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Fuera de las turbias aguas del G-8
Alberto Rabilotta
ALAI AMLATINA, 22/05/2012.- Crecimiento con austeridad a rajatabla es el 
oxímoron del 2012 producido en las pocas horas de reunión informal en 
Camp David por los gobernantes del G-8.
La "gran misa" anual del G-8es más que un evento mediático. En el fondo 
es un asunto serio porque desde hace casi cuatro décadas sirve a Estados 
Unidos para hacer avanzar sus objetivos geopolíticos, y al conjunto de 
los países desarrollados para implantar el sistema neoliberal que está 
en crisis actualmente.
Pero la contradicción más importante, que los grandes medios ignoran 
deliberadamente, es que desde hace más de una década estos gobernantes 
se reúnen y se comportan como si aun tuviesen algún poder de decisión 
sobre las palancas esenciales de la economía, como fijar el valor de su 
moneda, la tasa de inflación y de interés; adoptar políticas fiscales 
para crear empleos o formular políticas industriales y comerciales en 
situaciones de crisis económicas o financieras, o ambas como en estos 
momentos.
Un poco de actualidad sobre la cuadratura del círculo
Este miércoles 23 de mayo, días después de las cumbres del G-8 y de la 
OTAN, ambas en Estados Unidos (EE.UU.), tendrá lugar una "reunión de 
urgencia" de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE) para tratar 
el caso de Grecia, cuya eventual salida de la zona euro (ZE) ha dejado 
de ser tabú en las discusiones oficiales y oficiosas de la UE. Los 
analistas políticos y los economistas respetables discuten ahora sobre 
el cuándo y cómo de esta salida, de si será o no desordenada, de cuánto 
costará a la UE para salvar a sus bancos privados, que es el único punto 
nunca mencionado pero constituye el principal interés de los políticos 
gobernantes.
Es en este contexto que la Organización para la Cooperación y el 
Desarrollo Económico (OCDE) presentó su informe semestral, en el cual 
señala que la coyuntura de la UE sigue marcada por el "riesgo de un 
incremento del circulo vicioso" creado por "la alta y creciente deuda 
soberana, los débiles sistemas bancarios, la excesiva consolidación 
fiscal y el bajo crecimiento", un escenario que podría tener serias 
consecuencias para la economía global.
La OCDE advierte que en los países de la zona euro donde están siendo 
aplicados los programas de austeridad, "la tolerancia para los ajustes 
fiscales está quizás alcanzando su límite" y con esos países en recesión 
en el 2012 y el 2013 "una combinación de prolongada fragilidad 
financiera, aumento del desempleo y malestar social podría disparar el 
contagio político y una negativa reacción de los mercados".
Antes de que la OCDE diese a conocer su sabia advertencia a los 
dirigentes de la UE, el presidente del gobierno español Mariano Rajoy 
dijo en Chicago, al margen de la Cumbre de la OTAN, "que los problemas 
del momento pasan por seguir reduciendo el déficit público, por seguir 
haciendo reformas en casa y por garantizar la estabilidad financiera y 
la sostenibilidad de la deuda fuera; eso es hablar en serio". Sobre la 
"austeridad y crecimiento", según la cita del diario argentino 
Página/12, para el presidente español tales principios "están 
íntimamente unidos: el crecimiento es el objetivo y la austeridad es uno 
de los instrumentos para alcanzarlos".
También en Chicago, según las agencias de prensa, el Presidente 
estadounidense Barack Obama recomendó a la UE una estrategia de 
crecimiento, acompañada de disciplina fiscal y de una política monetaria 
que promueva la capacidad de crecimiento en países como España e Italia, 
que están aplicando rigurosos programas de ajuste fiscal.
Por su parte el resumen cotidiano de la prensa europea de 
Eurointelligence.com destaca que el diario británico Financial Times 
(FT) da a conocer este martes 22 los detalles de hacia donde se dirigen 
las discusiones sobre las obligaciones en euro para financiar el 
crecimiento que piden tanto el conservador Rajoy como el recientemente 
electo presidente de Francia, el socialista François Hollande.
Según el FT, las discusiones en Bruselas a nivel de embajadores no 
contemplan las euro-obligaciones aun cuando se habla de tales. En 
realidad se refieren a un proyecto de obligaciones que comenzará con una 
emisión piloto por 230 millones de euros, una suma –resalta 
Eurointelligence- que es insignificante en términos macroeconómicos para 
un país, y más aun para varios países de la UE. Y la idea es asignar 
esos 230 millones al financiamiento de proyectos tales como el 
transporte transfronterizo, comunicaciones e infraestructura energética. 
Y aun tratándose de una suma insignificante, hay países como Alemania, 
Holanda y Finlandia que están descontentos.
Las divisiones son tales entre los países que se discute sobre si este 
proyecto piloto de obligaciones debe ser algo permanente o una medida 
aplicable una sola vez, como quiere Alemania. Todo esto, para 
Eurointelligence.com, apunta a que la UE sigue sin tener "una estrategia 
para resolver la crisis".
Prueba de esto es la afirmación del mandatario español, para quien 
-según la agencia Reuters-, las euro-obligaciones no resolverán la 
crisis porque (su impacto) será a largo plazo. Y retornando a la 
estabilidad financiera Rajoy dijo que "puede ser lograda rápidamente, 
sin necesidad de debates o largas discusiones o estudios ni 
regulaciones, lo que tomaría dos o tres años para producir efecto. Esta 
es una decisión que puede tener efecto dentro de 24 horas". Ante lo cual 
Eurointelligence se pregunta si el presidente español "encontró el 
ingrediente mágico o si sabe de lo que está hablando".
Y ahora de retorno al G-7 y el neoliberalismo
En sus comienzos, a mediados de los 70 y hasta comienzos de los años 80, 
cuando la primera ministra británica Margaret Thatcher introdujo la 
agenda neoliberal (1), el G-7 tenía un potencial poder real de coordinar 
respuestas monetarias, fiscales o comerciales a las crisis.
Como olvidar, para este periodista que en Canadá cubrió desde 1975 en 
adelante algunas de estas cumbres directamente, y las demás gracias a 
las excelentes sesiones de información de los altos funcionarios 
canadienses (algo que dejó de existir desde la llegada del conservador 
Stephen Harper al gobierno de Ottawa, en 2005), que fue este "club de 
países ricos" el que impulsó las políticas tendientes a reducir el papel 
de los Estados en la economía.
El G-7 ha sido una instancia clave para adoptar los principios que en 
otros foros llevaron a despojar a los Estados de los instrumentos que le 
permitieron jugar un papel rector en la economía y en la sociedad, como 
había influenciado a nivel de los países capitalistas la política del 
New Deal de Franklin D. Roosevelt y los acuerdos de Bretton Woods a 
finales de la segunda Guerra Mundial.
Cómo no recordar a esos ministros y funcionarios del G-7 que desde 
mediados de los años 80 nos confiaban. a los periodistas que seguíamos 
las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Canadá y 
EE.UU., las negociaciones comerciales multilaterales en el marco del 
GATT (Acuerdo general sobre tarifas y aranceles), y más tarde las 
negociaciones para incorporar a México en el TLC, que el objetivo final 
de todas estas negociaciones era establecer un "sistema de derecho 
universal", para la economía, las finanzas, el comercio internacional y 
los derechos de propiedad, y crear las reglas y los mecanismos para 
castigar a los países que no las respetasen. O sea la definición misma 
de la utopia neoliberal.
No, ya no tienen ese poder porque desde mediados de los años 80 los 
gobiernos del G-7 comenzaron a adoptar consensos y decidieron coordinar 
decisiones en ese foro informal, y formalmente a nivel bilateral y 
multilateral, dentro de las instituciones multilaterales existentes 
(FMI, Banco Mundial, GATT) y las creadas más adelante para liderar el 
proceso de liberalización y liberalizar concretamente los mercados 
(Organización Mundial del Comercio, las organizaciones regionales para 
fomentar el libre comercio y otros mecanismos destinados a fijar los 
parámetros de la liberalización), para ceder a las fuerzas del mercado 
los poderes monetarios, fiscales, de comercio exterior y de política 
industrial de los Estados.
Así fueron creando e imponiendo al resto del mundo las políticas de 
apertura de los mercados acompañadas de las políticas de austeridad y de 
reducción del papel de los Estados en las economías, que tanto daño y 
despojos causaron en América latina, tierra de experimentación. Y fueron 
afinando los acuerdos de libre comercio con la inclusión de anexos para 
la "protección de las inversiones", para garantizar el libre flujo 
financiero y reforzar los derechos de propiedad física que necesitan las 
empresas transnacionales para mantener el control sobre los recursos 
naturales y perpetuar el modelo extractivo en los países en desarrollo y 
emergentes. Y el "respeto de la propiedad intelectual" para mantener el 
total control sobre las nuevas tecnologías y los avances científicos 
patentados, y de paso legalizar con el sistema de patentes el robo del 
patrimonio genético de plantas, animales y hasta seres humanos de otras 
regiones y países.
Cómo olvidar que desde los años 90, bajo el gobierno del Demócrata Bill 
Clinton, se derribó el muro que separaba los bancos de inversiones de 
los bancos de depósitos, una medida adoptada por casi todo el resto del 
mundo capitalista (salvo Canadá) para liberar el potencial especulativo 
del sistema financiero, y que simultáneamente Washington y los países de 
la UE idearon e implantaron la "independencia" de los bancos centrales 
de los Estados, que establecieron la quimera de la estabilidad monetaria 
y financiera, y fijaron una política de coordinación de estos bancos 
centrales fuera del alcance de los gobiernos, en el Bank of 
International Settlements, el "banco central de los bancos centrales".
Los gobernantes del G-8, y en especial los gobiernos de la UE que están 
bajo la férula del Banco Central Europeo y del celoso defensor de la 
estabilidad monetaria y financiera que es el Bundesbank, el Banco 
Central de Alemania, no pueden ignorar que la política monetaria y 
fiscal responde ante todo al sector financiero privado, y que los 
Estados nacionales carecen, como muestra descarnadamente la crisis del 
euro, de un poder capital, el de formular y decidir sus políticas 
monetarias y fiscales, y por lo tanto de sus políticas económicas, 
industriales y comerciales.
La Vèrdiere, Francia.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
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