jueves, 28 de marzo de 2013

[alai-amlatina] Independencia y socialismo en la América Nuestra

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Independencia y socialismo en la América Nuestra

Fernando Martínez Heredia

ALAI AMLATINA, 28/03/2013.- El 12 de junio pasado, el Comandante Hugo
Chávez Frías escribió, en su Programa de Gobierno para 2013-2019: "a la
tesis reaccionaria del imperio y de la burguesía contra la Patria,
nosotros y nosotras oponemos la tesis combativa, creativa y liberadora
de la independencia y el socialismo como proyecto abierto y dialéctica
construcción". La riqueza de esa proposición me inspira a hacer un breve
comentario sobre algunas de las cuestiones que ella plantea.

La primera independencia, obtenida en la gesta continental que va de
1791 a 1824, fue insuficiente, pero fundó a nuestras naciones cuando la
idea misma de nación era incipiente en Europa, creó nuevas identidades y
nos aportó una extraordinaria acumulación cultural revolucionaria, un
legado inapreciable al que atenernos y la necesidad de promover nuevos
proyectos de liberación.

La gran Revolución haitiana, el Grito de Murillo, la obra, el
pensamiento y el proyecto de Bolívar, Sucre --el antioligarca de virtud
sin par--, la epopeya de Hidalgo y Morelos, y después la trascendente
propuesta de Martí, confirmada por la sangre del pueblo cubano, le
pusieron metas muy altas a la libertad, mucho más altas que las vigentes
en Europa. Esos revolucionarios bregaban por el gobierno del pueblo
desde mucho antes de que el liberalismo europeo se decidiera a aceptar y
utilizar su democracia. Le dieron un lugar preferente a la igualdad y la
justicia en sus combates, algo que negaba los fundamentos mismos del
sistema colonialista-imperialista que se fue desarrollando en el mundo,
y que puso al derecho internacional y a la conciencia común a su
servicio. La resistencia, la rebeldía y el proyecto de la América
nuestra resultaban opuestos incluso a los fundamentos ideales burgueses
de la civilización como misión patriarcal colonial de las potencias, y a
su racismo "científico", que eran dominantes hace un siglo en el mundo
espiritual y de las ideas.

En América del Sur, las guerras de independencia se internacionalizaron,
la independencia se consideró parte de una épica y un proyecto
americanos y así quedó fijada en la conciencia social. Hidalgo se
proclamó "General de los ejércitos de América"; Morazán intentó lograr
la unión centroamericana. Esa experiencia nos permite hasta hoy
referirnos a hechos históricos cuando pretendemos una integración
continental.

En estos dos últimos siglos, los que han ejercido la dominación les han
negado a amplios sectores de la población la igualdad real, la justicia
social y muchos derechos en sus repúblicas, en todo lo que consideraron
necesario y todo el tiempo que han podido hacerlo, para defender y
ampliar sus ganancias, mantener su poder político y social y su
propiedad privada, con un ordenamiento legal y político favorable a
ellos. Han preferido no ser clase nacional y, cada vez que ha sido
necesario, han sido antinacionales. Al mismo tiempo, el capitalismo
mundial se impuso en la región de acuerdo a las características de sus
fases sucesivas, mediante su viejo y su nuevo colonialismo, aplastando
resistencias y rebeldías, cooptando y subordinando, hasta que en la
actualidad su propia naturaleza imperialista saqueadora, parasitaria y
depredadora ha cerrado la posibilidad de que bajo su sistema la América
Latina pueda satisfacer las necesidades básicas de sus pueblos, mantener
las soberanías nacionales, desarrollar sus economías y sus sociedades,
defender y aprovechar sus recursos y organizar su vida en comunión con
el medio natural.

Pero una constante latinoamericana y caribeña de resistencias, ideas,
combates y sentimientos ha mantenido vivo el carácter popular del legado
patriótico, sin entregarlo a los burgueses cómplices y subalternos del
capitalismo imperialista, y le ha ido aportando desarrollos. El
Presidente de Venezuela, compañero Nicolás Maduro, recordó en el funeral
de Estado del Comandante Chávez en la Academia Militar los avatares
póstumos del Libertador y de Sucre. Cada época tuvo sus logros y sus
avances, porque, en su saldo histórico, ninguna revolución verdadera es
derrotada.

El largo camino ha brindado conocimientos y certezas, que ayudan a los
que se han puesto en marcha en este continente a tener una conciencia
superior. La primera región del Tercer Mundo que logró crear Estados
independientes y mantenerlos aprendió que el capitalismo también podía
desarrollarse y establecer sistemas de dominación nuevos, neocoloniales,
más funcionales a su madurez que el bárbaro colonialismo, y así
subordinarnos, dividirnos y perpetuar nuestra condición mísera e inerme,
teniendo a las relaciones económicas capitalistas como centro de esa
dominación. Pero no por eso los revolucionarios despreciaron a sus
repúblicas. Al contrario, levantaron en una sola bandera la causa del
verdadero patriotismo y la causa de las luchas de las clases explotadas
y oprimidas.

Hemos tenido que ir más lejos que compañeros de otras regiones, que no
lograron entender que esta mitad del mundo no podía considerarse
"atrasada" y resignarse a vivir en supuestas etapas intermedias en
espera de una providencia ajena. Que para poder ser nosotros, y para
pelear por ser realmente libres, teníamos que pensar con cabeza propia.

Cuando la libertad y la justicia son planteadas de tal modo y con tanta
hondura desde el inicio, la independencia tiene que tornarse liberación
nacional, y la justicia social, socialismo. Experiencias y estudios,
combates y debates, han sido el taller y la escuela. Un avance
fundamental está en la comprensión de la relación que ha existido
históricamente entre la independencia y el socialismo. No ha sido fácil
ni rápido, una cultura entera universalizante ha estado en contra de que
lo entendamos, sobre todo desde el imperialismo, que levantó promesas
sucesivas, como el progreso, el panamericanismo y el desarrollo, siempre
dirigidas a conducir a los emprendedores, confundir a todos y
neutralizar y vencer a los rebeldes y a los que querían avances para sus
países. El capitalismo actual ha perdido la posibilidad de ofrecer
promesas, solo propone palabras como éxito y fracaso, imágenes e
informaciones controladas en un sistema totalitario de formación de
opinión pública y conversión de la gente en el público --el rostro de un
mundo despiadado en que todo es mercancía--, y reparte algunos premios
para los cómplices. Sin embargo, no podemos subestimar su poder, su
agresividad y su criminal inmoralidad, ni los atractivos de su colosal
capacidad de manipulación cultural.

Pero también hemos encontrado muchas dificultades y obstáculos en
nosotros mismos. En la nación independiente que no sabe ser la nación
para todos sus hijos, y el gobierno que ante las crisis no lleva su
desafío frente a enemigos tan poderosos hasta cruzar la frontera de
darle más poder al pueblo, que es al final su única fuerza, y
convertirse en un poder popular. En la educación y la cultura que, en
países formalmente independientes, siguen siendo escuela y agencia de
colonización de las mentes y los sentimientos, sostén de desprecios y
exclusiones de una parte del propio pueblo y refugio de la legitimación
de las dominaciones de unas personas sobre otras. En los Estados que no
logran liberarse de las marcas infamantes de la época de balcanización,
y en los que levantan demasiado la ventaja particular en sus tratos con
los países que su interés estatal bien entendido debiera considerar como
hermanos.

Otra América nuestra es posible, porque hemos ido creando sus cimientos.
Para que tomemos posesión de esa fuerza fue que el Presidente Chávez se
lanzó a liberar el pasado. Una historia en la que Simón Rodríguez enseñó
a Simón Bolívar que es necesaria una revolución social, cultural y
económica junto a la revolución política. En la que Sandino dirigió una
gran insurrección de campesinos pobres que pelearon durante seis años
contra el invasor yanqui sin ser derrotados, y le pudo escribir a un
dirigente comunista que su ejército era la vanguardia del proletariado
de la América Latina. En la que el Che, entre tantas lecciones
incomparables de pensamiento y de acción que dio, afirmó que en este
continente se hará "revolución socialista o caricatura de revolución", y
que para triunfar, habrá que instaurar gobiernos de corte socialista. Y
el líder de la herejía cubana, Fidel, que es tan grande y es de todos,
aclaró hace más de cuarenta años que el gran revolucionario Carlos Marx
concibió el socialismo como consecuencia del desarrollo, pero en nuestro
mundo, será el socialismo el que haga posible el desarrollo.

Ese socialismo, dice Chávez hace dos años, tiene que ser un poder, pero
un poder del pueblo, una nueva concepción de poder y una nueva forma de
crear poder y distribuir poder. Como reza la Constitución venezolana, en
un Estado democrático y social de derecho y de justicia que propugna
como valores superiores la vida, la libertad, la justicia, la igualdad,
la solidaridad, la democracia y los derechos humanos. Y en su texto de
junio de 2012: "Este es el tiempo, como nunca antes lo hubo, de darle
rostro y sentido a la Patria Socialista por la que estamos luchando".

Ya sabemos que la bonanza económica por sí sola no trae ningún avance
real para las mayorías, y las modernizaciones bajo un régimen de
dominación traen consigo, en el mejor caso, la modernización de la
dominación. La actividad liberadora es lo decisivo, ella es la que será
capaz de darle un sentido a las fuerzas sociales económicas. El carácter
de una revolución no está determinado por la medición de la estructura
económica de la sociedad, sino por la práctica revolucionaria. En las
condiciones desventajosas de la mayoría de los países del mundo, la
transición socialista y la sociedad a crear están obligadas a ir mucho
más allá de lo que su "etapa del desarrollo" supuestamente le
permitiría, y ser superiores a la reproducción esperable de la vida
social: consistir en simultáneas y sucesivas revoluciones culturales,
que las vuelvan invencibles. Es preciso acometer la creación de una
nueva cultura, que implica una nueva concepción de la vida y del mundo,
al mismo tiempo que se cumplen las tareas imprescindibles, más
inmediatas, urgentes e ineludibles.

Lo decisivo es que existe una gran acumulación cultural en este
continente, de capacidades económicas, cultura política y social,
identidades, experiencias e ideas, de poderes populares y procesos
autónomos que buscan bienestar para sus pueblos y tienen voluntad de
integración y unión. Esa acumulación cultural nos hace capaces de
enfrentar en mejores condiciones que las otras regiones del mundo los
males a los que ha sido sometido en las últimas décadas y la rapacidad y
las guerras actuales del imperialismo, y de emprender en consecuencia
transformaciones profundas que hagan posible y conviertan en realidad lo
que impide el sistema capitalista.

Somos los herederos de una tradición maravillosa, que convirtió lo que
en el Viejo Mundo y en las ideas colonizadas se consideraban luchas
nacionales burguesas o rebeldías primitivas de grupos sociales arcaicos
en unas formidables revoluciones de los humildes y sus guiadores y
representantes, lanzados a conquistar la asunción de la plena soberanía
sobre nuestras patrias y el pleno dominio sobre nuestros recursos, y
desde ellos, como plantea el Plan de la Patria, asegurar la mayor suma
de seguridad social, estabilidad política y felicidad.

Hay que llamar a las cosas por su nombre. El socialismo es la forma
nuestra, latinoamericana, de ser independientes.

- Fernando Martínez Heredia es investigador cubano, galardonado con el
Premio Nacional de Ciencias Sociales 2006.

Intervención para el X Encuentro Internacional de intelectuales,
artistas y luchadores sociales en defensa de la humanidad, Plan de la
Patria: pensamiento y acción de Hugo Chávez, celebrado en Caracas los
días 25 y 26 de marzo de 2013.

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