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Chávez, los mentirosos y el Infierno del Dante
Atilio Boron
ALAI AMLATINA, 09/10/2012.- En La Divina Comedia Dante Alighieri
describe con artesanal minuciosidad los diferentes círculos del
Infierno. Son nueve, pero nos interesa el octavo porque es el que está
destinado a castigar a los mentirosos, entre los cuales sobresalen los
malos consejeros, los charlatanes y los falsarios, gentes que mienten a
sabiendas y sin escrúpulo alguno. Si el gran florentino tiene razón en
su descripción las recientes elecciones venezolanas sumaron una enorme
cantidad de candidatos a penar para siempre en ese círculo infernal.
Pocas veces nos tocó soportar tanta cantidad de mentiras como las que
leímos y escuchamos en estos días. La "dictadura chavista", "ataques a
la libertad de expresión" en la República Bolivariana, el "fraude
electoral" fueron algunas de las más recurrentes en el fárrago de
acusaciones descargadas sobre Chávez con tal de impedir su inexorable
victoria.
¿Por qué tanto odio, tanta sed de venganza que hizo que políticos y
comunicadores sociales que supuestamente deberían caracterizarse por su
equilibrio y sensatez se convirtieran en voceros de las peores calumnias
en contra de este personaje? La razón es bien sencilla: mienten porque
los intereses de clase que representan, asociados a –y articulados
políticamente con- los intereses imperiales exigen borrar al chavismo de
la faz de la tierra, y para ello cualquier recurso es válido.
Venezuela, que encierra en sus entrañas las mayores reservas petroleras
de la Tierra, es una presa que suscita los apetitos incontenibles del
imperio, impaciente por reapropiarse de lo que una vez fue suyo y dejó
de serlo por obra y gracia de Chávez. Como se trata de un propósito
inconfesable, por ser un simple acto de latrocinio, se requiere apelar a
retorcidos argumentos para que el delito aparezca como un acto virtuoso.
Por eso los mentirosos tienen que decir que el chavismo instauró una
"dictadura" en un país que desde 1999 hasta ayer convocó a su población
a las urnas en quince oportunidades para elegir autoridades, diputados
constituyentes, miembros de la Asamblea Nacional o para refrendar con el
voto popular la nueva constitución o para decidir si se le revocaba o no
el mandato al presidente.
De las 15 contiendas electorales Chávez ganó 14 y perdió una, el
referendo constitucional del 2007, por menos del 1 por ciento de los
votos, y de inmediato reconoció la derrota. Curiosa "dictadura" que obra
de esa manera, como lo recordara Eduardo Galeano hace ya unos años. No
sólo eso: resulta que esta "dictadura" extendió los derechos políticos
(amén de los sociales y económicos) como jamás antes lo habían hecho los
regímenes supuestamente democráticos que gobernaron Venezuela desde el
Pacto de Punto Fijo de 1958 instaurando una insípida alternancia sin
alternativas entre democristianos y socialdemócratas que murió de muerte
natural en 1998.
Cuando Chávez llega al poder, en febrero de 1999, uno de cada cinco
venezolanos mayores de 18 años no existían políticamente: no podían
votar porque no se los inscribía en los padrones y ni siquiera poseían
documentos de identidad. Hoy la "dictadura" chavista redujo esa cifra al
3.5 por ciento. Además, en la Cuarta República (1958-1998) el
abstencionismo de quienes sí podían votar fluctuaba en torno al 30 o el
35 por ciento llegando, según lo afirmara Daniel Zovatto, director del
Observatorio Electoral Latinoamericano, a picos del 80 por ciento en la
década del sesenta.
En la elección del pasado 7 de octubre se registró la más alta tasa de
participación, con una abstención de apenas el 19 por ciento. Por si lo
anterior fuera poco, mientras en la "ejemplar" democracia norteamericana
se vota en un día hábil (el primer martes de noviembre, año por medio) y
la tasa de abstención ronda el 50 por ciento, en la "dictadura" chavista
se lo hace en días domingos y con transporte gratis para que todos
puedan acudir a los centros de votación. Fue por eso que el ex
presidente Jimmy Carter aseguró que el sistema electoral de la Venezuela
bolivariana es mejor que el de Estados Unidos y uno de los mejores del
mundo. Sin embargo, los condenados al octavo círculo del infierno
insisten en que lo que hay es una "dictadura" y que lo que faltan son
libertades.
Su servil empecinamiento se refleja también en sus constantes críticas a
los supuestos límites a la libertad de expresión en Venezuela: era
ridículo, y hasta daba un poco de lástima, ver a esos severos custodios
de la libertad de expresión denunciando públicamente las supuestas
limitaciones a tan fundamental derecho sin que nadie en Venezuela
interfiriera en su labor.
¡Decían públicamente y a los gritos que no había libertad! ante la
mirada entre socarrona y perpleja de venezolanos que no entendía lo que
proclamaban estos energúmenos en plena calle y a la luz del día. Basta
con ojear los periódicos venezolanos para comprobar el tenor de las
feroces críticas y perversas difamaciones que disparan a diario en
contra de Chávez y su gobierno. Por supuesto, estos santos varones (y
beatas mujeres) que fueron a la patria de Bolívar a custodiar la
amenazada libertad de expresión jamás se inquietaron o manifestaron la
menor preocupación por los 25 periodistas asesinados por el régimen
títere que el imperialismo norteamericano instaló en Honduras luego del
golpe de 2009.
Tampoco se toman la molestia de informar que de los 111 canales de
televisión existentes en Venezuela sólo 13 son públicos, y que tienen
una audiencia de apenas el 5.4 por ciento como lo demostraran Jean-Luc
Mélenchon e Ignacio Ramonet en una nota reciente. Y en los medios
gráficos la situación es aún peor, porque el 80 por ciento está en manos
de una oposición radicalmente enfrentada al gobierno. Diarios que, como
los dominantes en la Argentina, violaron la veda electoral venezolana
propalando subrepticiamente versiones vía twitter en los que aseguraban
el triunfo irreversible de Henrique Capriles. Patricia Bullrich, una
diputada argentina "tuiteaba", con base en esas fuentes, " 52.8
Capriles, 47.2 Chávez" y Federico Pinedo, otro diputado argentino,
escribía alborozado "Gana @Capriles!". Ninguno de los dos pidió perdón
por haber engañado a miles de personas con tamañas falsedades. Es más,
en declaraciones posteriores se enorgullecen en haber actuado como lo
hicieron librando, como estaban, un duro combate en contra de la
"tiranía chavista."
Contrasta con estas infames actitudes la seriedad, neutralidad y el
profesionalismo del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, un
organismo público con representación multipartidaria, que tal como lo
había anticipado sólo comunicaría los resultados de las elecciones
cuando las tendencias del voto fueran irreversibles. Así lo hizo unas
pocas horas después de terminado el comicio cuando un 90 po rciento de
las actas confirmaba una ventaja inalcanzable a favor del presidente
Hugo Chávez (con 54 por ciento de los votos), misma que se amplió hasta
llegar al 55 por ciento al finalizar el escrutinio. Con una diferencia
de más de 1.600.000 votos la discusión sobre el fraude tuvo que ser
discretamente archivada. Mejor no pensar en lo que hubiera sido el
escenario si Chávez triunfaba con por un 2 o 3 por ciento de los votos.
Desilusionados y derrotados, los voceros del imperio sacaron de la manga
el nuevo tema con el cual acosar a la Venezuela bolivariana: la salud de
Chávez. Las usinas del imperio se encargaron de reconfigurar la agenda,
y seguramente insistirán con este asunto mientras buscan nuevas formas
de desestabilizar a su gobierno. Ya antes habían aludido a esto,
pronosticando como decía la presentadora de CNN, Patricia Janiot, que a
Chávez le quedaban entre 9 y 12 meses de vida. Esa fue una de las
hazañas del venezolano: derrotar al cáncer. La otra: sostener una enorme
inversión social que cambió para siempre las condiciones de existencia
-tanto objetivas como subjetivas- de las clases populares, más allá de
la necesidad, reconocida por Chávez, de mejorar la gestión de la cosa
pública.
Derrotados en las elecciones ahora vuelven a la carga porque el líder
bolivariano ha demostrado ser un formidable aglutinador de la
tradicionalmente dispersa dirigencia latinoamericana, lo que le ha
permitido neutralizar con eficacia la regla de oro de cualquier imperio:
"divide et impera", como enseñaban los romanos. Y ese sí que es un
pecado imperdonable, que merece mucho más que descender al octavo
círculo del Infierno para hacerle compañía a tantos pseudo-periodistas
(en realidad, publicistas de grandes empresas que utilizan los medios de
comunicación para facilitar sus negocios) y supuestos republicanos cuya
preocupación excluyente es garantizar la continuidad de la dictadura
-aunque se vista con ropajes democráticos- del capital.
El pecado de Chávez, murmuran por lo bajo (y a veces lo vociferan, como
lo hace el impresentable Mitt Romney) es intolerable e imperdonable, y
habrá que acabar con él cuanto antes. Ignorante de las leyes que rigen
la dialéctica histórica la derecha cree que la larga marcha de
Latinoamérica y el Caribe hacia su segunda y definitiva independencia es
la obra maléfica de algunos espíritus malignos, como Fidel, el Che y
Chávez. Parafraseando aquel célebre título del discurso de Fidel en el
juicio por el Moncada, a la derecha imperial y sus voceros locales "la
historia los condenará."
- Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a
Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina
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