sábado, 13 de octubre de 2012

[alai-amlatina] Tecnologías de comunicación, usos sociales y desigualdades

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Tecnologías de comunicación, usos sociales y desigualdades

Dênis de Moraes

ALAI AMLATINA, 13/10/2012.- Es imposible dejar de reconocer que las
tecnologías tienen cada vez más influencia en los procesos
comunicacionales, culturales, educativos, económicos y políticos.
Analizar criticamente las mutaciones y contradicciones de la era digital
contribuye a rechazar la naturalidad con que algunos abordan el hecho de
que las tecnologías están lejos de disolver las diferencias de accesos y
usufructos de informaciones, conocimientos e innovaciones.

La verdad es que los beneficios de la expansión tecnológica no son
distribuidos de manera igualitaria, porque dependen de condiciones
socioeconómicas y culturales marcadamente desiguales. Las técnicas
avanzadas son apropiadas por grandes empresas e actores privilegiados
que disponen de poderío financiero, capacidad industrial y redes
globales de distribución. Todo eso facilitado por las desregulaciones y
privatizaciones neoliberales de las últimas décadas.

Sin duda, el progreso tecnológico no solamente produce efectos
negativos. Las tecnologías facultan nuevos modos de entretenimiento,
sociabilidad e información, así como formas creativas de activismo
social y político. Las apropriaciones favorecen contactos e
intercambios, más allá de introducir otros formatos, lenguajes y
dinámicas relacionales. Las herramientas de Internet son utilizadas cada
vez más por medios alternativos y comunitarios para difundir sus puntos
de vista y reivindicaciones, sin subordinación a las políticas
editoriales de los medios.

Sin embargo, son graves las contradicciones. Aunque los procesos
comporten variaciones y peculiaridades, la fiebre digital no suprime e
incluso puede agravar divisiones entre conectados y desconectados. Las
exigencias de los ciclos tecnológicos solo pueden ser cumplidas
integralmente por los países ricos que detienen un 80% del PBI mundial.
Mientras en Estados Unidos 90 millones de personas tienen banda ancha, y
en Gran Bretaña un 70% de las escuelas secundarias cuentan con
tecnología wi-fi, en África los usuarios no pasan de 3 millones, o sea,
menos del 1% de la población.

Las desigualdades se mantienen en el dominio de las tecnologías de
punta, desarrolladas por norteamericanos, europeos y japoneses, con
consecuencias a largo plazo resultantes de la acumulación de
informaciones estratégicas y recursos informáticos y telecomunicacionales.

De otra parte, la oferta de contenidos creció sustancialmente, en la
medida que se ampliaron los canales, plataformas y soportes. Lo que pasa
es que los voceros del neoliberalismo se olvidan intencionalmente de
mencionar que los sistemas de producción y distribución están
concentrados en las manos de un reducido número de corporaciones
transnacionales, que asocian la generación voraz de datos, sonidos e
imágenes a la búsqueda de máxima rentabilidad a corto plazo. Estas
corporaciones tienen el poder de definir gran parte de los valores y
principios que predominan en las agendas informativas y programaciones.

Por lo tanto, es insuficiente apuntar el incremento de opciones sin
verificar quién controla la variedad de la oferta, cuál es su naturaleza
ideológico-cultural, sus intenciones y énfasis, y las prioridades
establecidas en las programaciones.

Claro es que hay respuestas, interacciones y asimilaciones diferenciadas
en la audiência, formada por múltiples perfiles de consumidores. Hay
también formatos y lenguajes variados, así como perspectivas en disputa
en el campo mediático. Pero debemos observar atentamente el otro lado de
la moneda. En razón de la concentración monopólica y transnacional, la
posibilidad de participación del público en las programaciones depende
no solamente de reacciones y manifestaciones de los individuos y grupos,
sino también de derechos e interferencias sociales en la producción y la
circulación de bienes simbólicos.

En muchos casos, la abundancia de contenidos está sometida a metas
definidas por intenciones lucrativas. Queda claro que la multiplicación
tiene que ver más con prioridades comerciales que con la variedad
propiamente cualitativa.

La diversidad no se agota en más opciones de consumo, sino que es
fortalecida por expresiones creativas y prácticas culturales e
interculturales. De ahí la importância de cuestionar los modelos
definidos por el mercado mediático y la publicidad, que consagran
exclusiones y conforman el imaginario social en función de sus
conveniencias.

La diversidad se asegura con legislaciones y políticas públicas que
valoren los derechos de la ciudadanía y las múltiplas voces de la
sociedad. Leyes y políticas que sean capaces de democratizar la
radiodifusión y apoyar usos comunitarios y educativos de las
tecnologias, frente a las ambiciones de las corporaciones.

Es fundamental reequilibrar sobre bases equitativas los sistemas de
comunicación entre los tres sectores involucrados: un tercio para el
sector estatal/público, un tercio para el sector privado lucrativo y un
tercio para el sector social sin fines lucrativos.

Y a la vez revitalizar y fomentar la comunicación alternativa y
contrahegemónica, incluso a través de edictos públicos y programas
específicos, resguardándose la autonomía crítica y creativa de los
medios no gubernamentales y no mercantilizados.

Por último, es importante subrayar que no bastan solo buenas intenciones
para construir sistemas de comunicación más inclusivos y plurales. Hay
que tener y demostrar voluntad política, respaldo popular y compromiso
institucional para hacer valer legislaciones antimonopólicas y políticas
públicas democratizadoras. Sobre todo frente a las violentas
manipulaciones y mentiras de los medios corporativos contra medidas
transformadoras que ponen en riesgo sus privilegios económicos y someten
al interés público sus desmesuradas pretensiones de poder. La batalla de
las ideas está cada vez más árdua y demanda esfuerzos concentrados y
permanentes para enfrentarla en las condiciones exigidas.

Creo que uno de nuestros desafíos es demostrar capacidad de articular
todas esas acciones y políticas de diversidad, buscando sensibilizar las
conciencias ciudadanas para la necesidad urgente de construir otra
comunicación posible, en la cual prevalezcan el pluralismo, la ética y
las aspiraciones colectivas.


- Denis de Moraes es profesor e investigador de la Universidad Federal
Fluminense, en Brasil, y autor de La cruzada de los medios en América
Latina (Paidós, 2011) y Mutaciones de lo visible: comunicación y
procesos culturales (Paidós 2010), entre otros.


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