martes, 4 de diciembre de 2012

[alai-amlatina] Nubes en el horizonte neoliberal

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Nubes en el horizonte neoliberal

Frei Betto

ALAI AMLATINA, 04/12/2012.- Pasé un agradable fin
de semana de noviembre en compañía de Buenaventura
de Sousa Santos y de otros amigos. En su fecunda
reflexión el cientista social portugués señaló las
cargadas nubes que pesan sobre la coyuntura mundial.

Hay una flagrante desconstrucción de la
democracia. Desde el siglo 16 Europa tiene su
historia manchada de sangre, debido a la
incidencia de guerras. En los últimos 50 años, sin
embargo, creyó haber conquistado la paz estable
debido a la democracia fundada sobre los derechos
económicos y sociales.

De hecho tales conquistas funcionaron como
antídoto a la amenaza representada por el
socialismo que se extendía por la mitad del este
del continente europeo. Con la caída del muro de
Berlín el capitalismo rompió la fantasía y mostró
su cara diabólica (etimológicamente, disgregadora).

Los derechos sociales pasaron a ser eliminados, y
los países antes administrados por políticos
democráticamente elegidos pasaron a ser gobernados
ahora por la troika FMI-BCE (Banco Central
Europeo)-agencias de riesgo estadounidenses.

Ningún dirigente de esas instituciones fue elegido
democráticamente. ¿Y qué credibilidad pueden tener
las agencias de riesgo si en la víspera de la
quiebra del banco Lehman Brothers, el 15 de
setiembre del 2008, las agencias atribuyeron a sus
papeles la nota más alta: triple A?

Hoy el único espacio todavía no controlado es la
calle. E incluso se está dando una creciente
criminalización de las manifestaciones populares.
La tv exhibe todos los días multitudes inconformes
reprimidas violentamente por la policía.

El pueblo de ambos lados del Mediterráneo
protesta. Pero las movilizaciones tienen un efecto
limitado. La indignación no acaba en propuestas.
El grito no se transforma en proyecto. Wall Street
(la calle del muro) es ocupada pero no derribada,
como pasó con el muro de Berlín. No se ven en el
horizonte "otros mundos posibles".

El bienestar que se trata de asegurar hoy es el
del mercado financiero. El Estado dejó de ser
financiado solamente por los impuestos pagados por
empresas y ciudadanos. Antes los más ricos pagaban
más impuestos (en los países nórdicos todavía hoy
llegan al 75 % de las ganancias), de modo que se
distribuía la riqueza a través de los servicios
ofrecidos por el Estado a la población.

A partir del momento en que la élite comenzó a
exigir un Estado mínimo y pagar cada vez menos
impuestos (como lo hemos visto propuesto en la
campaña presidencial de los EE.UU.), los Estados
empezaron a ver aumentadas sus deudas y se
apoyaron en los bancos, que, hartos de liquidez,
prestaban a intereses reducidos. De tal modo
muchos países se convirtieron en rehenes de los
bancos.

Un caso típico es la relación de Alemania con sus
pares de la Unión Europea. Los bancos alemanes
prestaron dinero a España, para que ésta
adquiriese productos alemanes. Ahora Alemania es
acreedora de la mitad de Europa.

Eso propaga una nueva oleada de antigermanismo en
el continente europeo. En el siglo 20 dos veces
intentó Alemania dominar Europa, lo que terminó en
dos grandes guerras, en las cuales fue derrotada.
Ahora, sin embargo, ella amenaza conseguirlo por
medio de la guerra económica. Y una vez más la
piedra en el zapato es la Francia de Hollande que,
contrariando todas las expectativas, escapó este
año de la marea recesiva que asola a Europa.
Los países de América Latina y de África resisten
la crisis a través de la explotación y exportación
de la naturaleza –minería, productos agrícolas,
combustibles fósiles, etc. Sin embargo quien fija
el precio de los bienes son los EE.UU., China y
Europa. Cada vez pagan menos dinero por un mayor
volumen de mercancías. El mercado futuro ya fijó
los precios de las cosechas ¡para el año 2016! Tal
especulación hizo subir, en los últimos años, el
número de hambrientos crónicos, ¡de 800 a 1.200
millones!

Aumenta amenazadoramente el precio de mercado de
los dos principales bienes de la naturaleza: la
tierra y el agua. Las empresas transnacionales
invierten sumas enormes en la compra de tierra y
en los veneros de agua potable en América Latina,
Asia y África. Nuestros países se desnacionalizan
por la desapropiación de nuestros territorios. Es
un acaparamiento desenfrenado. Lo curioso es que
las tierras son adquiridas con los habitantes que
se encuentran en ellas… como que fueran parte del
paisaje.

Hay una progresiva desmaterialización del trabajo.
La actividad humana cede el lugar a la
robotización. En los sectores en que no hay
robotización campean la tercerización y el trabajo
esclavo, como la mano de obra boliviana y asiática
usada en las maquilas brasileñas.

Ya no se da distinción entre trabajo pagado y no
pagado. ¿Quién paga el trabajo que usted hace vía
equipamientos electrónicos al dejar el lugar
físico en que está empleado?
Antes se luchaba por la remuneración de horas
extras y del tiempo empleado entre el local de
trabajo y la vivienda. Hoy, mediante el ordenador,
el trabajo invade el hogar y ahoga el espacio
familiar. La relación de las personas con la
máquina tiende a eliminar el contacto con los
compañeros. Lo real cede el lugar a lo virtual. Se
suprime la frontera entre domicilio y trabajo.

El conocimiento está mercantilizado. En las
universidades tiene importancia la investigación
capaz de producir patentes con valor comercial. El
conocimiento es valorado por su valor de mercado,
como sucede en las áreas de biología e ingeniería
genética. El profesor encerrado en su laboratorio
no está preocupado por el avance de la ciencia
sino por su cuenta bancaria, que debe ser
aumentada por la empresa que le encarga la
investigación.

Esa mercantilización del conocimiento reduce, en
las universidades, los departamentos considerados
no productivos, como los de las ciencias humanas.
De ese modo se decreta el fin del pensamiento
crítico. Y de paso el fin del conocimiento
científico inventivo, el que nace de la curiosidad
por desvelar los misterios de la naturaleza, y no
de su manipulación lucrativa, como es el caso de
los transgénicos.

La esperanza está en las calles, en la
movilización organizada de todos los que, con la
mirada en las nubes, son capaces de evitar la
borrasca a fin de transformar la esperanza en
proyectos viables.

- Frei Betto es escritor, autor de "Conversación
sobre la fe y la ciencia", junto con Marcelo
Gleiser. www.freibetto.org twitter:@freibetto.

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Traducción de J.L.Burguet

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