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Lecciones mexicanas para la izquierda
Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate
ALAI AMLATINA, 4/07/2012.- Tan cierto es que cada
proceso electoral es diferente –dependiendo de la
coyuntura, la historia, la cultura democrática y
la relevancia geopolítica de cada país- como que
de todos ellos se pueden extraer enseñanzas
interesantes que, en su justa medida, deberían
servir como aprendizajes políticos globales, sobre
todo en un mundo como el actual, marcado por la
interdependencia.
En este sentido, la izquierda no debe dejar de
analizar los comicios celebrados en México el
pasado domingo, caracterizados fundamentalmente
por tres cuestiones: la victoria del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y su regreso a
la presidencia de la mano de Peña Nieto; la nueva
derrota de López Obrador y del Partido de la
Revolución Democrática (PRD) en su afán de
constituirse en alternativa a la derecha; la
pujanza durante toda la campaña –incluso durante
parte importante del último sexenio- de la
sociedad civil organizada como verdadero motor de
oposición y de construcción de propuestas.
Así, y en función de estas tres características
principales, también queremos destacar tres
lecciones, tres enseñanzas que este proceso
electoral nos ofrece: En primer lugar, las
derechas definen estrategias cada vez más
unitarias y agresivas. La situación de crisis
generalizada y la visibilización crecientemente
notoria de grietas en el sistema, hace que las
derechas busquen la unidad como premisa de
alcanzar la victoria, utilizando para ello todos
los medios a su alcance. El producto Peña Nieto
fue la apuesta de la derecha en estos comicios,
llegando al punto de que incluso partidarios y
mandatarios del partido gobernante (PAN, también
de derechas) apoyaran al candidato del PRI, al ser
el único capaz de asegurar la victoria. Además,
utilizaron sistemáticamente a los medios de
comunicación hegemónicos (Televisa y TV Azteca)
para construir una imagen desde la más pura
mercadotecnia, sin fisuras en el mensaje
trasladado a la ciudadanía; por si fuera poco, y
para evitar sorpresas como en 2006 (se tuvo que
llegar a un fraude electoral masivo), se han
tomado las medidas oportunas para adulterar el
voto de múltiples maneras, como no ha dejado de
denunciar la oposición. En definitiva, esta es la
derecha que nos estamos encontrando y con la que
nos vamos a encontrar, unida, agresiva, nerviosa,
antidemocrática, y golpista cuando la ocasión lo
merece.
En segundo lugar, la estrategia de la izquierda
partidaria de plantear un mensaje centrista le
deslegitima como alternativa, a la vez que no le
permite alcanzar el gobierno. Así, López Obrador y
el PRD, en vez de definir una verdadera agenda de
transformación para México, han planteado un giro
hacia la derecha, concertando con ésta a través de
compromisos públicos con el empresariado y otros
poderes fácticos, con la intención de presentarse
como alternancia responsable y creíble, a través
de propuestas huecas de contenido político como la
revolución amorosa, eje central de la campaña. Si
los virajes a la derecha han sido históricamente
errores estratégicos, caminos de ida pero no de
vuelta, largos tránsitos por tierras de nadie –ni
la derecha confía ni la izquierda asume el giro-,
hoy en día, con la crisis civilizatoria que nos
atraviesa, esos errores se convierten en el
alejamiento permanente de los y las que están
abajo y a la izquierda.
En tercer lugar, ha sido la sociedad civil
organizada la protagonista de la confrontación con
la derecha, y no el PRD. A las luchas indígenas,
feministas, de maestros y maestras, de campesinos
y campesinas, se han sumado durante la campaña las
reivindicaciones estudiantiles, convirtiéndose el
movimiento #yosoy132 en el verdadero protagonista
de la misma, en su campaña rotunda en contra del
regreso del PRI al gobierno, rompiendo incluso la
dictadura mediática de los mas media a través de
las redes sociales. El PRD ha querido
patrimonializar este y otros movimientos sociales,
pero sin participar con ellos ni asumir la
diversidad de sus agendas. Así, ha entendido que
estos movimientos deberían ser sus correas de
transmisión en su pretensión presidencial, en vez
de entender que es precisamente al revés, que son
los partidos quienes deben entender las lógicas
emancipatorias de largo recorrido, la importancia
de hacer crecer la contestación ciudadana más allá
de lo electoral, y lo estratégico que es entonces
articularse en la diversidad, asumiendo
responsabilidades y compromisos explícitos en la
defensa de agendas realmente emancipadoras.
En definitiva, en esta crisis sistémica que
estamos viviendo, y ante una derecha que se
revuelve como gato panza arriba, el análisis de la
realidad mexicana nos enseña que sólo desde la
articulación de la diversidad, sólo desde el
entendimiento y el respeto mutuo entre partidos y
movimientos, sólo desde la asunción y el
compromiso con agendas radicales, claras,
alternativas, definidas en el largo tiempo de la
emancipación y no en el corto plazo electoral,
podrá la izquierda revertir esta situación de
injusticia y desigualdad global.
- Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate
Mesa Internacionalista de Alternatiba (País Vasco )
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