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Obama triunfa sin mucha alegría y con poca esperanza
Marco A. Gandásegui, h.
ALAI AMLATINA, 07/11/2012.- El triunfo electoral del presidente Barack
Obama no sorprendió. Los observadores políticos predecían su victoria,
aún por estrecho margen. En todo caso, su triunfo fue más obra de su
contrincante, Mitt Romeney, que del propio mandatario norteamericano.
Durante su campaña, el presidente reiteró una y otra vez las fallas que
el pueblo de su país le había criticado. En primer lugar, su obsesión
por salvarle a los banqueros sus inmensas fortunas adquiridas en los
últimos años. En segundo lugar, mantener y reforzar el enorme aparato
militar a escala global. Por último, Obama ganó a pesar de apagar la luz
de la esperanza que prendió en la campaña de 2008.
Pareciera que la estrategia de Obama y de su equipo es mantener un
delicado equilibrio entre las fuerzas que intentan recuperar el poderío
industrial de EEUU y los sectores que optaron por apropiarse de una
creciente porción de las riquezas mundiales. Los primeros creen que
pueden recuperar las tasas de ganancias perdidas en los últimos lustros
incrementando la masa de trabajadores empleados a escala mundial. Los
otros, apuestan a lo que llaman la "captura de las ganancias". Es decir,
adueñarse de todas las riquezas producidas sin necesidad de hacer
partícipes a los trabajadores de una porción, aunque pequeña, de los
excedentes.
Obama repitió durante su presidencia, y continuó durante su campaña, que
tenía como objetivo reducir el desempleo e impulsar el consumo de los
trabajadores. Los financistas, las capas medias, los trabajadores y el
mismo Obama creyeron poco en el discurso. Tenía la ventaja sobre su
adversario en la medida en que éste le prometía al electorado más de la
medicina que ofrecía George Bush: Pérdida de poder de compra, ninguna
posibilidad de recuperar el estilo de vida que incluyera bienes de
consumo duraderos - vivienda, carro, otros - reducirle los impuestos a
los más ricos y continuar exportando empleos al exterior. Incluso,
Romney lo enmarcó en una fantasiosa relación de "libre comercio" con
América latina.
Sin decirlo, Obama representa el gran capital norteamericano y sus
socios globales que buscan desesperadamente una solución a la parálisis
¿recesión? De la economía capitalista. No tienen una solución que
ofrecer y temen cometer un error pueda tener resultados catastróficos.
Están atrapados en un círculo vicioso que no avanza y los lanza a
guerras sin estrategias y aventuras guerreristas sin fin.
Operan bajo el supuesto que el problema se reduce a resolver el problema
fiscal de EEUU. Obama y los republicanos se pelean en torno a lo que
llaman el "precipicio fiscal". Es decir, la deuda de EEUU ha superado el
producto interno bruto, en gran parte, culpa de las guerras de Bush y el
despilfarro. Obama prometió controlarlo y no pudo debido a las peleas
con los republicanos. Obama insiste en que se puede equilibrar el
presupuesto si los ricos pagan impuestos, si se pone fin a las guerras y
se recortan programas innecesarios. Los republicanos aseguran que se
puede bajar el presupuesto sin cobrarles impuestos a los ricos y
aumentando el presupuesto militar.
El problema de fondo, sin embargo, es que la economía no produce las
riquezas necesarias para mantener una máquina tan grande y sofisticada
como la de EEUU. Se sigue endeudando imprimiendo más billetes y
ofreciéndolos como crédito a todos los países del mundo. Obama tiene la
obligación de parar el juego o el país se cae por el "precipicio fiscal".
La política republicana durante la campaña prometió más guerras, más
pobreza e inestabilidad global. A pesar de lo peligroso que representa
este camino, muchos sectores frustrados de EEUU platean aún posiciones
radicales, que incluyen enfrentamientos innecesarios. Para quienes
racionalizan este pensamiento conservador neo liberal, se refugian en la
tesis de la creatividad destructiva. Es decir, para construir una
sociedad nueva hay que destruir lo existente, especialmente a las
organizaciones laborales y la riqueza cultural acumulada durante varias
generaciones.
Obama insistió en su programa basado en elevar los niveles de
productividad, incursionar en áreas tecnológicas renovadas e incrementar
la competitividad de la industria de punta de EEUU. Todos se reducen a
elevar la tasa de ganancia. Este discurso presenta serias dificultades
para alcanzar su objetivo. En primer lugar, para alcanzas esas promesas
tiene que invertir fondos que no tiene. Por el otro, la propuesta
implica dejar atrás una mayoría de los trabajadores tanto
norteamericanos como del resto del mundo. Los logros en su momento
pueden ser espectaculares (telecomunicaciones, el programa espacial,
Internet y los inventos militares) pero su capacidad para continuar
revolucionando el sistema capitalista se enfrenta a sus propias
contradicciones.
El capitalismo del siglo XX – y su variante norteamericana – logró
constituir un bloque hegemónico que incluyó tanto a empresarios como
trabajadores en EEUU. El bloque pareció consolidarse con el colapso de
la URSS y el triunfo de Obama en 2008. Incluso, la declinación económica
no hace mella significativa – aún – sobre la hegemonía cultural. Es
interesante notar que según un estudio reciente, mientras que el 80 por
ciento consideraba el sistema de "mercado" el mejor para EEUU en la
década de 1980, en la actualidad, bajo a sólo el 50 por ciento.
El triunfo de Obama sin mucha alegría y con poca esperanza, es
posiblemente una primera señal de una crisis de hegemonía que ponga fin
al culto al mercado y al consumo.
El gran ausente en la campaña electoral norteamericana de 2012 fue
América Latina: Cuba, México y Venezuela, estrellas en la agenda
política de Washington fueron opacados por otros problemas. No es que no
existen. Es que para ambos partidos de EEUU, los puntos de inflexión
(issues) no eran relevantes para definir las posiciones más
significativas. El discurso de Obama se olvidó de 2008, de Bush,
Guantánamo, Chávez, los hermanos Castro y engavetó la migración de
millones de mexicanos. Romney, a última hora, mencionó su interés en
resucitar a ALCA, supuesta salvavidas norteamericana frente a la
creciente competencia china. Obviamente, América Latina ocupa un lugar
en la agenda. Pero este se encuentra en el mercado cultural, alta
tecnología, el control sobre la guerra contra las drogas, la dominación
militar y el monopolio agrícola. No compite en las áreas de los
commodities (materias primas), finanzas regionales e industria pesada o
transporte.
Los próximos cuatro años de Obama estarán concentrados en negociaciones
con China y sus amigos asiáticos, en someter al Medio Oriente y
reordenar su alianza europea donde Alemania será el eje principal. En
los márgenes de su política, tendrá cuidado de no perder de vista a
África y a América Latina. Un mal paso o una nueva correlación de
fuerzas con China, sin embargo, puede tener un impacto inesperado sobre
lo que hoy constituye una relación triangular entre Obama, los líderes
chinos y los países latinoamericanos.
- Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de
Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos
Justo Arosemena (CELA) http://marcoagandasegui11.blogspot.com
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