jueves, 31 de mayo de 2012

[alai-amlatina] Desempleo y disolución social

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Desempleo y disolución social

Alberto Rabilotta

ALAI AMLATINA, 31/05/2012.- Difícil imaginar el mundo actual y la
sociedad creada por la "civilización capitalista", con la enorme
concentración de las poblaciones en los centros urbanos y en sus
periferias, sin referirse al simultáneo poder "disolvente" y
"aglutinador" del capitalismo industrial en sus dos siglos de existencia.

Disolvente porque desde su origen en Inglaterra, para imponerse como el
sistema dominante, el capitalismo tuvo que destruir las antiguas formas
de propiedad y de relaciones sociales que permitían el empleo y la
subsistencia de la mayoritaria población rural, provocando así el éxodo
de la población rural empobrecida que fue aglutinándose en los nacientes
centros urbanos donde los recién creados talleres, fábricas, depósitos,
comercios de exportaciones e importación, y la naciente burocracia
necesitaban de una abundante mano de obra "libre", asalariada, que podía
ser libremente contratada y despedida. La acelerada urbanización en
China es un ejemplo viviente de este doble proceso.

Pero ahora, en este "nuevo capitalismo" nacido de las políticas
neoliberales, por el desempleo masivo y crónico entramos en un nuevo
ciclo de "disolución social", con todos los interrogantes que eso
implica en términos económicos, sociales y políticos.

Un poco de actualidad

El diario Washington Post reporta (30-05-2012) que la proporción de
estadounidenses entre los 25 y 45 años de edad que tienen un empleo es
la más baja de los últimos 23 años anteriores a la recesión del 2008.

Las estadísticas no filtradas, que incluyen el desempleo crónico y el
subempleo (1), muestran que el paro real en Estados Unidos (EE.UU.) es
muchísimo más elevado que el 8.1 por ciento de las cifras oficiales.

En este contexto el gobierno de Washington, según el diario The New York
Times (30-05-2012), cortará los pagos del seguro contra el desempleo a
"cientos de miles de desempleados" a pesar del alargamiento hasta
finales del 2012 que el Congreso había adoptado para ese subsidio. Los
cesantes de larga duración, unas cinco millones de personas que están
sin trabajo desde hace más de seis meses, serán los más afectados.

En España, donde la cesantía afecta a una cuarta parte de la población
trabajadora y al 50 por ciento de la juventud, el gobierno conservador
de Mariano Rajoy, según el diario británico The Guardian, sigue
comprometido en "cortar el gasto para que el país siga perteneciendo a
la zona euro". En la Unión Europea (UE), nos recuerda el diario, hay más
de 25 millones de personas aptas para el trabajo que están sin empleos,
y otra decena de millones subempleadas.

La trituradora que se llama "flexibilidad laboral"

En este contexto no debe sorprendernos el rápido aumento de los
suicidios por problemas económicos derivados de la pérdida del empleo,
por el estrés en el empleo o por las bajas en los salarios y las
pensiones. Esto se constata en muchos países de la UE, pero también en
EE.UU.

La cuestión del desempleo y del subempleo constituye el mayor problema
estructural del capitalismo en su fase actual. El "metabolismo" del
sistema capitalista para sintetizar la riqueza extraída de la
explotación del trabajo asalariado, la plusvalía, y sostener el ciclo de
consumo que permita realizar esa plusvalía y garantizar la reproducción
del sistema, ha dependido del equilibrio entre el empleo y el desempleo,
y de los "estabilizadores" que durante las crisis económicas, los
momentos de mayor desempleo, permitieron en el pasado compensar
financieramente a los trabajadores cesanteados hasta el momento en que
las economías se recuperaban y creaban empleos. Esto lo confirma un
estudio de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (NEBR, en
su sigla en inglés) de EE.UU. (2)

Todo esto tiene vastas consecuencias sociales y políticas, muchas de las
cuales son ya perceptibles en el mundo del "capitalismo avanzado".

La transnacionalización de las empresas, el libre comercio, el combate
para minar los sindicatos de trabajadores y poder así bajar los salarios
y "flexibilizar" el mercado laboral, la desregulación financiera, la
privatización de las empresas estatales y el desmantelamiento de los
programas sociales, o sea las políticas neoliberales implantadas desde
hace tres décadas y con creciente rigor, junto a cambios en el modo de
producción con la introducción de la automatización en las cadenas de
producción y de la informática a nivel general, es el marco del gran
problema estructural del empleo en el capitalismo avanzado.

En septiembre pasado el sociólogo estadounidense Richard Sennett, quien
desde hace casi medio siglo viene estudiando la evolución del trabajo y
del empleo, escribía en The Guardian que este "hecho depresivo" –el
desempleo y el subempleo masivo- no es causa de la Gran Recesión del
2008, y que en efecto desde hace más de una generación la prosperidad
financiera en Europa y Estados Unidos dejó de depender de una robusta
fuerza laboral a nivel domestico porque lo que las transnacionales
producen puede ser hecho a costos más bajos, y a veces con mejor
calidad, "en otros lugares". Los políticos de Washington nunca se
interesaron en ver las consecuencias de la automatización.

En el 2011, recordaba Sennett, en Estados Unidos (EE.UU.) y Gran Bretaña
el 14 por ciento de la fuerza laboral sufría el "subempleo
involuntario", o sea que las personas que perdieron un trabajo a tiempo
completo se debían contentar con un empleo a tiempo parcial y con un
salario más bajo. El impacto del subempleo se ve en el dramático
decaimiento de la salud de esos trabajadores, añade el sociólogo.

Refiriéndose a esta "flexibilización" y después de haber revisitado a
finales de los 90 a esos trabajadores de Boston que había estudiado a
comienzos de los 70, Sennett (3) afirma que los trabajadores son
obligados a comportarse con habilidad y abrirse a los cambios
repentinos. Y añade que este énfasis en la flexibilidad cambia el
sentido mismo del trabajo…Al atacar a la burocracia rígida (del pasado)
y enfatizar el riesgo, dicen sus promotores, la flexibilidad da a la
gente mayor libertad para conformar sus vidas. De hecho, el nuevo orden
impone nuevos controles en lugar de abolir las reglas del pasado, pero
esos nuevos controles son difíciles de entender. Muy seguido el nuevo
capitalismo es un ilegible régimen de poder.

Según Sennett el cambio en la estructura institucional moderna fue
acompañado por la imposición de empleos de corta duración, por contrato
o episódicos. En lugar de las organizaciones en forma de pirámide, los
ejecutivos quieren ahora pensar sus organizaciones en términos de
redes…Esto significa que las promociones y despidos suelen no estar
basadas en reglas claras y fijas, como tampoco lo están las tareas de
trabajo secamente definidas; la red está constantemente redefiniendo su
estructura… Las empresas se rompen o se fusionan, los empleos aparecen y
desaparecen, como hechos que no se relacionan entre sí. La creación
destructiva…necesita de personas que no teman las consecuencias de los
cambios, o que ignoren lo que se les viene encima, escribe el sociólogo
estadounidense.

Una prueba actual del estrés causado por los controles del "nuevo orden"
a que se refiere Sennett es la encuesta de las firmas Sciforma y Zebaz
en Francia (basada en mas de ocho mil entrevistas y publicada en Le
Figaro del 31-05-2012), donde se confirma que quienes tienen trabajo se
ven sometidos a un insoportable estrés: El 89 por ciento de los
franceses afirman que trabajan en la urgencia y todos se quejan del
impacto del estrés laboral sobre su vida privada. Agendas de trabajo
excesivas, mayor estrés y siempre menos tiempo para ejecutar las tareas.

¿El retorno del "tribalismo"?

Escribiendo en The Times of Malta, el antropólogo Ranier Fsadni (4) se
pregunta si la solidaridad, como principio de la organización social,
tiene algún futuro en un mundo en que ser solidario no significa, en la
práctica, más que una expresión de simpatía o buena voluntad, y no un
compromiso con ciertas políticas o para la cooperación política, y
recuerda que Sennett escribió que el nuevo orden económico está
erosionando la capacidad misma de imaginar una real pertenencia a la
sociedad, que la "sociedad moderna" nos desarticula, nos deshabilita
para la práctica de la cooperación, que la gente está perdiendo sus
habilidades para "tratar con las diferencias intratables" y con todas
las capacidades de cooperación que son necesarias para que funcione una
sociedad compleja. Y, por lo tanto, que el "tribalismo", la solidaridad
restringida a personas que "son como nosotros", está vivo y se porta bien.

El antropólogo explica las tres condiciones que crearon el contexto de
esta deshabilitación. La primera es la creciente desigualdad entre las
clases sociales, entre ricos y pobres, que reduce el terreno común que
puede ser compartido entre los diferentes miembros de la sociedad,
incitando a las "políticas de la tribu".

La segunda condición son los importantes cambios en el mundo del trabajo
que "minan tanto el deseo como la voluntad de trabajar" con aquellos que
difieren o son diferentes. La compartimentación de la división del
trabajo provoca el "efecto silo", y Fsadni elabora en las prácticas de
la organización del trabajo en este mundo de contratos a tiempo
limitado, y en un contexto en el cual –citando a Sennett-, se ve como
"normal" que en EE.UU. del 15 al 18 por ciento de la fuerza laboral esté
sin un empleo de tiempo completo por más de dos años, y que el desempleo
afecte al 20-25 por ciento de los jóvenes.

La tercera condición es la "reacción violenta" o el contragolpe cultural
a esta realidad, cuyos síntomas son los votos ganados por los partidos
de extrema derecha, que proclaman solidaridad y proteccionismo, pero
sólo para quienes tienen las condiciones para pertenecer a la "tribu".

Y nuevamente cita a Sennett, para quien que la respuesta a esta
"deshabilitación" ha sido el nacimiento de un nuevo tipo de carácter: un
carácter dispuesto a minimizar las diferencias –políticas, étnicas,
religiosas o eróticas- para proclamar que todos somos "básicamente lo
mismo". Pero que constituye una forma de abstenerse, de no
comprometerse, y por lo tanto es algo problemático para aquellos cuya
diferencia es evidente.

Refiriéndose al alto porcentaje de votos que en las ultimas elecciones
presidenciales en Francia recibió el xenofóbico partido Frente Nacional
de Marine Le Pen, Fsadni puntualiza que eso fue posible porque Le Pen no
tuvo temor de plantear cuestiones fundamentales sobre la solidaridad y
la desigualdad, y porque sus respuestas fueron "tribales".

Los políticos europeos deberán tener el valor de plantear estas
cuestiones, no sólo de manera retórica, sino dando respuestas complejas
y realizables. De no ser así, para Fsadni, la cohesión social que es
posible por la solidaridad perderá su "promesa de emancipación" y
retornará a "sus connotaciones de unidad represiva".

Muchos se preguntan si los partidos de la derecha, en muchos países
europeos, podrán resistir a la tentación totalitaria, a ese tribalismo
que representa la extrema derecha.

Pero no todo es tan sombrío como parece. En países europeos estamos
asistiendo en el contexto de un gran descontento popular,
particularmente de la juventud, al renacimiento o fortalecimiento de una
izquierda radical organizada (los frentes y coaliciones de izquierda)
con capacidad de movilización popular y de convocatoria electoral.

La Vèrdiere, Francia.

1.- Ver http://www.shadowstats.com/alternate_data/unemployment-charts

2.- Ver (NBER Working Paper No. 17830) en http://www.nber.org/

3.- Traducción libre de citas del libro The Corrosion of Character: The
Personal Consequences of Work in the New Capitalism (1998) de Richard
Sennett, que revisita la investigación en Boston a finales de los 60 y
comienzos de los 70, tema del libro The Hidden Injuries of Class,
Richard Sennett y Jonathon Cobb, 1972.

Ver
http://newlearningonline.com/literacies/chapter-2-literacies-purposes/sennett-on-the-new-flexibility-at-work/

4.- Ranier Fsadni, The future of solidarity. 3 de mayo 2012 en The Times
of Malta.

- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.



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