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Falso dilema: ambientalismo versus extractivismo
Eduardo Paz Rada
ALAI AMLATINA, 11/07/2012.- En el debate actual en Bolivia y en América
Latina se ha posicionado intencionadamente el dilema entre ambientalismo
versus extractivismo, orientado especialmente a valorar y criticar los
procesos políticos y económicos de algunos países, en particular los
casos de Perú, Bolivia y Ecuador, dejando de lado otras contradicciones
que son fundamentales en relación a las condiciones históricas y
sociales de nuestros países y a los desafíos para enfrentar los graves
problemas de atraso, dependencia y pobreza.
Estos problemas no son solamente del presente, sino que provienen de
causas que se han establecido estructuralmente tanto por la opresión
colonial e imperialista más que centenaria, como por las relaciones
internas marcadas por grandes desigualdades sociales y económicas. Los
pueblos y países oprimidos, como los de nuestra región, han sido y son
víctimas del capitalismo internacional que ha impuesto una división
internacional del trabajo en la que las potencias consiguen grandes
riquezas y recursos a costa de la pobreza, expoliación y marginalidad de
millones de seres humanos, en el contexto de la relación
centro-periferia del sistema mundo.
Por eso, en el fondo de la confrontación entre la defensa medioambiental
y la economía de explotación primaria de recursos naturales se encuentra
la misma pista: es decir ambos polos son parte de la estrategia
imperialista de controlar los medios de vida más importantes del planeta.
La defensa medioambiental, en los términos del interés de las potencias
industriales, significa impedir el uso interno endógeno de esos recursos
para impulsar procesos de desarrollo e industrialización independiente
en las semicolonias y países del Tercer Mundo e inclusive impulsar la
creación de "reservas naturales de la humanidad", como es el caso de la
región amazónica, rechazadas por Brasil y otros países de la región. Por
otra parte, la postura de economía extractivista de materias primarias
en el viejo modelo primario-exportador es también parte de las políticas
transnacionales para mantener su hegemonía y control sobre los recursos
estratégicos frente a intentos de desarrollar políticas independientes y
de potenciamiento interno hacia la integración regional.
La alianza entre las transnacionales con las oligarquías y burguesías
dependientes ha generado un patrón de dominación política que, en
algunos casos, está siendo cuestionado por las fuerzas populares
emergentes bajo una bandera del nacionalismo defensivo con proyecciones
de fortalecer la economía estatal y social que permite una mejor
redistribución de las riquezas y los excedentes.
El mayor temor de las transnacionales y de las potencias capitalistas es
que en nuestros países se consigan mayores márgenes de independencia
economía, soberanía política y participación de las masas, junto al
avance de procesos de integración y complementación regional que
conviertan nuestra región en un espacio geográfico, geopolítico y
económico con poder propio y autosuficiencia ante los desafíos que se
presentan en el mapa internacional.
El uso interno de los recursos naturales en procesos de
industrialización avanzada, la incorporación de valor agregado, el
incremento de posibilidades de trabajo, la complementación económica y
comercial entre los países vecinos y la capacidad de enfrentar la crisis
capitalista europea y norteamericana pasan por emprender a profundidad
los procesos integracionistas que se perfilan. El Mercado Común del Sur
(MERCOSUR), la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), la Unión
de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que impulsan la integración
política, militar, energética, bancario-financiera, comercial, cultural
y social son expresiones valiosas en la perspectiva de conseguir la
unidad de la Patria Grande.
Las mayores expectativas desde inicios del siglo se produjeron en los
casos de Venezuela con Chávez, Bolivia con Morales, Ecuador con Correa y
Brasil con Lula, sin embargo los pasos se fueron desviando
peligrosamente en distintos caminos. Las iniciativas de Chávez no
tuvieron la repercusión y el acompañamiento de los otros líderes y
tampoco sus funcionarios fueron eficientes en la perspectiva trazada;
Brasil emprendió una estrategia aislacionista o, en su caso, avanzó en
relaciones de dominación política y económica hacia los otros países de
la región y Correa y Morales tuvieron que negociar y aceptar
imposiciones en distintos campos.
En el caso boliviano el problema es mayor porque el gobierno Evo Morales
no solamente cedió ante las transnacionales petroleras, mineras y
financieras, sino que ha impulsado la aprobación de una Constitución y
políticas que tienden a impulsar la división geográfica, la
fragmentación nacional y la aparición de innumerables conflictos entre
comunidades, regiones, departamentos, sindicatos, cooperativas y otras
organizaciones sobre la base del reconocimiento de inexistentes 36
naciones y de un estado plurinacional que genera expectativas de
autodeterminación y derechos por encima de la unidad del país.
De esta manera, con la división interna, se hace imposible pensar en
aportar efectivamente en procesos de unidad e integración regional,
sudamericana y latinoamericana y, por el contrario, se abren opciones de
maniobra para quienes, desde el extractivismo o desde el
medioambientalismo, pretender hacer abortar definitivamente los procesos
de avance social y económico que se consiguieron en la última década.
El contexto mundial en esta hora clave de la historia de los pueblos,
por la crisis del capitalismo central y la ausencia de alternativas
dentro del mismo, abre posibilidades para una propuesta democrática más
intensa y comprometida con el desarrollo integral de los sectores y
clases populares, hacia la integración basada en la liberación nacional
y la construcción de un socialismo nacional latinoamericano.
- Eduardo Paz Rada, sociólogo, académico de la Universidad Mayor de San
Andrés, Bolivia
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