miércoles, 25 de abril de 2012

[alai-amlatina] Malvinas en el contexto geoestratégico regional

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Malvinas en el contexto geoestratégico regional

Rina Bertaccini

ALAI AMLATINA, 25/04/2012.- La cuestión Malvinas ha trascendido
ampliamente los límites de la República Argentina. Hoy es una causa
latinoamericana y, en cierta medida, alcanza una dimensión mundial. La
explicación de este hecho tan significativo –esperanzador en un sentido
y preocupante en otro- debe buscarse precisamente en el análisis del
contexto geoestratégico de América Latina y su relación con la crisis
global que atraviesa la civilización capitalista.

Un examen exhaustivo excede largamente los márgenes de este artículo.
Pero intentaremos echar una mirada en esa dirección tomando como punto
de partida la idea de que Malvinas no es una cuestión aislada y por eso
conviene considerarla como parte de una geoestrategia regional.

Tenemos en cuenta, asimismo, que en el continente actúan básicamente dos
estrategias contrapuestas, la del imperialismo que intenta seguir
ejecutando sus proyectos de dominación y la de las fuerzas populares que
luchan por afirmar su soberanía y conquistar la plenitud de derechos
para las amplias mayorías.

Una rémora del pasado colonial

A esta altura de los acontecimientos parecería innecesario señalar que
la ocupación británica de los archipiélagos de las Malvinas, Georgias
del Sur y Sandwich del Sur es una rémora del colonialismo del siglo XIX.
Sin embargo estamos obligados a hacerlo frente a las insólitas
declaraciones del primer ministro inglés David Cameron que acusa de
"colonialista" a la Argentina por no reconocer la supuesta
"autodeterminación" de los actuales habitantes de las islas.

Como no podemos pensar que semejante desatino se debe a la ignorancia,
preferimos preguntarnos a dónde apunta el representante oficial del
imperio que todavía en el siglo XXI mantiene en el mundo diversas
posesiones coloniales conquistadas mediante guerras y actos de
piratería. Precisamente de ese modo, y con la ayuda decisiva de los
EEUU, en 1833, desalojaron violentamente a la guarnición militar y a la
población argentina que vivía en Malvinas y trasplantaron a súbditos
británicos, provenientes de distintos lugares, con el objetivo de
consolidar la usurpación. Ese acto pirata –que no fue un hecho aislado
sino la expresión de una política de expansión colonial desplegada en el
mundo entero– es el origen de la población malvinense que ahora quieren
presentar como un pueblo con derecho a la autodeterminación.

La pretensión no resiste el menor análisis. La propia ONU reconoce que
existe una ocupación colonial y que se trata de un problema de violación
de la integridad territorial de un país soberano (la Argentina)
situación a la que se debe poner fin mediante una negociación pacífica
entre ambas partes en conflicto, a lo cual se niega sistemáticamente la
Corona Británica.

Algo más que una supervivencia del pasado

Pero no se trata únicamente de una supervivencia del pasado colonial.
Las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, como lo hemos
señalado en trabajos anteriores, son hoy una pieza importante en la
estrategia global del imperialismo y particularmente en el accionar de
la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), maquinaria de
guerra, actualmente extendida por todo el planeta.

La posesión de nuestros archipiélagos les permite el control de la parte
sur del Océano Atlántico, de las rutas marítimas que unen América del
Sur con Africa y su conexión con el continente Antártico y con los
países del Pacífico a través del Estrecho de Magallanes y el Pasaje de
Drake, todo lo cual tiene una enorme importancia económica y
geopolítica. Están en juego los cuantiosos recursos naturales de la
plataforma continental argentina –una de las más extensas del mundo– que
hoy usufructúan ilegalmente mediante la venta de licencias de pesca y de
exploración de petróleo a empresas trasnacionales, de lo cual obtienen
ganancias millonarias a costa de la depredación de bienes naturales que
pertenecen al pueblo argentino. Es por todo ello que Gran Bretaña se
niega a entablar negociaciones por la soberanía.

Malvinas y el Atlántico Sur en el proyecto de la OTAN global

Es precisamente para resguardar el despojo, pero también para contribuir
a la expansión global de la OTAN que han construido en la Isla Soledad
(Archipiélago de las Malvinas) la gran base militar de Mount Pleasant,
inaugurada en 1986, que dispone de una pista de aterrizaje de 2.600
metros de longitud, un puerto de aguas profundas (denominado Mare
Harbour) donde atracan submarinos atómicos, así como de silos para
almacenar armas nucleares e instalaciones con capacidad para albergar
varios miles de efectivos militares.

Obviamente, no hace falta tamaño enclave militar para "defender a 2.800
malvinenses" que no son objeto de ataque alguno. Por el contrario, la
Fortaleza de la OTAN en Malvinas constituye una amenaza real para los
pueblos de la región pues acerca peligrosamente la guerra a las costas
latinoamericanas. Pero, además, la misma existencia de la Fortaleza
Malvinas y las actividades de entrenamiento bélico que en ella se
realizan (por ejemplo, de contingentes de soldados de la OTAN que
participan en la guerra de Afganistán y permanecen en Malvinas durante
seis semanas) contradicen abiertamente la Resolución 41/11 de las
Naciones Unidas que declara el Atlántico Sur una Zona de Paz y
Cooperación. En la misma política se inscribe la reciente decisión
unilateral británica de establecer en torno a las Islas Georgias y
Sandwich del Sur una zona de exclusión pesquera de un millón de
kilómetros cuadrados que será patrullada por naves de guerra del Reino
Unido.

Vale recordar que la citada Resolución de la Asamblea General de la ONU,
aprobada el 27 de octubre de 1986, puntualmente (párrafo 3º) "exhorta a
todos los Estados de todas las demás regiones, en especial a los Estados
militarmente importantes, a que respeten escrupulosamente la región del
Atlántico Sur como zona de paz y cooperación, en particular mediante la
reducción y eventual eliminación de su presencia militar en dicha
región, la no introducción de armas nucleares o de otras armas de
destrucción masiva y la no extensión a la región de rivalidades y
conflictos que le sean ajenas".

Todo lo cual, agregado a la reactivación, en 2008, de la IV Flota de
Guerra de los Estados Unidos que se desplaza libremente "por las aguas
azules, verdes y marrones" del hemisferio occidental, instala nuevas e
inquietantes amenazas a la paz en Nuestra América.

Para calibrar adecuadamente la magnitud de tales amenazas resulta
imprescindible analizar el actual desarrollo de la crisis mundial y
tomar en cuenta, por ejemplo, los recientes sucesos en el mundo árabe
donde se combinan operaciones neocoloniales del imperio, maniobras de
inteligencia y la intervención militar directa como en el caso de Libia.
Tal como advierte el economista Jorge Beinstein "nos encontramos ante la
apariencia de una convergencia de numerosas 'crisis', en realidad se
trata de una única crisis gigantesca, con diversos rostros, de dimensión
(planetaria) nunca antes vista en la historia, su aspecto es el de una
gran crepúsculo que amenaza prolongarse durante un largo período".
Beinstein señala además otro dato de la realidad que no puede ignorarse
a la hora de evaluar peligros de guerra: "Actualmente el Complejo
Militar Industrial norteamericano (en torno del cual se reproducen los
de sus socios de la OTAN) gasta en términos reales más de un billón (un
millón de millones) de dólares".

Tal volumen de gastos improductivos no hace sino agudizar la crisis
capitalista especialmente en los países centrales –Gran Bretaña y
Estados Unidos entre ellos– cuyas elites gobernantes pueden verse
tentadas a buscar "soluciones" a la crisis en nuevas aventuras bélicas.

La militarización imperial en nuestros días

Volvamos ahora a la cuestión de la OTAN, el bloque militar que en el
presente protagoniza todas las guerras y agresiones armadas contra los
pueblos. En su última cumbre, realizada en Portugal en noviembre de
2010, la OTAN ha proclamado su carácter global, es decir la decisión de
actuar en todos los continentes y todos los espacios marítimos del
planeta como brazo armado del poder imperial.

Para eso cuenta con la red de bases militares extranjeras de Estados
Unidos, Gran Bretaña y otros Estados de la OTAN, con las flotas de
guerra de las potencias centrales (portaviones, barcos, submarinos
atómicos y aviones de combate) que constituyen verdaderas bases
militares móviles; con una masa letal de armamentos modernos capaces de
destruir el mundo; con decenas de miles de efectivos de las fuerzas
armadas oficiales y una multitud de mercenarios reclutados por "empresas
contratistas", repartidos en distintos países.

Al respecto, y aunque es sabido, no conviene olvidar que el Jefe de la
OTAN ha sido desde su fundación en 1949, y sigue siendo hasta hoy, un
general del Pentágono, de donde provienen las orientaciones
estratégicas, la dirección efectiva y los planes concretos que llevarán
a cabo los miembros de la alianza atlántica para mantener la dominación
imperialista a escala global. De esta maquinaria infernal provienen las
principales amenazas que enfrenta la humanidad en estos días.

Formas renovadas para un viejo proyecto

La militarización imperial en América Latina se ha expresado
históricamente de maneras diversas, pero su esencia no ha variado. Tanto
en las nuevas como en las viejas formas el objetivo ha sido y sigue
siendo el mismo: lograr la dominación y la explotación de nuestros
pueblos. Sobre las formas renovadas que asume el proyecto imperial y la
actual ofensiva de remilitarización, pueden consultarse dos documentos
elaborados en los últimos años. Me refiero al "Joint Visión 2020"
(Visión conjunta 2020) y a otro titulado "United States Southern Command
Strategy 2018" (Estrategia del Comando Sur de los EEUU hacia el 2018).
El primero fue elaborado por el conjunto de los comandos del Pentágono y
el segundo, por el Comando Sur. En ambos casos se expresa, más o menos
claramente, un proyecto de recolonización del continente.

El núcleo del documento Visión Conjunta 2020 es la doctrina de la
dominación de espectro completo entendida como "la capacidad de las
fuerzas de los EEUU, operando unilateralmente o en combinación con
aliados multinacionales o fuerzas inter-agencias, de derrotar a
cualquier adversario y controlar cualquier situación a lo largo de todo
el espectro de operaciones militares."

Y, explica: dichas operaciones "incluyen el mantenimiento de una postura
de disuasión estratégica. Incluyen acción en el teatro de operaciones y
actividades de presencia. Incluyen el conflicto con empleo de fuerzas
estratégicas y armas de destrucción masiva, guerras de teatro principal,
conflictos regionales y contingencias de menor escala. También incluyen
aquellas situaciones ambiguas que se ubican entre la paz y la guerra,
tales como las operaciones para mantener y hacer cumplir la paz, así
como operaciones no-combativas de ayuda humanitaria".

Con toda crudeza nos están advirtiendo qué podemos esperar de las
guerras imperialistas del siglo XXI: una acción global desplegada en
todos los dominios: el específicamente militar con su poder letal, pero
también en el plano político, económico, ideológico y cultural, sin
limitación o condicionamiento jurídico o moral de ninguna clase. No es
una simple amenaza, es lo que hicieron en el año 2011 en Libia; es la
forma en que ejecutaron a Bin Laden, en Pakistán. Es lo que denuncia el
investigador canadiense Rick Rozoff en relación al uso de aviones sin
piloto en un ataque bélico "libre de riesgo y por encima de la ley".

En el segundo documento mencionado anteriormente "La Estrategia del
Comando Sur hacia 2018" –fechado en diciembre de 2008– se concretan los
conceptos de VC 2020 como objetivos para América Latina y el Caribe (6).
En él afirman la idea de que el sistema de seguridad a nivel continental
debe garantizar al Pentágono la posibilidad de realizar operaciones en
cualquiera de los países de la que consideran su "área de
responsabilidad" y también en los que denominan "espacios neutrales", es
decir aguas internacionales, espacio aéreo, espacio cibernético. El
Atlántico Sur podría ser uno de ellos.

Una alternativa esperanzadora

Dijimos al principio que en el continente actúan básicamente dos
estrategias contrapuestas, y describimos después los peligros que se
derivan de la estrategia imperial.

Digamos ahora que en América Latina y el Caribe se está construyendo una
estrategia común de las fuerzas que se oponen a los proyectos de
dominación. Una alternativa que viene de la mano de los pueblos que
luchan por la paz y por su plena soberanía en el marco de un original
proceso de integración regional, con la creación de la Unasur, el ALBA y
la nueva Comunidad de Estados de América latina y el Caribe (CELAC). Un
proceso esperanzador en el que diversos gobiernos toman distancia de las
hipótesis de conflicto y los proyectos imperiales de dominación y buscan
alternativas y caminos comunes para construir políticas propias de
seguridad y defensa nacional. En esa búsqueda se inscribe la
conformación del Consejo de Defensa Suramericano de Unasur y la reciente
inauguración en Buenos Aires del Centro de Estudios Estratégicos para la
Defensa, así como la apertura en Bolivia de una Escuela de Defensa de
los Países del ALBA.

Precisamente, los Estados de Unasur, del ALBA y la CELAC, al igual que
el Mercosur, son los que hoy están asumiendo la causa Malvinas como una
cuestión no sólo argentina, sino también de los países de Nuestra
América, con lo cual se fortalece sustancialmente el reclamo de
descolonización de Malvinas y desmilitarización del Atlántico Sur.

Frente a la actual ofensiva político-diplomática del gobierno argentino,
los países hermanos cierran filas en apoyo a la reivindicación de la
soberanía argentina, así como en la exigencia de que la Corona Británica
respete las resoluciones de la ONU e inicie las correspondientes
negociaciones. Pero, esta vez, la decisión de los gobiernos
latinoamericanos y caribeños fue más allá de las declaraciones de
solidaridad y adoptaron algunas medidas concretas que afectan económica
y políticamente los intereses imperialistas, como es el caso de prohibir
el atraque de barcos con la bandera ilegal de Malvinas (que como declaró
el presidente uruguayo no es la bandera de un país sino de un enclave
colonial que desafía la legalidad internacional).

En el mismo sentido, tiene un gran significado el anuncio del canciller
brasileño –anuncio hecho en Brasilia durante una conferencia de prensa
realizada el 18 /01 / 2012, en presencia del canciller británico–
informando que los gobiernos de Uruguay y Brasil están trabajando "para
convocar una conferencia de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico
Sur, que reuniría a países suramericanos y africanos con costa
atlántica". De concretarse la iniciativa, puede ser otro serio revés
para los planes de Gran Bretaña y la OTAN en la región.

Rina Bertaccini es presidenta del Movimiento por la Paz, la Soberanía y
la Solidaridad entre los Pueblos (Mopassol) de Argentina y
vicepresidenta del Consejo Mundial por la Paz.

Este texto es parte de la revista "América Latina en Movimiento", No
474, correspondiente a abril 2012 y que trata sobre " La descolonización
inconclusa" disponible en http://alainet.org/publica/474.phtml.

URL de este artículo es: http://alainet.org/active/54349


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