viernes, 14 de diciembre de 2012

[alai-amlatina] UNASUR: Participación social, cultura y comunicación

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UNASUR: Participación social, cultura y comunicación

Osvaldo León

ALAI AMLATINA, 14/12/2012.- Bajo la consigna "del No al ALCA a la
Integración Regional", el pasado 10 de octubre, Argentina fue escenario
de múltiples actividades promovidas por una diversidad de actores
políticos y sociales para conmemorar los siete años de la histórica
jornada que tuvo lugar en el balneario de Mar del Plata, donde los
pueblos y gobiernos latinoamericanos ponen punto final al proyecto
estratégico estadounidense de crear el Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA).

El No al ALCA constituye un parte aguas en el rumbo y el escenario
político de la región que se manifiesta en una mayor autonomía de los
países respecto a Washington y el consiguiente impulso a la integración
regional y a la autodeterminación. Expresión de esta dinámica de
reconexión con los intereses propios es la conformación de la Unión de
Naciones Suramericanas (UNASUR) y de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Un componente gravitante en este desenlace es la "Campaña Continental
contra el ALCA", impulsada por una diversidad de movimientos sociales,
que en todos los países del continente logra tanto la confluencia de una
gama amplia de sectores económicos, políticos, sociales, culturales y
otros estamentos, como también desencadenar actividades públicas de todo
tipo y movilizaciones emblemáticas, y colocar en agenda la demanda de
avanzar hacia una integración popular y soberana.

Para Estados Unidos, entonces presidido por George Bush hijo, el ALCA
constituye el nuevo paso estratégico para consolidar la relación de
subordinación y dependencia que los gobernantes de ese país han
sostenido respecto a Latinoamérica y el Caribe a través de una secuencia
de doctrinas: desde la Monroe ("América Latina para los americanos"),
pasando por la del Panamericanismo, Gran Garrote, Buen Vecino, Alianza
para el Progreso, Seguridad Nacional, contención del comunismo, hasta la
del "libre comercio" (ALCA) (1) .

El descarrilamiento del ALCA no solo representa un golpe a los diseños
estratégicos de la potencia del Norte, sino también a las élites
criollas que permanentemente se han alineado con ella, y que en las
circunstancias su poder mediático resultó fallido ante una campaña
NoAlca que capitalizó la movilización, los espacios de reflexión, y
sobre todo la capilaridad que tienen los movimientos sociales en la
reconstrucción de sentidos.

Pero una cosa es reaccionar, movilizarse, ante una amenaza (el ALCA) y
otra muy distinta es asumir los retos que plantea el nuevo escenario
marcado por los procesos renovados de integración que demanda
iniciativas, propuestas, exigencias de participación social para que
tales procesos tengan perspectiva de futuro, pues la sola voluntad
política de los gobernantes no basta.

Claves culturales

Como el giro político que se registra en la región es expresión del
rechazo popular a las políticas neoliberales -cuyas promesas de
bienestar no solo que no se cumplieron sino que agudizaron la
desigualdad social-, los nuevos vientos de integración soplan más allá
del factor comercial para propiciar diálogos en términos de cooperación
y concertación política. En esta dinámica se inscribe la Unión de
Naciones Suramericanas (UNASUR) pues, como precisa Pedro Sassone (2),
sociólogo venezolano integrante de la Secretaría General de este
organismo, se trata de "un proceso de construcción a partir de un
diálogo político de entendimiento y confianza de los Estados frente
tanto a los grandes problemas estructurales que tiene Suramérica, como a
las grandes potencialidades y fortalezas. O sea, UNASUR es un espacio de
posibilidades, porque te da la posibilidad de que dentro de la
diversidad podamos construir un consenso, cosa que no es fácil, es un
proceso político complejo, pero cuando hay voluntad política se
encuentran los espacios de consenso".

Tras señalar que "los procesos de integración no se consolidan en el
tiempo si no hay participación social", reconoce que a UNASUR "le hace
falta ese componente esencial que la haga irreversible en el tiempo, esa
es la visión a largo plazo, que los sectores sociales, los medios de
comunicación y las comunidades asuman el proceso de integración. Es un
proceso a construir, y las construcciones se dan desde la sociedad".

A este proceso de integración, reconoce, "le falta un componente social
que lo haga irreversible en el tiempo, porque estos son procesos que se
van estructurando en el tiempo, no son cosas de corto plazo, esa visión
de largo plazo se podrá hacer realidad en la medida que la sociedad, las
comunidades, los sectores sociales, los medios de comunicación también
asuman el proceso de integración, que es un proceso a construir, y las
construcciones se dan desde la sociedad. Por lo mismo, falta que desde
los propios movimientos sociales empiecen a surgir propuestas,
iniciativas de participación, que pasen a conformar consensos en la
diversidad para construir sus agendas de integración".

Si bien el tema de la participación está contemplado desde la
constitución jurídica del organismo, no es sino hasta el pasado 30 de
noviembre, en la VI Cumbre realizada en Lima, Perú, que se traduce en un
mandato expreso. El punto 15 de la Declaración señala: "Que la
participación de los actores sociales es un aspecto sustantivo del
proceso de integración suramericana y fundamento de su Decisión de crear
un Foro de Participación Ciudadana de UNASUR como espacio específico y
propio, e instan a los Consejos Sectoriales, Grupos de Trabajo y demás
instancias de UNASUR a establecer, según su propia especificidad y
fines, mecanismos de difusión de sus actividades y de recepción de
sugerencias e iniciativas" (3).

El curso y contenidos que adquiera este mandato va a depender,
obviamente, de las fuerzas en presencia, pues bien puede ser abordado
con un sentido formal, cuando no instrumental, en tanto simplemente se
trataría de abrir espacios institucionales –necesarios por cierto- para
que entidades organizadas de la sociedad tengan la oportunidad de decir
su palabra, o bien con un sentido estratégico cuyo desafío pasa porque
la integración regional se convierta en un eje político movilizador del
campo popular.

Esto último es fácil decirlo, pero en la realidad se trata de una tarea
cuesta arriba pues lleva a confrontar marcos culturales, ideológicos,
sedimentados por siglos de dominación con las políticas colonialistas e
imperiales del "divide para vencer" que han repercutido en indiferencia,
animosidades, cuando no odios y hasta xenofobia, incluso entre vecinos
con raíces comunes distanciados por fronteras artificiales. Esos
estereotipos que subyacen en los intersticios sociales donde la
dominación reafirma su hegemonía, por lo demás, muy marcada por la
extranjerización cultural de nuestras élites.

En una conversación sobre este tema, la filósofa e historiadora
venezolana Carmen Bohórquez (4), coordinadora de la Red de Intelectuales
y Artistas en Defensa de la Humanidad, sostiene: "no solamente
precisamos superar la dominación externa, sino también la interna, lo
cual pasa por la integración de nuestras sociedades, en el sentido real
de los términos… (asumiendo) que somos todavía un archipiélago de
pueblos que no hemos logrado integrarnos en un proyecto colectivo común.
No se trata de borrar la diferencia cultural, porque creo que todos
estamos orgullosos de nuestras raíces… sino cómo lograr que esas
memorias se unan y pasen a ser memoria de todos".

Hacia una agenda social de comunicación

El rescate de la memoria histórica, la construcción de identidades y de
sentidos y horizontes comunes son, entre otros, los desafíos que colocan
en la disputa cultural los procesos de integración. En este plano, uno
de los espacios más importantes es el de la comunicación y en ésta, el
sistema mediático. Un poder altamente concentrado y patrimonialista, que
ha pasado a ser el paladín de la oposición a los vientos de cambio (ante
el descalabro de los partidos de derecha), y por tanto en puntal de los
cuestionamientos a los procesos de integración regional, presentando
como única opción válida la inserción a la globalización neoliberal.

De manera generalizada, la réplica se ha limitado a la denuncia o a la
contrainformación, que con ser necesarias resultan insuficientes, siendo
que el momento reclama definir agendas propias para dar impulso a una
comunicación contrahegemónica que, entre otras cosas, propicie la
construcción de relatos alternativos en la interacción con los procesos
organizativos sociales, lo cual pasa por rescatar el sentido mismo de
comunicación, que implica diálogo, hoy avasallado por la lógica
transmisiva imperante. Cuestión aún pendiente de debate en los propios
procesos de cambio.

Aunque todavía de manera embrionaria, están surgiendo propuestas, o
cuando menos señalamientos, para avanzar en la definición de una agenda
social de comunicación en la perspectiva de hacer efectiva una
integración con participación de los pueblos. Al respecto se destacan
tres ejes: medidas efectivas para democratizar la comunicación,
estrategias e iniciativas regionales de comunicación y la integración de
infraestructuras y compatibilidad de sistemas.

En la agenda pública de prácticamente todos los países de Suramérica se
ha instalado el tema de la democratización de la comunicación que hasta
hace poco estaba condenado al ostracismo(5), teniendo como epicentro la
disputa por el establecimiento de normativas cuando menos para el campo
mediático. Este tema que antes estaba circunscrito a actores vinculados
a esta actividad (particularmente medios alternativos y populares), cada
vez más es asumido socialmente o cuando menos por sectores sociales
organizados, en tanto factor estratégico para consolidar la democracia y
profundizar los cambios sociales.

En esta línea se inscribe el desafío de avanzar en términos propositivos
de cara a la integración regional, partiendo de la exigencia de que en
ella se incorpore a la comunicación como un eje estratégico
institucional y programático, ya que hasta ahora brilla por su ausencia.

En cuanto a las estrategias e iniciativas regionales de comunicación,
cabe destacar que en el plano de medios públicos se registran avances
importantes por acuerdos que se vienen estableciendo entre agencias de
noticias, radios y TVs, como también por la creación de un medio
paradigmático como es Telesur. En el campo de la comunicación
alternativa y popular también hay voluntades que van en este sentido,
como es el caso del Enlace de Medios para la Democratización de la
Comunicación (http://enlacemedios.info/) que además de esta causa asume
como eje central los procesos de integración. Queda por encontrar los
caminos conducentes a entendimientos más amplios para lograr un foro de
movimientos de comunicación que potencie los debates e intercambios
necesarios para la formulación e implementación de propuestas que
permitan incidir en los espacios de participación, como el que se ha
abierto en UNASUR.

No menos importante es la integración de infraestructura y
compatibilidad de sistemas, pues ahí se pone en juego la soberanía
tecnológica respecto a un hecho central: el paso del mundo analógico al
digital. No se trata solamente de conectividad, sino de políticas
públicas para que estos nuevos recursos contribuyan a resolver viejos
problemas, como los relacionados a la concentración y monopolización,
propiciando una mayor pluralidad y diversidad para que la libertad de
expresión no continúe como un privilegio de pocos sino como un derecho
del conjunto de la sociedad.

En suma, siendo que hay una multiplicidad de fuerzas que le apuestan a
la integración -al tiempo que se multiplican las amenazas del vecino del
Norte, puesto que América Latina y el Caribe son considerados como su
principal reserva estratégica segura, con el obsecuente alineamiento de
que las élites criollas- ¿no será hora de reeditar la confluencia que se
alcanzó cuando la Campaña NoAlca, con los debidos matices que marcan los
tiempos, por cierto?

Notas:

1) Un pormenorizado relato de estas relaciones se encuentra en: Luis
Suárez Salazar, Madre América: Un siglo de violencia y dolor
(1898-1998), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006.

2) Intervención en el Seminario "Medios Sociales: enfoques estratégicos
en clave de integración", organizado por ALAI, Quito, 21 – 24 de
noviembre 2012.

3) Declaración: VI Reunión Ordinaria del Consejo de Jefas y Jefes de
Estado y de Gobierno de UNASUR, http://alainet.org/active/60122&lang=es

4) Osvaldo León, "Entrevista a Carmen Bohórquez - somos todavía un
archipiélago de pueblos", Bicentenarios: historia compartida, tareas
pendientes, América Latina en Movimiento, No 448, ALAI, septiembre 2009.

5) El simple planteamiento para que los conglomerados mediáticos abran
espacios para debatir sobre algo tan elemental como sus
responsabilidades democráticas no pasaba de ser un buen propósito.
Ahora, aunque en términos muy acotados y a regañadientes incluso los
propios medios hegemónicos se han visto forzados a abrir sus espacios a
este debate, pero su reacción se ha caracterizado sobre todo por una
línea propagandística con la muletilla de la defensa de la libertad de
expresión


* Este texto es parte de la revista América Latina en Movimiento
No.480-481, sobre el tema " Integración suramericana: Temas
estratégicos" (http://alainet.org/publica/480.phtml)

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