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Brasil: Golpe de timón hacia el sector privado
Raúl Zibechi
ALAI AMLATINA, 28/08/2012.- Las millonarias inversiones en
infraestructura decididas por el gobierno de Dilma Rousseff para ser
traspasadas a la gestión privada, son la principal apuesta de Brasil
para salir del estancamiento y retomar la senda del crecimiento.
"¡Cayó la ficha!", exclamó el economista Antonio Delfim Netto, ex
ministro de Hacienda de la dictadura brasileña. "Cuando la incertidumbre
sobre el futuro es absoluta, cuando el pasado no contiene la información
sobre el futuro, sólo una acción decidida y fuerte del Estado, como la
que estamos viendo, puede poner en marcha al sector privado y a la
economía. Esa acción, correcta y creíble, es capaz de anticipar la
esperanza" (Valor, 21 de agosto de 2012).
De ese modo saludó el economista conservador el Programa de Inversiones
en Logística anunciado por Dilma Rousseff el 15 de agosto ante decenas
de empresarios que esperaban una señal del gobierno para colocar sus
dineros en obras con retornos económicos asegurados por el Estado. El
programa supone concesiones a las empresas privadas luego de invertir 40
mil millones de dólares en los próximos cinco años para construir 5.700
kilómetros de autopistas y 10.000 de vías férreas. Sólo en esos rubros
el programa prevé 65 mil millones de dólares en 30 años.
En los próximos doce meses el gobierno se propuso concesionar a la
esfera privada doce ferrovías y nueve autopistas y en un futuro cercano
se dispone a extender la misma modalidad a puertos y aeropuertos. Las
concesiones bajo el modelo de asociación público-privada implican que
las empresas construyen y operan las nuevas obras.
La gran novedad fue la creación de la Empresa de Planificación en
Logística que se encargará de la integración de los proyectos de
infraestructura y de supervisar las obras. Dilma aseguró que se trata de
disminuir los costos de transporte y energía para asegurar que Brasil
crezca a una tasa elevada durante un largo período. "Eso es fundamental
para garantizar el empleo", concluyó la presidenta (Folha de São Paulo,
16 de agosto de 2012).
La crisis como trasfondo
Mientras el programa fue recibido con euforia por un amplio sector de
empresarios, pero también por las dos mayores centrales sindicales, los
intelectuales opositores y algunos núcleos sindicales consideraron las
concesiones como un retorno a las privatizaciones. El Partido
Socialdemócrata de Fernando Henrique Cardoso, el gran privatizador de la
década de 1990, se permitió ironizar al "lamentar el retraso" del
gobierno en seguir su ejemplo (Folha de São Paulo, 16 de agosto de 20120.
Dilma modificó proyecto político a comienzos de este año al comprobar
que Brasil está siendo duramente afectado por la crisis mundial que se
traduce en el estancamiento productivo. En 2011 el PIB creció un modesto
2,7 por ciento. El gobierno confiaba en una pronta recuperación ya que
los ingresos de la población seguían creciendo y las tasas de interés
bajaban. Nada de eso sucedió. En el primer semestre de 2012 el
crecimiento fue nulo y 2012 cerrará con un PIB por debajo del 2 por
ciento. Una potencia emergente como Brasil necesita un piso del 5 por
ciento anual, como apuntó la presidenta.
En tres viajes realizados entre marzo y abril, Dilma pudo palpar el
hondo pesimismo que recorre el mundo. En marzo durante su visita a
Alemania conversó con Angela Merkel, quien le confirmó que la política
de austeridad de la Unión Europea se extenderá por lo menos hasta fines
de 2013 y que el euro no volverá a su situación "normal" antes de tres
años (Valor, 17 de agosto de 2012).
A fines de ese mes en la cumbre de los BRICS realizada en Nueva Delhi,
conversó con el presidente chino Hu Jintao, que le advirtió sobre la
desaceleración de la economía de su país que comenzaba a la vez un
cambio en el modelo de crecimiento centrado en las exportaciones hacia
otro volcado al mercado interno. Jintao anunció a Dilma que China
comprará menos mineral de hierro y más soja y proteínas animales.
En abril la presidenta se entrevistó en Washington con Barack Obama
quien le aseguró que la recuperación económica de Estados Unidos es
mucho más frágil de lo previsto y que ese aspecto le está creando
grandes dificultades para su reelección.
El mal humor global llevó al gobierno a estimular la economía con
medidas para reducir la tasa de interés, estimular el consumo y proteger
industria ante la avalancha de productos chinos. El Banco Central dejó
desvalorizar el real que pasó de un promedio de 1,70 por dólar a los dos
reales actuales. Todas esas medidas estaban destinadas a hacer más
competitivo al sector industrial.
Por otro lado, se constató que el luego de seis años de aprobado el
Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) no marcha al ritmo
deseado, que hay un retraso de 150 mil millones de dólares en
inversiones en infraestructura y que Brasil destina el 19 por ciento del
PIB a inversiones cuando debería alcanzar el 25 por ciento, según Jorge
Gerdau, uno de los más importantes empresarios de Brasil y coordinador
de la Cámara de Políticas de Gestión del Gobierno Federal (Brasil
Económico, 15 de agosto de 2012).
Convencida por el núcleo de empresarios y banqueros que la asesoran de
que es imprescindible reducir los costos de producción y de que "sin el
empresariado no hay dinero para infraestructura", como dijo Gerdau,
Dilma cedió las inversiones de largo plazo al sector privado para que
los dueños del dinero vuelvan a la economía real. Eso sí, el 80 por
ciento de los desembolsos los realizará el estatal BNDES.
Cambio de modelo
Las concesiones/privatizaciones de autopistas y ferrovías van de la mano
de otras medidas del mismo signo. Reducciones en las jubilaciones de los
funcionarios, creación de un fondo de pensiones de los funcionarios
federales, privatización de los tres mayores aeropuertos del país y
congelación de los salarios públicos, son parte del mismo paquete.
Sorprende que el programa anunciado haya sido apoyado tanto por
empresarios como por sindicalistas. Eike Batista, considerado por Forbes
el hombre más rico de América del Sur con una fortuna del 30 mil
millones de dólares, dijo que la propuesta "demoró" pero consideró que
"es un modelo muy feliz". A la hora de detallar los efectos del plan,
fue muy preciso: "Si se baja el costo de la emergía, que es uno de los
elementos del programa, porque Brasil tiene una de las emergías más
caras del mundo, usted pasa a ser más competitivo" (Folha de São Paulo,
16 de agosto de 2012).
Tanto la CUT como Força Sindical, ambas cercanas al gobierno, se
mostraron satisfechas. La primera reclamó "contrapartidas sociales" y la
segunda esbozó un discurso ideológico: "La presidenta está acompañando
los cambios en el mundo. Está viendo que tiene necesidad de incluir al
capital privado cada vez más en la economía", dijo Miguel Torres,
presidente de Força Sindical (Agencia Brasil, 15 de agosto de 2012). El
ex presidente Lula hizo gala de su pragmatismo para defender el programa
de Dilma: "A fin de cuentas, el pueblo muchas veces no quiere saber si
el que hace es el Estado o la iniciativa privada. Lo que quiere son
beneficios" (Folha de São Paulo, 16 de agosto de 2012).
Cabe preguntarse dónde irán los "beneficios" de este viraje hacia el
sector privado. Una pista puede darla la reciente privatización del 51
por ciento de los tres principales aeropuertos del país: Guarulhos, el
mayor, fue adjudicado por 8 mil millones de dólares a un consorcio
liderado por Invepar, integrado por los tres mayores fondos de pensiones
(Previ, Petros y Funcef, de los empleados del Banco do Brasil, Petrobras
y la Caja Federal). Viracopos, en Campinas, el segundo mayor, fue
entregado a Engevix, donde Funcef tiene importante presencia.
Invepar ya administra seis autopistas y el metro de Rio de Janeiro. No
es un secreto que los fondos de pensiones de las grandes estatales, que
controlan varias multinacionales brasileñas y están dirigidos por
sindicalistas, obtendrán una tajada en las concesiones de carreteras,
ferrovías, puertos y aeropuertos. En sociedad con grandes empresarios
como Gerdau, Odebrecht y otras constructores que forman la parte
superior de esa peculiar pirámide llamada "lulismo".
Algunos analistas sostienen que Dilma tiene prisa por retomar el
crecimiento. No se trata sólo de las elecciones municipales y estatales
de octubre sino de su particular lectura del momento que atraviesa el
mundo. Su principal preocupación sería "la capacidad de Brasil de
competir en condiciones de igualdad, de aquí a unos años, con los países
emergentes y también con los ricos, que en su opinión saldrán de la
crisis actual más fuertes y competitivos" (Valor, 17 de agosto de 2012).
Sin embargo, la actual alianza sindical-empresarial es bien diferente a
la que se gestó hace medio siglo bajo Getúlio Vargas, de la cual
nacieron las grandes empresas estatales. Ahora se trata de una sociedad
entre dos sectores empresariales, los dueños y los administradores del
capital, bendecidos y protegidos por el Estado emergente. Un proceso no
muy distinto al que viven los demás BRICS. Hasta el conservador Delfim
Netto defiende un "Estado fuerte" para promover el crecimiento.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la
Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios
colectivos sociales.
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