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Colombia: Industria criminal
Mauricio Castaño H.
ALAI AMLATINA, 01/03/2013.- En los inicios de ese
paramilitarismo violento y único en el uso de las
motosierras para descuartizar a las víctimas, los
señores criminales, se repartieron la ruralidad
según su rapacidad, según sus fauces de plomo. Su
historia le conocemos desde el momento en que el
propio Estado justificó las tales Autodefensas
Campesinas o Convivir, que se armaron bajo
pretexto de defenderse de los atropellos de las
guerrillas de izquierda. Fue en la década de1980,
al respecto recomiendo el video del humorista
Jaime Garzón. Hubo mucho plomo, mucho muerto,
violencia política como el exterminio del partido
de la Unión Patriótica con más de 4 mil militantes
asesinados; más de 15 mil desaparecidos, más de 4
millones desplazados, despojados con alrededor de
2 millones de hectáreas arrebatadas. A sangre y
fuego se desalojó el campo para ser ocupado,
tomado por estos nuevos señores colonos, feudos,
que vieron en el territorio, la forma más expedita
de aumentar sus riquezas, a través de la
producción y comercialización de la coca. Otros
renglones de producción, se conocen como los EROS:
Palmeros, Ganaderos, bananeros, cocaleros,
arroceros, lecheros, caucheros. Fue una fase de
surgimiento y consolidación.
Le siguió otra fase de formalización con la
llamada Desmovilización durante el cuestionado
gobierno de Álvaro Uribe Vélez, con todas las
irregularidades: falsas desmovilizaciones, falsos
positivos, narcos comprando franquicias de
comandancias paramilitares para recibir los
generosos beneficios de la Ley de Justicia y Paz,
cuya pena máxima que recibía un victimario de
estos, era de ocho años, sin contar con otras
dádivas de esta Ley. Y por supuesto, la
legalización de sus dineros. Y muy de la mano con
esta horrorosa estrategia fue la industria
militar, que hoy mueve alrededor de 7 puntos del
PIB, casi 17 billones, equivalente al presupuesto
del cuatrienio de la segunda ciudad más importante
de Colombia como lo es Medellín.
El negocio criminal hizo su avanzada del feudo
rural hacia la colonización del territorio urbano
de las ciudades colombianas. En Medellín se habla
de más de 300 bandas delincuenciales y 5 mil
unidades de pillos. Los señores de la guerra no
saciaron sus apetitos con la tierra robada a los
campesinos, engulleron nuevos territorios,
emprendieron una nueva colonización, ya no rural,
sino urbana. Nuestras ciudades se las repartieron
en cuadrantes, en barrios, sentados en un bar o
desde el marco de un parque metropolitano, en sus
haciendas, estos paramilitares trazaron sus
propias cartografías, sus nuevas colonias urbanas.
Sus fronteras geográficas, su distribución
territorial es la cantera criminal, en donde todo
lo gravan, nadie se escapa, el más miserable por
más que lo sea, tendrá que tributarles algún
monto. El anciano que en su Chaza vende cigarros y
confites, la anciana octogenaria en su
desvencijado puestico de frutas, el simple
tendero, el empleado que gana lo justo para su
familia; venta de niñas vírgenes, casas de
prostitución, trata de personas, empresas de
transporte, juegos de azar y así, gradualmente,
según sea la proporción de los negocios; también
se tiene el uso de menores de edad para
transportar armas y drogas, secuestros, asesinatos
por encargo, y de grano en grano, los criminales
empresarios llenan sus sacos.
Según investigaciones, se tiene unas problemáticas
englobadas en lo que llaman violencias
instrumental y espontánea, la primera corresponde
a esas acciones fuertes de la criminalidad,
descritas en el anterior párrafo; la segunda a
actuaciones desenfrenadas, algo así como propias
de las rabietas o de las iras de intenso dolor. En
suma tenemos un afianzamiento y sostenibilidad de
las estructuras criminales, niños vinculados al
conflicto, pérdida de legitimidad de
instituciones, desplazamiento intraurbano,
homicidios, rentas criminales, Violencias
intrafamiliares, Violencia interpersonal, Hurtos.
Así las cosas, la interceptación que hace esta
criminalidad de las esferas de la vida, son
bastante grandes, crean un contexto a su favor, es
un espacio reglado por la criminalidad.
Los moradores de estos sectores, viven muy
sometidos a este mundo criminal, y tentados o
mejor obligados a aceptar sus ofertas laborales.
Son contextos complejos. Para hacernos a una idea
demos un ejemplo. Una niña de tan sólo 11 años de
edad, de forma desprevenida y tranquila, le suelta
la historia de su vida al maestro que la
escuchaba. Su madre se enroló en la prostitución,
y la dejó en el barrio pobre porque se quedó sin
esposo, tuvo cuatro, y los mismos fueron
asesinados en sus andanzas criminales, tres de
ellos fueron policías. Ahora, la infante, está
bajo el cuidado de una anciana, su abuela, lejos
del mal ejemplo como le justificó su propia madre.
Una vida vulnerable y expuesta a ese entorno del
hampa.
HistoryChannel en un tono entre investigativo y
sensacionalista, presentó un programa sobre la
vida de los sicarios colombianos con relación a
sus creencias religiosas y de hechicería, en donde
los pillos conjuraban sus próximos asesinatos por
medio de sus creencias populares o de brujería.
Cuenta la historia de un asesino que hizo un pacto
con el diablo para tener riqueza a cambio de
almas. Cada día la cuota era como eso de 5
asesinatos por día. Mientras iba caminando, el
asesino encontraba a cualquier transeúnte y así
sin más, sacaba el arma y le mataba. «Hay te mando
una alma», murmuraba entre labios en ofrenda 0
como paga hecha al diablo. «Hay te mando otra», y
así hasta cumplir su cuota pactada. Mataba a las
personas, igual a como se mata a las moscas, sin
ningún reparo ni remordimiento, sin ningún freno
moral de esos que nos enseñaron de la religión del
amor y del perdón.
Esto de la industria criminal no es charlando.
Después de muchos años, se está hablando de sus
graves peligros. Hoy especialistas están poniendo
el dedo en la llaga, al vincular el conflicto a
los circuitos económicos legales con los renglones
de la economía ilegal y en especial la industria
militar con sus jugosas, y diversas alianzas de
ese mundo creativo de la mafia. Y lo más rentable
es el miedo, doblegando a la población civil y a
las autoridades, las hacen rendir a sus pies.
Recordamos sus metodologías conocidas: masacres,
asesinatos selectivos, amenazas por medio de
panfletos, grafitis. Su finalidad es apropiarse
del territorio, bien sea porque lo necesitan como
corredor para transportar droga o bien sea para
tenerlo como centro de operación militar o para
dar despliegue de las rentas urbanas de la
industria criminal.
- Mauricio Castaño H. es historiador
colombiaKritica.blogspot.com
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