eso
no significa que no se pueda aplicar a gran escala".
- Sally Burch, periodista, es integrante de ALAI.
Artículo publicado en la Edición de julio (487) de la revista América
Latina en Movimiento, titulada "La alternativa agroecológica":
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