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Venezuela: El nocaut mata los fantasmas
Aram Aharonian
ALAI AMLATINA, 29/09/2012.- En Coro, el presidente Hugo Chávez,
candidato a la reelección, lo dejó por demás claro: "No se trata de
ganar. Se trata de ganar por nocaut el 7 de octubre", porque la derecha
radical y extrema "siempre tiene planes escondidos (…) Nosotros no solo
estamos obligados a ganar las elecciones, sino a ganarlas muy bien", sin
dejar dudas, subrayó.
A menos de una semana de las elecciones, las encuestas ya no importan,
porque muchas de ellas van a mostrar un acercamiento "milagroso" del
candidato opositor, declararán un virtual "empate técnico" para que
pueda apalancar luego, como siempre, las eternas denuncias de fraude que
esconden la impotencia.
Sin dudas, la revolución bolivariana necesita de un gran triunfo, para
que no quede margen para quienes tibia o calientemente, atea o
religiosamente, rezan por la restauración capitalista. Cabe recordar que
cuando Chávez ascendió al poder, en 1999, América Latina estaba al borde
de ser recolonizada por Estados Unidos y su Acuerdo de Libre Comercio
para las Américas (ALCA).
El neoliberalismo campeaba por doquier, y el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial seguían expoliando nuestras riquezas y
expropiando nuestro futuro. América Latina es en la actualidad la región
que con decisión y creatividad busca nuevas arquitecturas, nuevos
paradigmas financieros, económicos y sociales, en la lucha por una
alternativa al capitalismo, y Venezuela ha sido y es su puntal más
importante.
Alguna vez hablamos de lo importante que fue para Venezuela convertir al
ciudadano en sujeto de política (y no solo objeto de ella), en el camino
de una democracia participativa, equitativa, justa, solidaria, en el
camino hacia esa utopía llamada Socialismo del Siglo 21. De la
importancia de empoderar a los pobres, para que todos tuvieran las
mismas oportunidades de vivir dignamente, estudiar, trabajar y
participar en la construcción de la nueva democracia.
Por eso, la revolución bolivariana ha generado odio en la vieja clase
política, los grandes empresarios y/o gerentes de grandes empresas y las
elites acostumbradas a dilapidar todo el poder. Pero también generó
resentimiento entre una izquierda tradicional habituada a la
denunciología, el lloriqueo y la repetición de viejas consignas y
"verdades revolucionarias", donde el ego y el individualismo se imponen
a la utopía y a las soluciones colectivas.
La crisis que actualmente sufren los llamados países desarrollados
-sostiene el programa bolivariano- es consecuencia de los desequilibrios
y contradicciones intrínsecas al sistema capitalista. La voracidad por
acumular cada vez mayor riqueza está originando no sólo la destrucción
irreversible del medioambiente, sino la multiplicación de incontables
sufrimientos y penalidades sobre millones de seres humanos. Nunca antes
la Humanidad había padecido una desigualdad tan atroz. Unas pocas
personas y empresas monopolizan gigantescas fortunas creadas a través de
manipulaciones financieras y especulaciones desmedidas, a costa de la
miseria de la mayoría de la Humanidad, agrega la propuesta.
Del otro lado, existen un programa formal de la Mesa de Unidad
Democrática, que seguramente no ha leído siquiera el candidato
presidencial, declaraciones contradictorias de Capriles Radonsky y un
plan de gobierno, denunciado por dirigentes opositores, que entregaría
los recursos naturales al extranjero y terminaría con los planes
sociales bolivarianos, entre otras joyas, seguramente exigidas por sus
propulsores y financistas trasnacionales. Volver al pasado que se quiere
olvidar y poco añoran.
La propuesta bolivariana se basa en políticas sociales populares,
inversiones públicas, igualdad de oportunidades de acceso a la educación
y al trabajo, redistribución de la riqueza, nacionalizaciones, reforma
agraria, acceso a la vivienda, salud, educación, políticas que han
eliminado el analfabetismo y reducido en más de 20 puntos porcentuales
la pobreza en apenas una década.
Pero ya el empleo, el acceso a la comida, a la salud, a disfrutar de una
vejez más digna, y ahora a la vivienda, aparecen como problemas
resueltos o en vías de resolver para buena parte de la población y otros
requerimientos (que algunos pudieran calificar como de clase media o
pequeña burguesía) empiezan a ser considerados como prioritarios, como
la seguridad, la lucha contra la especulación, la superación profesional
y personal, los malos servicios públicos, mayor eficiencia en los
gobiernos estadales y municipales (que también es reclamo de Chávez).
Dicho en general, es el deseo de una mejor calidad de vida.
Obama y Chávez
Una victoria electoral del presidente estadounidense Barack Obama, y de
Chávez implicaría la derrota de la extrema derecha en ambos países, lo
que abriría la oportunidad de normalizar las relaciones de manera
civilizada sobre la base del respeto, señaló el propio mandatario
venezolano.
Venezuela ha sido la locomotora de esta nueva América Latina, y es algo
que Washington comprende demasiado bien. No basta con ganar, sino ganar
por nocaut, de modo aplastante, como dice Chávez. El gobierno chavista
ha impulsado militantemente la construcción de un proyecto regional que
no contempla la presencia de Estados Unidos.
No se trata de dramatizar, sino de analizar escenarios. La preocupación
en América Latina es grande. De ganar el candidato de la derecha, el
proceso de involución está garantizado. La oposición no encuentra la
hora de acabar con todo lo que huele a Chávez y el proceso bolivariano,
de terminar con los procesos de integración latinoamericanos, del
Mercosur al ALBA, de Unasur a la CELAC, y su meta pareciera ser unirse a
la Alianza del Pacífico (conformado por Colombia, Chile, Perú y México)
y firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
Hasta (o desde) la Conferencia Episcopal apoya –eso sí, con eufemismos-
la estrategia subversiva de la oposición y sectores no democráticos
podrían intentar acciones desestabilizadoras, como disturbios en las
cárceles, ataques a recintos militares y aeropuertos, sabotajes al
tendido eléctrico.
Manuel Cabieses, Director de la revista chilena Punto Final, nos
recuerda que todo es posible, cuando EE.UU., sus socios y sirvientes se
juegan la vida. Lo demostraron en Chile en 1973. Y mucho más cerca, en
Honduras y Paraguay.
Washington ha logrado el milagro de que la derecha se presente unificada
a los comicios –lo que no significa que esa unidad sea sólida-,
maquillada, con discurso diferente, con amplia cobertura en los
cartelizados medios nacionales y, sobre todo, internaciónales. Pero es
la misma derecha, la golpista, la que añora la dependencia, la de los
gerentes genuflexos ante las grandes transnacionales.
Es, también, para una derecha que tiende a desaparecer en América
Latina, la posibilidad de volver al poder, y por eso todo el apoyo desde
Holanda, Estados Unidos, España, Colombia y Argentina, entre otros
países, a la candidatura de Capriles Radonsky: material, financiera,
publicitaria, en defensa del gran capital y de la inequidad social.
Futurología, o los escenarios posibles
Un triunfo amplio de Chávez significaría un reimpulso a las políticas
sociales y a los esfuerzo de una integración plena, no solo económica
sino política y cultural, de la integración latinoamericana. Un mensaje
claro de que el camino propio tiene escollos pero también un derrotero,
y una derrota para los medios cartelizados de comunicación, venezolanos
e internacionales, que han estigmatizado de todas las formas posibles la
Revolución Bolivariana.
Ello no significa que la oposición declame nuevamente "fraude" –un
fantasma que hace su aparición en cada intervención de la dirigencia
opositora- e, incluso, su ala no electoral intente acciones de sabotaje
preinsurreccional. No se debe olvidar que la dirección de derecha no
reconoce explícitamente la autoridad del Consejo Nacional Electoral (aun
cuando participa de sus resoluciones).
De todas formas, un amplio triunfo de Chávez no eliminaría la pugna
interna (¿de clases?), entre quienes quieren seguir avanzando en la
construcción del Socialismo del Siglo XXI, y aquellos –a los que algunos
llaman pequeños burgueses o economicistas- que no están demasiado
apurados por imponer un gobierno comunal.
Un triunfo de Chávez por estrecho margen puede significar el
debilitamiento del gobierno, y puede estimular tanto un golpe como un
pacto, y en ambos casos la Revolución Bolivariana se veré relegada. Por
eso, la insistencia de Chávez de ganar por nocaut.
Muy pocos van a votar por Chávez para defender la integración
latinoamericana, aunque el enfrentamiento real es entre dos proyectos
diametralmente opuestos: uno, el de independencia, soberanía, el de una
democracia con participación popular; otro, el de la mentalidad
colonizada, individualista, de la dependencia de los intereses foráneos,
el de la recomposición neoliberal, irreal y anticuado, como lo demuestra
hoy la crisis estructural del capitalismo.
Es triste la tarea de hacer oposición a ultranza, que ha llevado a
dirigentes y medios de comunicación a acercarse o militar en la
xenofobia. El caso más destacable fue el que llevó a la estigmatización
del gobierno brasileño, aliado del de Chávez, con el invento sobre la
masacre de 80 indios yanomami. Estigmatizan todo y, lo peor, en el caso
de las relaciones con China, alcanzan al racismo.
Técnicamente, queda otro escenario: que gane Capriles.
Que dios nos agarre confesados, aun siendo ateos.
- Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director
de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio
Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).
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