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Venezuela: De ética en la política, sucesiones y desafíos
Irene León
ALAI AMLATINA, 11/03/2013.- Punto obligado el 8 de marzo pasado, día de
la posesión de Nicolás Maduro, como Presidente interino de la República
Bolivariana de Venezuela, fue la dignidad, tal como enseñó Hugo Chávez,
a quien juró lealtad absoluta por ser pueblo y por estar allí en nombre
de éste. Esta banda –la presidencial- le pertenece a él, dijo, a la vez
que hizo un recuento de su historia militante y de su compromiso con el
proceso popular en marcha.
La palabra clave fue lealtad, al proceso y al líder, lealtad que las
figuras de la revolución bolivariana han cultivado cuidadosamente en
estos años, al punto de convertirla en el argumento que explica hechos
históricos clave, tales como la liberación y la restitución del poder al
Presidente, después del golpe en abril de 2002.
La lealtad, cualidad predilecta de Chávez, sembrada a gran escala, es
sin duda una de las explicaciones de la monumental 'marea roja',
nacional e internacional, que ha convocado a unos cuatro millones, desde
hace varios días a las calles de Caracas, para agradecer, para rendir
homenaje y, más aún, para ratificar compromisos.
La segunda palabra clave en esto es el ejemplo, o más bien la coherencia
entre palabra y hechos, virtud que Chávez practicaba y destacaba al
rememorar el ejemplo del Che. El cumplimiento de la palabra dada, con un
sentido de urgencia en el encaminamiento del compromiso con el pueblo,
entendido como 'compromiso con', encierra una dinámica relacional
inherente a la participación popular protagónica, que estimula sin duda
el sentido de reciprocidad que el pueblo expresa ahora.
Por su parte, el pueblo, actor central del proceso revolucionario, se
asume como co responsable de éste, reconoce y se reconoce en los valores
sembrados por su líder, por eso, a la vez que agradece materialidades
(vivienda, alimentación, salud), enfatiza en el amor y la dignidad
recobrada, en el sentido de lo colectivo conceptualizado como patria. El
pueblo reconoce y se reconoce en los liderazgos que se han forjado en el
proceso revolucionario, los postula y defiende como propios, porque sí
son propios, son salidos de sus filas.
"Nací en casa de palma con piso de tierra… Mi papá era negro y mi mamá
catira …crecí con los cuentos indios de los llanos…" decía un Chávez
orgulloso de su origen, es más, "Si uno pudiera volver a nacer y pedir
dónde, yo le diría a papá dios: mándame al mismo lugar" enfatizaba,
valorando su Sabaneta rural. Así mismo, Maduro vindica su origen obrero
"…lo digo con mucho orgullo: fui conductor del metro de Caracas, fui
dirigente sindical, aquí están mis compañeros y compañeras" dijo, cuando
replicaba a las burlas clasistas que hacía la derecha sobre su origen y
aquel del Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello,
llamándolos de "el chofer y el soldadito".
Con igual altura, Cabello que fue parte de la gesta del 4 de febrero del
92, personaje clave en la restitución del Presidente Chávez en el poder
en 2002 y que como camarada lo conoció de cerca, coloca un desafío mayor
"…ahora que hemos dicho que todos y todas somos Chávez, tenemos por
delante el reto de serlo" dice, a sabiendas del tamaño de la visión
humana, política, ética e intelectual, que se propone emular.
El planteo de "ser Chávez" en un contexto donde -como lo señala la
Vicepresidenta del Parlamento Latinoamericano, Ana Elisa Osorio-, la
democracia participativa y protagónica es proyecto y se ejerce, implica
una superación humana que compromete por igual a pueblo y a líderes. Eso
marca unos criterios éticos y políticos que definen al liderazgo bajo
principios que distan a años luz del clasismo burgués.
La burguesía tendrá, entonces, que adaptarse o más bien dejar de ser
tal, pues a más del poder popular ya constituido, empiezan a surgir las
figuras de una nueva camada "hecha en revolución", cuyos referentes
éticos ya están marcados tanto por los valores que Chávez expuso, como
por las muestras de coherencia entre discurso y práctica, tangibles en
los avances significativos de una propuesta de igualdad, soberanía,
visión de patria grande, entre otros.
Quienes están creciendo en un ámbito de participación popular
protagónica, con el horizonte del Socialismo del Siglo XXI -que implica
un proceso de construcción desde lo propio, con pensamiento propio-,
muestran ya la influencia de los antes mencionados referentes humanos y
exponen unas nuevas proyecciones de vida. De hecho, muchas niñas y niños
"quieren ser Chávez" cuando sean grandes, es más, los entrevistados en
la "marea roja" ya dicen serlo. Asimismo, quienes viven un día a día de
solidaridad, como la mostrada por los miles de médicos y médicas cubanas
en sus barrios, defienden ahora ese referente que, a otra escala, Fidel
ejemplificó cuando se apersonó de los cuidados de la enfermedad de Hugo
Chávez.
En eso de enseñar con el ejemplo, los referentes de lealtad, compromiso,
perseverancia, tienen en el proceso revolucionario presencia cotidiana,
con figuras diversas del poder popular tales como: Tibisay Lucena,
Presidenta del Consejo Nacional Electoral; Luisa Estela Morales,
Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia; Blanca Eekhout,
Vicepresidenta de la Asamblea Nacional y Ex Ministra de comunicación;
Gabriela del Mar, Defensora del Pueblo; Cilia Flores, Procuradora
General de la República, Ex Presidenta de la Asamblea Nacional; Elías
Jaua, Canciller y Ex Vicepresidente; Nora Castañeda, Presidenta del
Banco de la Mujer; y un largo etc.
En síntesis, Hugo Chávez deja encauzado un cambio de valores, existe un
importante entorno confluyente con estos, el pueblo los respeta y quiere
reconocerse en ellos, pero su afianzamiento es uno de los grandes retos
para sus sucesores /as, pues como dice el Presidente Maduro, "…todos y
todas venimos de la sociedad capitalista y estamos apenas emprendiendo
la transición al socialismo" con una visión propia, que ya no se
circunscribe apenas al 'determinismo económico', sino que plantea la
creación de una nueva humanidad, de unos nuevos valores, de la
conjunción de muchas dimensiones humanas en una sociedad con
idiosincracias y culturas propias.
El sucesor de Hugo Chávez no es un burgués "… ni un hijo de burgués, es
un hombre del pueblo…" usa insistir con contundencia, se conoce de él el
éxito de la puesta en marcha de una política exterior, que logró
posicionar las dos propuestas mayores del cambio internacional
levantadas por Chávez: la integración latinoamericana y la construcción
de un mundo multipolar y anti imperialista, que han acordado a Venezuela
un papel relevante en el contexto mundial de hoy.
Lo hemos visto llorar por Hugo Chávez con frecuencia en estos días -al
igual que lo hicieron los Presidentes de los países del ALBA y de otras
partes- y lo hemos visto mostrar afectos, como lo han hecho militares,
militantes, y hombres del pueblo. Esos son unos signos de quela
revolución socialista y feminista impulsada por Chávez está
transformando la cultura política machista y sus rituales, que antes
anteponían protocolo a emociones, que valoraba más las apariencias que
los sentimientos de fondo.
En síntesis, en este contexto de transición y como resultado de estos
primeros 14 años de proceso revolucionario, el pueblo venezolano cuenta
con: una Constitución que pauta el horizonte de cambios; una agenda
estratégica definida en el Programa de la Patria 2013 - 2019, un
compendio programático que contiene cinco objetivos históricos, que
definen la transición al socialismo en contexto y tiempos propios, con
una mirada nacional, regional y planetaria; y cuenta, sobre todo, con un
bagaje de vivencias colectivas experimentadas por el pueblo en el
proceso de refundación de la patria, es decir con una construcción
histórica compartida que ya enuncia compromisos con la transición al
socialismo, como se ha podido constatar en estos días.
Son esos elementos: pueblo, propuesta y proyecto, que son Chávez, es a
ese legado que el pueblo alude cuando dice Todas y todos somos Chávez, y
Maduro lo tiene claro cuando enfatiza en que la única forma de lograr
ser Chávez "...es que estemos juntos y permanezcamos unidos. Todos
juntos somos Chávez, por separado no somos nada y podemos perderlo
todo…" dice y habla del carisma, de la inteligencia, de la fuerza
espiritual y otras virtudes combinadas que él sí tenía, pero que para
cualquier otra persona común son una aspiración.
La revolución tiene como fin último los principios, la felicidad, 'la
mayor cantidad de felicidad posible', decía Chávez, y para lograrlo, la
agenda inmediata implica la unidad, solidaridad y compromiso con el
proyecto. Son tiempos desafiantes, que se desarrollarán sin la expresión
cotidiana de su sabiduría, toca entonces maximizar ese legado de
sabiduría que él esparció en el pueblo y de los altisimos valores y
pensamiento propio que irradio en su entorno político.
"Díganle a Fidel que él verá una revolución triunfante en América
Latina", dijo el Che en sus últimos momentos de vida, y Hugo Chávez dejó
todo enrumbado para que eso suceda a escala de Patria Grande y que la
Venezuela bolivariana sea el alba de ese gran proyecto.
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