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Chile: 39 años de neoliberalismo salvaje
Ernesto Carmona
ALAI AMLATINA, 11/09/2012.- El 39° aniversario del golpe militar contra
Salvador Allende encuentra Chile en un franco despertar social y
político, tras cuatro décadas de profundo adormecimiento inoculado por
la dictadura militar. La feroz represión, casi 4 mil muertos y
desaparecidos, decenas de miles de personas encarceladas/torturadas y
centenares de miles de expatriados permitieron al dictador Pinochet
implantar la nueva versión neoliberal del capitalismo –ahora convertida
en el catecismo mundial dominante–, mientras las clases populares
estaban imposibilitadas de defender sus derechos y el miedo embargaba a
gran parte de la población.
La llamada "reforma económica" o "economía social de mercado", concebida
para todo el planeta por el Consenso de Washington, la Comisión
Trilateral, el Foro de Davos, el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional, el grupo de Bildelberg, en fin, por todo el poder
financiero y económico mundial que conducen el imperio estadounidense,
su furgón de cola europeo y las corporaciones transnacionales, fue
aplicada por primera vez en el planeta en este país cuando estaba
sometido de rodillas, por la fuerza. Más tarde esas reformas se
expandieron a todo el orbe en lo que comúnmente llaman "neoliberalismo",
la doctrina económica neoconservadora del capitalismo mundial
contemporáneo, por lo demás en crisis.
Los poderes mundiales convirtieron a Chile en una gran máquina
productora de ganancias extraídas de la explotación de recursos
naturales, con mano de obra barata hasta hoy sobre-explotada, sin
sindicatos ni organizaciones políticas que defendieran los intereses
populares y nacionales, pero con todas las facilidades otorgadas la
dictadura militar no logró atraer grandes capitales extranjeros y se
hizo cada vez más impresentable por tantos crímenes de lesa humanidad.
Pinochet se convirtió en un ícono mundial tan deleznable como Hitler.
Una vez hecho el trabajo sucio, quienes lo instalaron en el poder
fraguaron un nuevo plan para sacarlo "por las buenas", aunque con
pequeñas patadas por debajo de la mesa de negociación. De nuevo, EEUU,
Europa y las transnacionales financiaron, esta vez, a la "oposición
democrática", subvencionaron diarios y revistas –que después
abandonaron–, impulsaron el plebiscito de 1988 y el país comenzó a
transformarse "en la medida de lo posible", tras las elecciones que en
1989 dieron el triunfo a Patricio Aylwin, uno de los más acérrimos
enemigos de Allende e influyente factor desestabilizador de su gobierno
como jefe del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y controlador de la
mayoría en un Poder Legislativo que declaró ilegal su gobierno legítimo.
La Concertación de Partidos por la Democracia, liderada por el PDC, e
integrada por el Partido Socialista (PS), el mismo de Allende pero
"renovado" –como sus símiles europeos–, el Partido Radical Social
Demócrata (PRSD) y el oportunista Partido Por la Democracia (PPD),
creado por Ricardo Lagos sin ideología explícita, se afanaron por
identificar "libertad económica" –léase neoliberalismo– con "libertad
política" y con sus mandantes estadounidense-europeos lograron el flujo
de abundante inversión extranjera, manteniendo intactas la estructura
jurídica que garantizan toda clase de granjerías al gran capital
transnacional, las mismas que fueron impuestas a la fuerza por la dictadura.
En 20 años de "transición a la democracia" no hicieron absolutamente
nada serio por derogar la Constitución de 1980, el sistema binominal que
garantiza la alternancia en el poder a las dos derechas (la Concertación
y la tradicional golpista) al estilo estadounidense, liberalizaron aún
más el ingreso de capitales foráneos, no tocaron el cobre nacionalizado
por Allende y privatizado por Pinochet, mantuvieron intactos los bajos
salarios, no repusieron la negociación colectiva de los trabajadores,
etc. Siguieron esquilmando de mil maneras al pueblo trabajador con
iniciativas desastrosas como la multitienda La Polar o el sistema de
transporte urbano capitalino Transantiago, que eliminó a los pequeños
empresarios, dejó el negocio en poder de grandes corporaciones locales y
extranjeras y creó nuevos sufrimientos a quienes deben concurrir
diariamente a trabajar.
Lo que está ocurriendo hoy en un despertar social ciudadano, liderado
por los estudiantes, de carácter nacional, inspirado por un profundo
desprecio a la clase política, los partidos, el Congreso, los militares,
la Iglesia, los grandes medios y casi todos los factores del poder,
según lo demuestran las encuestas. Las elecciones municipales del 28 de
octubre revelarán cuáles serán los efectos de la medida desesperada por
salvar al sistema de cúpulas políticas incorporando 5 millones de
electores jóvenes al juego político, con "inscripción automática" a los
18 años y "voto voluntario", sin castigos pecuniarios para quienes no
concurran a las urnas.
Esta elección de alcaldes y concejales, no regida por el sistema
binominal, dará algunas luces de lo que podría ocurrir en las
presidenciales 2013. Mientras tanto, los movimientos sociales avanzan
buscando su propio camino independiente del sistema político de
partidos. La crisis de liderazgo chileno evoca la situación de la
Venezuela pre-chavista que salió abruptamente de otro adormecimiento de
más de 30 años, al despertar con el llamado "Caracazo" del 27 y 28 de
febrero de 1989, cuando un pueblo sin organización ni conducción salió a
las calles a impetrar sus derechos.
- Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
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