jueves, 30 de agosto de 2012

[alai-amlatina] Los políticos europeos prisioneros de su propia creación

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Los políticos europeos prisioneros de su propia creación

Alberto Rabilotta

ALAI AMLATINA, 30/08/2012.- Observar la actitud de los gobernantes de la
Unión Europea (UE) en medio de esta crisis que se afinca y destruye las
conquistas sociales que definieron a muchas de las sociedades europeas
desde finales de la segunda Guerra Mundial es como ver una interminable
película del Gordo y el Flaco, con las torpezas previsibles que se
repiten en no importa que contexto, mostrando así que no hay cambios
posibles en el guión que los políticos que gobiernan el mundo del actual
capitalismo "desarrollado" están llamados a interpretar.

Esta semana Holger Stelzner, editor de la sección económica del diario
alemán Frankfurter Allgemeine, puso el dedo en la llaga cuando escribió
que frustrados con el fracaso de sus políticas hacia la crisis en la
zona euro (ZE), los políticos europeos están ahora escondiéndose detrás
del BCE (Banco Central Europeo). Y que cuando a su vez la BCE fracase
los políticos deberán reconocer su responsabilidad por haber "aceptado
una política de ganar tiempo, pero sin cambiar algunas de las
estructuras subyacentes" de la UE.

Los minuciosamente planificados "mercados autorregulados".

El neoliberalismo, o sea el viejo oxímoron de los mercados
autorregulados que renace en las fases de dominación del capital
financiero, es en realidad un sistema que requiere una planificación y
ejecución minuciosa, que fue diseñado y construido para ocupar todos los
poros de las sociedades, para ser universal.

La construcción durante décadas de esta utopia neoliberal, que
supuestamente se justificaba en la expansión de la producción y del
comercio hasta el último rincón del globo, requirió la creación de un
sistema legal y de mecanismos e instituciones de alcance mundial, como
la Organización Mundial del Comercio, de Tratados y convenciones que
necesariamente tienen que reflejarse en las constituciones y
legislaciones nacionales. Nada fue dejado al azar, nada es modificable,
a menos que sea para profundizar y hacer más omnipresente el sistema.

Es así que en el derecho internacional fueron introducidas y afianzadas
las conquistas obtenidas por la presión de la vía bilateral o
multilateral a través de los acuerdos de libre comercio, de protección
de las inversiones y de la propiedad en todas sus formas, promovidos por
Estados Unidos (EE.UU.), la UE, Japón, Canadá y las instituciones que
están bajo su control, como el FMI, Banco Mundial, entre otras más.

Para incorporarse a este sistema global los Estados nacionales debían
ceder sus poderes y palancas de intervención en las economías, como la
formulación de las políticas monetarias y fiscales para proteger el
empleo, y crear bancos centrales "independientes" (de los gobiernos y
subordinados a los mercados financieros) que siguieran fielmente las
políticas antiinflacionistas y garantizasen la flotación y la libre
convertibilidad de las monedas.

La liberalización del comercio y de las inversiones estará enmarcada en
un sistema legal e institucional internacional que debe incorporar a
todos los países, y que todos los países deberán respetar so pena de
aislarse del resto del mundo, me decía en los años 90 -en entrevistas
para Notimex- el ministro canadiense del Comercio Internacional Pierre
Pettigrew (1).

Incompatibilidad del neoliberalismo con la democracia.

En el neoliberalismo no hay lugar alguno para el papel rector del Estado
tal y como se aplicó a partir del New Deal de F. D. Roosevelt, en
defensa de los intereses públicos, del bien común. Y tampoco para el
sistema democrático.

Como bien lo dice Boaventura de Sousa Santos en su Octava carta a las
izquierdas, al referirse al "capitalismo extractivo" que forma parte
central del neoliberalismo dominante, "cuando la democracia concluya que
no es compatible con este tipo de capitalismo y decida resistírsele,
quizá sea demasiado tarde. Puede que, entre tanto, el capitalismo haya
concluido que la democracia no es compatible con él".

No es un hecho fortuito que la democracia en el sistema capitalista, esa
democracia que va más allá del voto electoral y se concreta en algunas
de las aspiraciones de las mayorías, como una más justa redistribución
de la riqueza social a través de una tributación fiscal progresiva, con
los ricos tributando acorde a sus ingresos; en la creación de empleos
utilizando las palancas en manos del Estado; en la facilitación de la
sindicalización para garantizar el progreso de los salarios y el
mejoramiento de las condiciones laborales; en los programas sociales que
permiten el acceso a la educación, la salud y una jubilación decente,
que esta democracia haya existido únicamente durante la también breve
existencia del "Estado benefactor", que comenzó a ser desmontado por
Margaret Thatcher y Ronald Reagan a partir de los años 80 del siglo 20,
y que ya comienza a ser un lejano recuerdo en muchos países.

Si la realidad no concuerda con la teoría, peor para la realidad.

El periodista y escritor David Rieff, en un análisis sobre qué sucede
cuando el aferramiento a una ideología impide cambiar el rumbo de una
política aunque ésta se revele ineficaz y terrible para el curso de la
historia, como la aplicada por EE.UU. y las ex potencias coloniales
europeas en el Oriente Medio, recuerda que una vez el gran físico Max
Planck criticó a su colega James Jeans por no querer abandonar su teoría
aun cuando tenía frente a sí los hechos que deberían haberle obligado a
ello. Jeans, escribió Planck a un colega mutuo, 'es el modelo de como no
debe ser un teórico, de la misma manera que Hegel lo fue en la
filosofía: peor para los hechos si no concuerdan' con la teoría.
("History Resumes: Sectarianism's Unlearned Lessons", World Affairs Journal)

¿Qué sucede cuando la realidad no concuerda con la teoría neoliberal?
Pues bien, hay que seguir aplicando la teoría. En el caso de la UE, con
su rígido sistema monetario y fiscal que ignora las evidentes asimetrías
económicas, como las que existen entre Alemania y Grecia, España,
Portugal e Italia (sin hablar de los países que van del Báltico hasta
los Balcanes), desconocer la realidad en una situación de crisis de la
deuda pública implica, como está sucediendo, imponer a través de la
famosa Troika (Comisión Europea, BCE, FMI) una enorme presión
deflacionista mediante severos programas de austeridad, o sea cortando
el gasto estatal, despidiendo más empleados y trabajadores, bajando aun
más los salarios y pensiones, reduciendo o eliminando los programas de
educación y salud, vendiendo al sector privado extranjero (o a los ricos
locales que desplazaron sus fortunas a los bancos alemanes) lo que aun
queda de empresas y bienes públicos.

¿Una prueba de que el sistema no admite cambios? Pues bien, con la
reciente elección del socialista François Hollande a la presidencia de
Francia se creó la ilusión, porque Hollande lo prometió, de que había
terminado el "merkozysmo", esa estrecha colaboración entre el ex
Presidente francés Nicolás Sarkozy y la Canciller alemana Ángela Merkel
para elaborar "a dos" la posición de la UE frente a la crisis de la
deuda pública en Grecia y otros países de la ZE.

Pero el pasado 23 de agosto, al reunirse en Berlín, la Canciller Merkel
y el Presidente Hollande enviaron un "mensaje firme a Grecia",
recordándole al gobierno de Atenas que si quiere seguir perteneciendo a
la ZE debe proseguir con "los esfuerzos indispensables" (Reuters), o sea
aplicar a fondo los programas de austeridad que la Troika exige. Y el 27
de agosto Paris y Berlín decidieron la creación de "grupos
intergubernamentales de trabajo" para formular propuestas sobre la
"unión bancaria", el "fortalecimiento de la coordinación fiscal" y el
"crecimiento económico" en la UE, y para coordinar de "la posición
franco-alemana frente a Grecia", como anunciaron Pierre Moscovici,
ministro francés de Economía, y el ministro de Hacienda de Alemania,
Wolfgang Schauble (Reuter y AFP, 27 de agosto).

Idéntico con la promesa de Hollande de que renegociaría la última gran
obra del "merkozysmo", el "pacto fiscal" (Tratado europeo sobre la
estabilidad, la cooperación y la gobernanza) que reduce a 0.5 por ciento
el déficit estructural anual (hasta ahora era del 3.0 por ciento) y que
para impedir transgresiones pone en manos de los burócratas de la UE la
última palabra en materia de aprobación de los presupuestos nacionales
que pueden ser aprobados por los Parlamentos.

En septiembre el Presidente Hollande pondrá a votación en la Asamblea
Nacional la legislación para ejecutar el pacto fiscal, desoyendo al 72
por ciento de los franceses que quieren que sea sometido a un referendo
popular, según un sondeo de la firma CSA.

Es en este contexto que otro sondeo, de la firma Ipsos, revela que el
nivel de aprobación de la política de Hollande pasó del 55 por ciento en
julio al 44 por ciento a final de agosto. Y este descenso puede
acelerarse con la presentación en septiembre del presupuesto para el
2013, que incorporará bajas en los ingresos fiscales por el estancado
crecimiento de la economía, y ejecutará recortes para reducir el déficit.

Poco importa que la economía francesa esté estancada (los últimos tres
trimestres tuvieron crecimiento cero) y amenazada de recesión, y que los
despidos sean masivos. La realidad no tiene importancia, como parece
decir Nicholas Spiro, de la firma Spiro Sovereign Strategy en Londres:
"el problema (de Hollande) es que él mismo se arrinconó políticamente"
al prometer una política de crecimiento. Ahora, según Spiro "es la
presión del mercado (los patrones de las grandes empresas y de las
finanzas) la única fuerza que lo obligará a llevar a cabo reformas
sustanciales", es decir a ejecutar drásticos planes de austeridad
(Hollande Loses Bond Market Love as Growth Stalls: Euro Credit,
Bloomberg News, 28 de agosto).

Lo que no se dobla se rompe.

Tal como ha sido concebido y aplicado el sistema neoliberal vigente en
la UE no permite cambios.

Prueba de ello es la interminable y bizantina discusión sobre lo que el
BCE puede o no puede hacer para aliviar la situación de los endeudados
países que para poder colocar obligaciones destinadas a pagar el
servicio de la deuda o deudas que llegan a término deben pagar
insostenibles tasas de interés. Pero eso, como señala Stelzner, no es
más que "una política de ganar tiempo" que los gobernantes de la UE
están usando y abusando, hasta que "a su vez el BCE fracase".

En entrevista con Paúl Jay, de The Real News Network, el profesor Costas
Lapavitsas de la Universidad de Londres hace un detallado análisis de la
política de Alemania y Francia, que define como destinada a apabullar a
Grecia para que acepte todas las medidas de austeridad que se le
impongan, y si de alguna manera los griegos terminaran rebelándose y
retirándose de la ZE, el cálculo en Berlín y Paris es que tal situación
es ahora probablemente controlable.

Las políticas de austeridad aplicadas y todo lo sucedido en los dos
últimos años, dice Lapavitsas, debilitaron la posición de Grecia y
fortalecieron las de Alemania y Francia, y esto puede llevar a un "error
de cálculo": "En la noche que se permitió el colapso de Lehman
(Brothers) en 2008, esta decisión le pareció coherente a algunas
personas. Pero la coherencia se esfumó en la mañana siguiente. Es obvio
que Francia y Alemania, particularmente Alemania, han hecho algunos
cálculos y piensan que pueden probablemente controlar tal situación.
Probablemente piensan que pueden asimilar el choque (de la salida de
Grecia de la ZE). Pero hay buenas razones para pensar que esto tendrá
muy serias implicaciones, que no han sido previstas y que son
imprevisibles".

Con la situación agravándose tan rápidamente en España, Portugal, Italia
y otros países, y ante la incapacidad de los gobernantes de la UE para
responder adecuadamente a la realidad, o sea abandonando el rígido
modelo actual, no hay que ser profeta para avizorar un quiebre.

La Vèrdiere, Francia.

- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.

Nota:
1.- Pierre Pettigrew ocupó sucesivamente, a partir de mediados de los 90
y durante casi una década en los gobiernos liberales de los primeros
ministros canadienses Jean Chrétien y Paúl Martín, las carteras de
ministro del Comercio Internacional, de Salud, de Asuntos
Intergubernamentales y de Relaciones Exteriores.

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