lunes, 15 de abril de 2013

[alai-amlatina] Maduro: una victoria necesaria

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Maduro: una victoria necesaria

Atilio Boron

ALAI AMLATINA, 15/04/2013.- Era fundamental que ganase Nicolás Maduro, y
ganó. Pero ganó a duras penas, lo cual exige desentrañar las causas del
bajón sufrido por el chavismo y el notable aumento experimentado por la
derecha. Fue una victoria que puso en evidencia la endeblez metodológica
de las encuestas que de uno y otro lado pronosticaban una holgada
victoria del candidato chavista. Sobre el veredicto de las urnas lo
primero que hay que decir es que su desconocimiento por parte de
Henrique Capriles no es en modo alguno sorprendente. Es lo que señala
para casos como este el manual de procedimientos de la CIA y el
Departamento de Estado cuando se trata de deslegitimar a un proceso
electoral en un país cuyo gobierno no se somete a los dictados del
imperio. Si bien la distancia entre uno y otro fue muy pequeña, no tuvo
nada de excepcional a la luz de la historia venezolana: en las
elecciones presidenciales de 1978 Luis Herrera Campins, candidato del
COPEI obtuvo el 46.6 por ciento de los votos contra el 43.4 de su rival
de Acción Democrática. Diferencia: 3.3 por ciento, y el segundo
reconoció de inmediato el triunfo de su contendor. Antes, en 1968, otro
candidato del COPEI, Rafael Caldera, accedió a la presidencia con el
29.1 por ciento de los sufragios, imponiéndose sobre el candidato de AD,
Gonzalo Barrios, quien obtuvo el 28.2 por ciento de los votos.
Diferencia: 0.9 por ciento y asunto concluido. Más próximo en el tiempo,
contrasta con el autoritario empecinamiento de Capriles la actitud del
por entonces presidente Hugo Chávez que, en el referendo constitucional
del 2007, admitió sin más trámite su derrota cuando la opción por el No
obtuvo el 50.6 por ciento de los votos contra el 49.3 por ciento del Si
a la reforma que él favorecía. A pesar de que la diferencia fue de poco
más del 1 por ciento Chávez reconoció de inmediato el veredicto de las
urnas. Toda una lección para el ofuscado perdedor.

Resultados electorales muy ajustados son más frecuentes de lo que se
piensa. En Estados Unidos, sin ir más lejos, en la elección presidencial
del 7 de Noviembre del 2000 el candidato demócrata Al Gore se impuso en
la votación popular con el 48.4 por ciento de los votos, contra el
republicano George W. Bush, quien obtuvo el 47.9 de los sufragios. Como
se recordará, una fraudulenta maniobra efectuada en el colegio electoral
del estado de Florida -cuyo gobernador era casualmente Jeb Bush, hermano
de George W.- obró el milagro de "corregir los errores" en que había
caído un sector del electorado de la Florida posibilitando el ascenso de
Bush a la Casa Blanca. En suma, el que perdió ganó, y viceversa: todo un
ejemplo de soberanía popular de la democracia estadounidense. En las
elecciones presidenciales de 1960 John F. Kennedy, con el 49.7 por
ciento de los sufragios, se impuso a Richard Nixon que cosechó el 49.6.
La diferencia fue de apenas el 0.1 por ciento, poco más de 100.000 votos
sobre un total de unos 69 millones, y el resultado fue aceptado sin
chistar. Pero en Venezuela las cosas son diferentes y la derecha grita
"fraude" y exige un recuento de cada uno de los votos, cuando ya Maduro
accedió a efectuar una auditoría. Llama la atención, no obstante, la
intolerable injerencia del inefable Barack Obama que no dijo ni una
palabra cuando le robaron la elección a Al Gore pero encontró tiempo
ayer por la tarde para decir, por boca de su vocero, que era "necesario"
y "prudente" un recuento de los votos dado el resultado "extremadamente
reñido" de las elecciones venezolanas. ¿Admitiría que un gobernante de
otro país le dijera lo que tiene que hacer ante las poco transparentes
elecciones estadounidenses?

Dicho lo anterior, ¿cómo explicar la fuga de votos experimentada por el
chavismo? Por supuesto, no hay una sola causa. Venezuela transitó desde
la aparición de la enfermedad de Chávez (8 de Junio de 2011) por un
período en donde las energías gubernamentales estuvieron en gran medida
dirigidas a enfrentar los inéditos desafíos que tal situación planteaba
para un experimento político signado por el desbordante activismo del
líder bolivariano y por el hiper presidencialismo del régimen político
construido desde 1998. Esa caracterización en un primer momento molestó
a Chávez, pero luego hidalgamente terminó por reconocer que era
correcta. Premonitoriamente Fidel le había advertido, ya en el 2001, que
debía evitar convertirse "en el alcalde de cada pueblo." En todo caso,
el desconcierto que emanaba de la forzada inactividad de Chávez impactó
fuertemente en la gestión de la cosa pública, con el consecuente
agravamiento de problemas ya existentes, tales como la inflación, la
estampida del dólar, la paralizante burocratización y la inseguridad
ciudadana, para no mencionar sino algunos. Problemas, no está demás
recordarlo, a los que se había referido más de una vez el propio Chávez
y para enfrentar los cuales había planteado la necesidad del "golpe de
timón" anunciado en el primer Consejo de Ministros del nuevo ciclo
iniciado luego de la victoria del 7 de Octubre del 2012, durante el cual
el líder bolivariano hizo un fuerte llamado a la crítica y la
autocrítica, exigiendo a sus colaboradores mejorar radicalmente la
eficiencia de ministerios y agencias, fortalecer el poder comunal y
desarrollar un sistema nacional de medios públicos como ineludibles
prerrequisitos de la construcción del socialismo. Señalaba en su
intervención que "a veces podemos caer en la ilusión de que por llamar a
todo 'socialista' … uno puede pensar que con eso, el que lo hace cree
que ya, listo, ya cumplí, ya le puse socialista, listo; le cambié el
nombre, ya está listo." De ahí su fuerte exhortación a fortalecer los
consejos comunales, la socialización de la economía, la cultura y el
poder. Decía, con razón, que "no debemos seguir inaugurando fábricas que
sean como una isla, rodeadas del mar del capitalismo, porque se las
traga el mar." Pero junto a estos problemas de la gestión estatal hubo
otros factores que también contribuyeron a la creación de un malestar
social y un malhumor público: la derecha y el imperialismo trabajaron
activamente, como lo hicieran en el Chile de Salvador Allende, para
sabotear el funcionamiento de la economía y exasperar el ánimo de la
población mediante el metódico desabastecimiento de productos
esenciales, los cortes de energía eléctrica, la sospechosa actividad de
grupos de paramilitares sembrando el terror en los barrios populares y
la persistente campaña de denuncias y agravios en contra de Maduro
vehiculizadas y agigantadas por su enorme gravitación en el manejo de
los medios de comunicación de masas, facilitando así la deserción de un
numeroso contingente de votantes.

La Revolución Bolivariana enfrenta una situación delicada pero que está
lejos de ser desesperante o provocar la caída en un angustioso
pesimismo. El desfachatado entrometimiento de Washington refleja su
urgencia para acabar con la pesadilla chavista "ahora o nunca",
consciente de que se trata de una situación pasajera. Ante esto Maduro
como presidente tiene que responder con serena firmeza, evitando caer en
las previsibles provocaciones que le tiendan sus enemigos. Es innegable
que tiene ante sí una sociedad partida al medio, donde la derecha por
primera vez demuestra tener la capacidad para encuadrar y movilizar, al
menos en el día de las elecciones, al 50 por ciento del electorado.
Recuperar el predominio en ese terreno no es imposible, pero dependerá
menos de la radicalidad de los discursos del oficialismo que de la
profundidad y eficiencia de las políticas concretas que adopte
Miraflores; dependerá, en suma, de la calidad de la gestión
gubernamental para enfrentar los principales problemas que agobian a la
población, tema sobre el cual Maduro insistió sensatamente en su
discurso de anteanoche. No habría que subestimar, en este cuadro, el
hecho de que hasta el 2016 la Asamblea Nacional tendrá una holgada
mayoría chavista (95 sobre 165) y que el nuevo presidente contará con el
apoyo de 20 de los 23 gobernadores de la República Bolivariana. La
correlación de fuerzas, por lo tanto, sigue mostrando un claro
predominio del chavismo, y la respuesta de numerosos gobiernos de la
región y de fuera de ella -como China y Rusia, entre otros- agrega un
importante reaseguro para la necesaria gobernabilidad y para avanzar en
el impostergable cumplimiento del testamente político de Chávez, el ya
aludido "golpe de timón." Estamos seguros que el bravo pueblo venezolano
estará a la altura de las circunstancias y de los retos que plantea la
actual coyuntura.

- Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a
Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina
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