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El imperialismo nos está atenazando
Alberto Rabilotta
ALAI AMLATINA, 06/06/2013.- Cuando el Presidente de Colombia, Juan
Manuel Santos, anunció que su gobierno firmará un acuerdo de
colaboración con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN),
y que Colombia eventualmente entraría a esa organización belicista, a la
sorpresa siguió una reflexión que ordenó partes del rompecabezas que
faltaban en el diseño del destino que el decadente imperio
estadounidense quiere asignar a Latinoamérica y el Caribe, o mejor
dicho, a esos países de nuestra región que han osado adoptar políticas
socioeconómicas que favorecen el desarrollo para reducir la pobreza.
Países que defienden la soberanía nacional para garantizar los márgenes
necesarios de independencia frente al neoliberalismo, y que ponen parte
de la dirección de este proceso en manos del Estado, de los gobiernos y
parlamentos electos democráticamente, y peor aún, que consultan el rumbo
a seguir con los movimientos sociales y parecen determinados a que
Nuestra América sea per secula seculorum una región de paz, diálogo,
equidad económica, justicia social, solidaridad y amistad entre pueblos
hermanos.
La primera y básica reacción fue que con su declaración, Santos confirmó
las denuncias sobre las injerencias y planes subversivos de EE.UU. y
Colombia hacia Venezuela hechas recientemente por el gobierno del
Presidente Nicolás Maduro. Y también que el conocido titiritero de
Washington vuelve a mover los hilos de la agitación de las fuerzas
reaccionarias para deslegitimar y derrocar a gobiernos electos
democráticamente, como es el caso del gobierno de Nicolás Maduro en
Venezuela, el de Cristina Fernández en Argentina o el de Evo Morales en
Bolivia.
Asimismo se refuerza, con la declaración de Santos, lo que muchos
sospechaban, que la "tenaza" imperial está en marcha para crear las
condiciones "legales" (en las cortes supremas, por ejemplo), de que
seguirán las campañas mediáticas y políticas para sembrar la confusión,
desestabilizar las sociedades y hacer retroceder los avances logrados en
muchos de nuestros países, como por ejemplo en El Salvador.
Y es en ese contexto que Santos quiere formalizar una colaboración que
el gobierno y los militares de su país tienen desde hace décadas con
EE.UU. y varios países claves en la política imperial, que forman parte
de ese bloque militar estando o no en la OTAN, como Israel, por ejemplo.
Sobre todo me remito al esclarecedor análisis sobre las implicaciones
geopolíticas de la decisión del gobierno colombiano que hizo el doctor
Atilio Borón (1), quien al mismo tiempo nos hace ver el otro elefante
con el cual convivimos en el salón durante 15 años: Hasta ahora el único
país de América Latina "aliado extra OTAN" era la Argentina, que obtuvo
ese deshonroso status durante los nefastos años de Menem, y más
específicamente en 1998, luego de participar en la Primera Guerra del
Golfo (1991-1992) y aceptar todas las imposiciones impuestas por
Washington en muchas áreas de la política pública, como por ejemplo
desmantelar el proyecto del misil Cóndor y congelar el programa nuclear
que durante décadas venía desarrollándose en la Argentina. Dos
gravísimos atentados que suman poco más de un centenar de muertos –a la
Embajada de Israel y a la AMIA- fue el saldo que dejó en la Argentina la
represalia por haberse sumado a la organización terrorista noratlántica."
¿El "patio trasero" de la OTAN?
Por mi parte veo que esta declaración de Santos fue hecha cuando en La
Habana, Cuba, su gobierno negocia acuerdos con las guerrillas de las
FARC para poner fin a algunos aspectos de la violencia política,
económica y social que desde hace más de medio siglo marca la trágica
historia de Colombia.
También en el momento en que se anuncia que la Unión de Naciones
Suramericanas (Unasur) está elaborando una doctrina militar del
Continente que busca precisamente liberar a las Fuerzas Armadas de
Unasur de la dominación que EE.UU. ha ejercido sobre ellas a lo largo de
las últimas seis décadas, y cuyo resultado ha sido la antidemocrática y
sangrienta historia que han sufrido la mayoría de nuestros países.
Por todo esto, y lo que se me escapa, no es posible evitar ver un
"carácter subversivo" en la posición de Santos, ni tampoco temer el
resurgimiento a escala suramericana de las políticas que llevaron a
disputas fronterizas entre países hermanos, al establecimiento de bases
militares y a carreras armamentistas. Y a convertir a las Fuerzas
Armadas en árbitro y opción de poder cuando se activan las fuerzas
reaccionarias dirigidas por las oligarquías locales para revertir los
cambios efectuados democráticamente por vía política y que favorecen a
los sectores populares.
Por eso mismo me parece que hay muchos aspectos que estudiar a partir de
la intención de Colombia de incorporarse a la OTAN, porque no importa la
forma que se asegure tendrá esa participación es difícil pensar que será
pasiva, sea por la extremadamente violenta historia que caracteriza a
los militares y grupos de poder en ese país, sino también por la
voracidad que los intereses monopolistas y transnacionales tienen sobre
los recursos naturales de Colombia y la región, que además de
hidrocarburos –lo cual sería suficiente para despertar los instintos de
rapiña imperial-, dispone en abundancia de agua dulce, metales
preciosos, tierras arables, etcétera.
Una OTAN a "geografía y membresía variable"
Recordemos que en el norte de nuestro hemisferio tenemos en "residencia
permanente" a dos miembros fundadores de la OTAN (EE.UU. y Canadá), que
han quedado excluidos de la Celac pero para poder seguir teniendo alguna
influencia sobre nosotros no dejarán que se hunda la OEA, ese antiguo
"ministerio de colonias".
También convivimos con otras dos potencias de la OTAN. Francia –que
convirtió sus colonias en Guadalupe, Martinique y la Guayana francesa-
en "territorios de ultramar"-, y Gran Bretaña con su ilegal ocupación
del territorio argentino de Islas Malvinas, donde dispone de una base
militar.
Dato importante, estas dos ex potencias imperiales han vuelto a cultivar
su larga tradición en materia de "repartirse el mundo", como demuestra
la irresistible tendencia que les aqueja a intervenir militarmente de
manera directa e indirecta en el Oriente Medio y África: Libia, Siria,
Mali, y con perspectivas de ampliarse a Irán.
O sea que es puro cuento eso de que la OTAN tiene una "zona geográfica"
especifica para su membresía o intervenciones militares conjuntas. A
fuerza la tuvo durante la existencia de la Unión Soviética, por razones
de estrategia militar y porque no había otra opción que adaptarse a la
correlación de fuerzas de un mundo bipolar.
Desde hace dos décadas la realidad muestra que el área de intervención
de este agresivo bloque militar del imperialismo es de "geografía y
membresía variable", lo que le permite inmiscuirse y actuar donde y como
quiera, con quien se deje inducir, pero siempre para proteger sus
intereses y apropiarse de los ajenos.
OTAN-TPP, mismo combate y mismos objetivos
La adhesión de Colombia a la OTAN, lo piense así o no el Presidente
Santos, terminará siendo un brazo de la tenaza que ha puesto en marcha
el imperio. El otro brazo es la negociación para incorporar a Colombia,
Perú, Chile y México al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación
Económica (TPP, su sigla en inglés).
Kintto Lucas, Embajador Itinerante de Uruguay para Unasur, Celac, Alba y
la Integración (2), subraya la importancia de Unasur como "un bloque que
más allá de las diferencias políticas o económicas de los países que lo
integran, ha logrado levantarse como espacio de acuerdos y
entendimientos desde la diversidad y ha generado un proceso integrador
diferente", y que se trata de la "propuesta más importante de
integración desde toda América del Sur" porque las anteriores –como
Mercosur- "fueron condicionadas por el libre comercio, porque apostaban
a eso, no a la integración".
Sobre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el
Embajador Lucas escribe que "surgió con la necesidad de consolidar un
espacio amplio que promueva un proceso integrador desde la pluralidad
latinoamericana, desde procesos más diversos y complejos, pero sin la
tutela de Estados Unidos", y que la Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América (Alba), "surgió como una propuesta frente a otro
intento de imposición estadounidense como el Alca".
Y enfatiza que "el mayor enemigo de la integración es el modelo de
desarrollo (…) por ahora hegemónico (que) apuesta al libre comercio mal
entendido, donde quienes dirigen el mercado terminan siendo las grandes
corporaciones, la política comercial se basa en los tratados de libre
comercio con las grandes potencias, tratados neocoloniales que van
contra la integración y la política económica favorecen la especulación
financiera, las importaciones y el consumismo."
Por todo eso debemos analizar la declaración de Santos sobre la OTAN y
la negociación de esos cuatro países para incorporarse al TPP en el
amplio contexto de la "tenaza" de un imperialismo que en su etapa de
"hegemonía explotadora" necesita incorporar a esos importantes países a
un Acuerdo que tiene por objetivo la dominación estadounidense sobre
toda la región del Pacífico, dando así la oportunidad de reconquistar
una gran parte o la totalidad del "patio trasero" de EE.UU., nuestra
región, del que recientemente y con tanto tacto diplomático habló el
Secretario de Estado John Kerry.
Estados Unidos no está solo en este plan. El gobierno Conservador
canadiense del primer ministro Stephen Harper tampoco aceptó la derrota
del ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), lo que explica las
subversivas agendas de Ottawa y Washington hacia los gobiernos
latinoamericanos que buscan rescatar su soberanía, como quedó en
evidencia en el golpe de Estado contra el Presidente Manuel Zelaya en
Honduras, y en las acciones subversivas contra las políticas de rescate
de soberanía socioeconómica de los gobiernos de Venezuela, Ecuador y
Bolivia, por ejemplo.
Canadá, cabe recordarlo, es el país desde donde operan muchas
transnacionales del sector extractivo (mineras, petroleras, empresas de
oleoductos, etcétera), y de manera creciente las firmas del sector
financiero (bancos y firmas privadas de inversiones, compañías de
seguros, etcétera) presentes en América Latina y el Caribe.
Después de haber sido un país con un importante sector industrial –que
no sobrevivió al Acuerdo de Libre Comercio con EE.UU.-, Canadá se ha
convertido en un país cuyas grandes empresas –cotizadas en las bolsas y
por lo tanto propiedad de la oligarquía financiera global-, dependen
casi exclusivamente de la extracción de rentas en el exterior, aunque
vale recordar que la educación para jugar ese papel comenzó hace
muchísimas décadas, primero en los países del Caribe (con los bancos) y
luego en Brasil (minería, generación eléctrica, etcétera) y México
(petróleo).
No es un secreto en Ottawa que el gobierno Conservador defiende con uñas
y convicción los intereses de esas transnacionales mineras que están
provocando verdaderos desastres sociales y ecológicos en países
latinoamericanos -Guatemala, Chile, Perú y Honduras, entre otros-, y
también en Europa, África y Asia.
Ahora bien, si uno reflexiona un poco sobre los objetivos del TPP, como
hicimos en el anterior artículo "Otoño del imperio y del capitalismo",
es evidente que el principal objetivo de ese Acuerdo (que no será
Tratado para evitar que sea discutido punto por punto, analizado y
puesto a votación en los parlamentos) es imponer esa "hegemonía
explotadora" del imperialismo estadounidense a toda la región del
Pacífico con el evidente objetivo de impedir que se extienda el (hasta
ahora) exitoso modelo chino de regulación capitalista mediante el
intervencionismo y la planificación estatal.
Hacia América Latina, el TPP tiene por objetivo liquidar el modelo de
desarrollo que el Embajador Lucas define como "más soberano, vinculado a
la producción nacional, con la idea de cambiar la matriz productiva y
dejar de ser solo países primarios exportadores, con una visión desde el
sur, desde nuestros países".
Por último, y para no dejar de lado otro actor importante de la rapiña
neoliberal y socio de la OTAN, o sea los principales países de la Unión
Europea, hay que destacar que aun jugando banda aparte –con la propuesta
de un acuerdo de libre comercio entre la UE y los países de la Celac-,
en la cuestión de fondo tienen una convergencia total con EE.UU., porque
la única posibilidad de concretar su ambicioso proyecto es reimponiendo
el neoliberalismo a rajatabla –el neoliberalismo al estilo de la prisión
de Guantánamo, con "chaleco de fuerza" y grilletes- en nuestra región.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
PD: La segunda y última parte de este artículo lleva como título: Con
"chaleco de fuerza" y grilletes.
Notas:
1.- Atilio Borón, Implicaciones geopolíticas del ingreso de Colombia a
la OTAN: http://alainet.org/active/64478
2.- Kintto Lucas, De la integración a la independencia, ALAI,
http://alainet.org/active/64503
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