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Venezuela: Por las buenas… o por las malas también
Aram Aharonian
ALAI AMLATINA, 31/08/2012.- A poco más de 30 días de las elecciones
presidenciales, no sólo los venezolanos viven pendientes de la
continuidad del proceso bolivariano, sino que de ello depende en buena
medida el futuro de integración, complementación y unidad de
Latinoamérica y el Caribe.
En el último mes ha recrudecido la guerra sicológica estimulada desde
los medios cartelizados, en busca de crear crispación en la población y
manipularla con fines electorales y también subversivos, habida cuenta
de que –según todas las encuestadoras- la brecha entre el candidato a
la reelección Hugo Chávez, y el abanderado de la derecha, Henrique
Capriles Radonsky, sigue siendo grande.
Es cierto: la especulación tiene plazo fijo hasta el 7 de octubre, pero
lo cierto es que no es solo Venezuela la que vive en tensión por lo que
pueda suceder, porque una eventual derrota del bolivarianismo –de este
proceso de inclusión social y equidad en un camino hacia un nuevo
concepto de socialismo- significará un retroceso no solo para este país
del norte del sur, sino para todos los proyectos a futuro para los
pueblos latinoamericanos. El futuro común de la región también está en
juego.
Lo ocurrido en Amuay, el incendio (con saldo de más de 40 muertos) de
tres tanques de una de las refinerías petroleras más grandes del mundo,
donde se investigan todas las hipótesis (desde sabotaje hasta
negligencia), ha sido asociado a lo de Cumanacoa (desbordamiento del río
Manzanares y caída del puente) y las inundaciones (coletazos del huracán
Isaac) y, coincidentemente, los medios comerciales han responsabilizado
al gobierno. La idea pareciera ser la de crear desasosiego, alterar el
clima electoral, convertirlo en clima subversivo a la espera de
facilitar una invasión de tropas extranjeras.
Crear conmoción nacional y manipularla con fines electorales y por qué
no subversivos: esa ha sido la historia de la derecha venezolana,
sumando la opinión de "expertos", políticos y aprendices de políticos, a
una desmedida campaña mediática que busca la crispación de la
ciudadanía. La dirigencia de la derecha venezolana carece de escrúpulos
y suele regocijarse cuando al país le va mal; es antinacional,
culturalmente colonizada.
El aparataje de guerra sicológica impulsado desde los cartelizados
medios comerciales de comunicación –nacionales e internacionales (Grupo
Prisa, La Nación de Buenos Aires, CNN, por ejemplo)-, sigue su
derrotero, máxime cuando las encuestas han sido demasiado poco
favorables al candidato opositor. Su meta: crear un escenario
poselectoral que propicie el enfrentamiento en las calles y los
cuarteles. O sea, van por las buenas y se preparan para las malas.
El ex vicepresidente José Vicente Rangel insiste en al existencia de un
plan subversivo para crear descontento en el seno de la fuerza armada,
desconocer el resultado electoral alegando fraude y acto seguido
movilizar a la calle grupos de choque –con apoyo de paramilitares
colombianos- encargados de provocar enfrentamientos violentos y
derramamiento de sangre.
Seduciendo a la clase media
Ciertamente, el modelo político y social de Chávez es su punto fuerte.
Durante el Gobierno Bolivariano la inversión social ha aumentado en
forma considerable. Del total de los ingresos públicos percibidos,
durante el periodo 1999-2011, la inversión social representa 61%, 25
puntos porcentuales más que durante el periodo 1986-1998, que fue 36,2%
de los ingresos percibidos. El techo electoral y la fatiga de 13 años
parecieran ser su talón de Aquiles.
Algunos sesudos encuestadores señalan que la lucha entre ambos
candidatos está centralizada en conquistar un porcentaje de votos de
clase media que aún no están definidos. Esta preocupación llegó al
chavismo, analizando precisamente los datos de las encuestas y desde
allí introdujo cambios en su campaña para acercarse a ella, rescatar lo
que esta administración ha hecho por ella y diseñar ofertas para el futuro.
Otros (Hinterlaces, GisXXI) sostienen -con razón- que los indecisos no
son quienes van a decidir la elección.
Pero, ¿qué significa la clase media en el universo electoral? Eleazar
Díaz Rangel, director del diario Últimas Noticias, recuerda cifras de
Fundacredesa de 1994, que señalaban que apenas el 13,35% de la población
la conformaba (7,57% de clases altas, 81% de las populares).
Generalmente, la clase media se divide en alta, media y baja (lo que en
términos marxistas sería la pequeña burguesía, apretada entre la clase
propietaria de los medios de producción y el proletariado). Hoy se
estima en cuatro millones de personas, sobre un total de 30 millones de
habitantes, aun cuando ese universo debe haber crecido en los últimos años.
En la encuesta de IVAD del mes de julio, la razón del voto por Chávez
fue: "Me ha beneficiado mucho", 35.7%; "Su buena gestión/cumple las
promesas", 33.2%; "Me simpatiza el Psuv", 11.3%; "Me gusta/buena
imagen", 8%; "Sus buenas ideas", 5.7%; "Tiene experiencia", 1%; "Somos
mayoría", 1.3%; "Estoy obligado a hacerlo", 1.4%.
En cuanto al voto por Capriles: "Es joven/buenas perspectivas", 15.4%;
"Por un cambio/democracia", 64.4%; "Su buena gestión de gobierno", 7.6%;
"Me gusta/imagen", 7.1%; "El gobierno no la hecho bien", 0.8%; "Es el
hombre indicado", 1%; "Es de oposición", 0.5%; "Para que mejore el
país", 2.4%
Las causas por las que no votaría por Chávez son: "No me gusta/mala
imagen", 15.4%; "No estoy de acuerdo con sus relaciones
internacionales", 0.5%; "Por un cambio", 46.6%; "Su mala gestión de
Gobierno", 21.7%; "Su mal equipo de gobierno", 0.3%; "Por su
enfermedad", 1.6%; "No combate la inseguridad", 3.4%; "Ha sembrado
mucho odio", 2.9%.
En cuanto a por qué no votarían por Capriles: "Apenas lo conozco", 12%;
"No me gusta/mala imagen", 35.2%; "Su mala gestión de gobierno", 16.6%;
"Sería un atraso para el país", 11.5%; "No tiene experiencia", 10%; "No
tiene posibilidades", 2.2%; "Porque soy chavista", 3.8%; "No cumple las
promesas", 2.2%; "Las misiones no son bien vistas", 1%; "Es golpista", 0.5%.
Al margen de su programa de gobierno, Capriles significa un cambio, una
alternativa. No es fácil para Chávez encarnar el cambio, lo que
significaría aceptar las deficiencias de gestión y la fatiga de trece
años de administración, y tampoco es fácil para el electorado aceptar
una continuidad sin cambios. Sin duda, es difícil construir una oferta
novedosa, de continuidad y cambio, tal como le sugirieras sus asesores
(externos) de imagen.
Para conquistar los votos de los descontentos o de la clase media, el
PSUV tendría que atender la realidad de la falta de solución a
problemas macro e infinidad de situaciones que resultan irritantes para
la población..
La espada de Damocles
No escapa a los analistas la tensa relación –algo relajada en los
últimos meses pero con promesa de reactivación apenas los
estadounidenses salgan de sus elecciones- con Washington, que ha tenido
un marcado retroceso en lo que creía su patio trasero (y así lo
trataba). Es más, EEUU tiene reservas de hidrocarburos apenas por once
años más y sigue empreñado en buscar (guerras, invasiones mediante) una
provisión segura, dada la ausencia real de fuentes energéticas alternativas.
Venezuela es uno de los más importantes reservorios de petróleo, junto
al de los países del Golfo Arábigo-Pérsico, con la (des)ventaja de que
está mucho más cerca geográficamente. Desde hace décadas se habla de la
intención de los halcones estadounidenses de fomentar un conflicto
colombo-venezolano para quedarse con las reservas de ambos países.
La historia reciente –de la última década- cuenta de un retroceso
visible de Estados Unidos en Latinoamérica, donde ve fracasar sus
políticas, como la del ALCA, sepultada en 2005 en Mar del Plata.
Mucho tiene que ver con esta pérdida de influencia la política exterior
venezolana, que en los últimos años generó vínculos en base a la
solidaridad y complementariedad con sus hermanos latinoamericanos, para
avanzar en la formación de alianzas (Unasur. Celac) que reivindican la
autonomía y autodeterminación de cada nación pero también su decisión
política de avanzar hacia la integración y el sueño de, al decir de
Martí, Nuestramérica.
La respuesta estadounidense ha sido la generación y financiamiento de
conflictos internos y golpes "institucionales" y mediáticos: algunos
frustrados (Venezuela, Bolivia, Ecuador), otros triunfantes. Y ese
pareciera ser la estrategia que han planteado a la Mesa de Unidad
Democrática, ante la derrota que le presagian todas las encuestas, plan
que los cartelizados medios comerciales de comunicación recitan a diario.
Ya se publicita a voz en cuello un plan para desconocer los resultados
electorales. "No nos van a poder robar la elección en Venezuela sin que
nosotros nos enteremos", dijo en Chile Ricardo Haussman, ex-ministro de
planificación del Gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien adelantó que la
oposición va a dar a conocer sus propios resultados de los comicios del
7 de octubre y difundirlos al mundo antes, incluso, que el gobierno. Si
ya tiene los resultados…¿por qué no los anuncia ahora y no tiene que
esperar hasta hasta el día de las elecciones?
Quizá sea una forma de Haussman, ahora asesor de Capriles, de justificar
a priori la probable nueva derrota, sobre la siempre difícil base de
argumentar sobre algo que no ha pasado. Pero es una forma de preparar el
terreno para el conflicto.
Ya no es la figura de Chávez la que buscan denostar sus más férreos
opositores nacionales y detractores internacionales (publicitariamente
lo llaman "el presidente saliente"), sino lo que el proceso bolivariano
representa para Latinoamérica.
- Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director
de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio
Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).
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