lunes, 23 de abril de 2012

[alai-amlatina] Colonialismo y descolonización: nuevas versiones

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Colonialismo y descolonización: nuevas versiones

Irene León

ALAI AMLATINA, 23/04/2012.- Diversas perspectivas y estilos matizan los
distintos procesos de cambio emprendidos en Latinoamérica, pero todos
coinciden en levantarse sobre fundamentos de autodeterminación y
soberanía. Más aún, varios de ellos sustentan sus proyecciones en
enfoques políticos de la descolonización, perspectiva que se hace
también ostensible como plataforma de partida para las nuevas
iniciativas de la integración regional y su institucionalidad.

Dos países latinoamericanos, el Estado Plurinacional de Bolivia y
Ecuador, han colocado la descolonización y la desneoliberalización como
elementos imprescindibles para apuntalar su transición hacia el
horizonte del Vivir Bien / Buen Vivir, una alternativa civilizatoria que
implica, a la vez, el desmantelamiento del capitalismo y del patriarcado.

Otros países señalan la urgencia de descolonizar al momento de definir
sus relaciones con terceros y, no en pocos casos, esta propuesta se
levanta cuando de protegerse se trata, ya sea de los embates del
imperialismo, del neocolonialismo -en particular de la codicia de las
corporaciones transnacionales-, o del mismo colonialismo a la antigua
que, en pleno Siglo XXI, afecta a alrededor de 20 "territorios no
independientes"[1] del Caribe.

En los espacios clave de la integración regional, tales como la I Cumbre
de la Comunidad de Estados Latinaomericanos y Caribeños[2] –CELAC-, ya
casi nadie omitió mencionar a la descolonización como una necesidad
histórica y hasta de plantearla como una urgencia, evidenciándola como
"el" asunto histórico inconcluso, cuando tocó consensuar un epílogo para
las celebraciones del bicentenario de la independencia, coincidente por
esas fechas.

En las definiciones de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América -ALBA-, la perspectiva descolonizadora se transparenta
en la misma visión "alternativa" fundacional, que teniendo en la mira la
construcción de un futuro compartido, desde lo identificado como
"propio", postula la solidaridad y las complementariedades –ya no al
mercado– como ejes conductores para la integración de los pueblos. Aquí
el discurso expresa autodeterminación, tanto frente a los sojuzgamientos
resultantes de las dinámicas capitalistas, como a las imposiciones del
poder imperialista y neocolonial.

En la UNASUR, esta perspectiva se manifiesta principalmente en
propuestas relacionadas con las soberanías, y se hace patente en el
desarrollo de "enfoques propios" sea para el diseño de la Nueva
Arquitectura Financiera, o para la definición del Consejo de Defensa
Suramericano, entre otros.

Pero así como avanza la propuesta descolonizadora, también se
reposicionan los poderes neo coloniales e imperialistas, la mayoría de
las veces inextricablemente coaligados y exhibiendo recicladas
interpretaciones de sus viejos métodos: la fuerza, la ideología, la
amenaza, la estrategia sinuosa.

Un ejemplo es la reciente variante política de vetustos argumentos para
justificar imposiciones, que ahora se presenta con titulares de
"libertad". "Liberar a los pueblos" y /o "llevar democracia", son el
aserto explícito con el que se impone la barbarización de cualquier
forma de gestión política distinta de la liberal. En ese mismo orden de
ideas, se sataniza cualquier intento de organización económica distinta
del "libre" mercado, sea ésta socialista, comunitaria o simplemente
soberana. La "libertad de expresión" es el argumento que encumbran las
élites ante propuestas de democratización de la comunicación, que
implican la potencial universalización del acceso efectivo a dicha
expresión.

La manipulación del concepto libertad permite reposicionar viejos
mecanismos de dominación, a través de conocidos instrumentos de presión
que van desde la reprimenda verbal a los "llamados" de organismos
internacionales, e incluso hasta la presión militar.

Así, aún resonaban los tambores de las celebraciones del bicentenario de
la independencia, cuando comenzaron a aparecer los rezagos de su
inconclusión. Lo más flagrante es sin duda el despliegue de ejercicios
militares británicos, comandados por el más alto nivel del poder
monárquico, el Príncipe Guillermo, en las Islas Malvinas, territorio
argentino ocupado por ese reino desde hace casi dos siglos. En este
caso, la inversión de papeles entre agresor y víctima ha ido tan lejos
que David Cameron, Primer Ministro del Reino Unido, el Estado que más
colonias mantiene en el siglo XXI, llegó a acusar al gobierno argentino
de colonialista. Pero más allá de las anécdotas, esta "dinamización" de
la militarización posiciona a la base militar británica en las Malvinas
como la fuerza más importante de la OTAN en el Atlántico Sur. Por su
parte, manifestando espíritu de cuerpo ante este avance de posiciones de
beneficio común, el Presidente estadounidense, Barack Obama, se rehusó a
endosar una condena a esta ocupación, impulsada por todos los países de
América Latina, en el marco de la fallida VI Cumbre de las Américas,
celebrada en Colombia, en abril del 2012.

Por otro lado, se han levantado también las presiones comerciales como
un arma de coacción poderosa, que se aplica permanentemente y en
distintos niveles; el más conocido ejemplo en esta materia es el bloqueo
impuesto, desde hace medio siglo, a Cuba por los Estados Unidos -donde
mantiene, además, bajo ocupación forzosa, la base militar de
Guantánamo-. Otras formas, menos imponentes pero también incisivas, son
las presiones sobre preferencias arancelarias, que se negocian de forma
bilateral según el "comportamiento" político de los países, o las
"certificaciones" de distinta índole que emiten algunas instancias de
los poderes dominantes: comerciales, de derechos humanos, de corrupción,
etc.

En otra escala pero en la misma materia, figuran las presiones que
resultan de las instituciones internacionales, tales como la
Organización Mundial de Comercio, las Instituciones Financieras
Internacionales, y otras instituciones neocoloniales como el Centro
Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones –CIADI-,
cuyas políticas de arbitraje externo colocan a Estados y empresas en
igualdad de condiciones; por eso Bolivia, Ecuador y Venezuela se han
retirado de esa instancia, en rechazo a la renuncia a la soberanía de
los países que representa tal enfoque.

Pero si la versión del neocolonialismo en el siglo XXI tiene una marca
identitaria, esa es la imbricación inalterable entre sus intereses, los
de los capitales anónimos y los de las corporaciones transnacionales. El
ejemplo de su aplicación práctica más reciente es la amenaza lanzada por
el gobierno del reino español, de considerar a Argentina como "un paria
de la comunidad internacional", luego de que ese país expropiara el 51%
del capital social de la empresa petrolera REPSOL-YPF, en respuesta a
una suerte de boicot sostenido de la reinversión en el país. Argentina
"se ha dado un tiro en el pié", afirmó el canciller español, José Manuel
García, a la vez que anunció represalias diplomáticas, comerciales,
industriales y energéticas. Similares opiniones emitieron las
Instituciones Financieras Internacionales, mientras en América Latina
las felicitaciones para el gobierno argentino, que se multiplican,
contienen invariablemente menciones a la dignidad, a la soberanía, a la
descolonización.

Así configurados, los poderes imperialistas y neocoloniales están
afanados en "reconquistar" el mundo, y en eso la palabra "acaparar" es
la que más refleja la situación. La apropiación de tierras urbanas y
rurales, de las fuentes hídricas, de minerales, y aún más, de todos los
principios de vida, es una de las principales características del
contexto actual. Las agendas de control geopolítico, con pretensiones
incluso inter galácticas, están delineadas por las ambiciones
transnacionales de esos acaparamientos territoriales y de recursos,
mismos que son abundantes en América Latina.

Por eso, y por cuestiones de dignidad, el planteo descolonizador en la
región es indisociable de las emergentes iniciativas de cambio y de
integración, pues además de involucrar al conjunto, tiene que ver con el
modo como se configuran los mecanismos de dominación en el siglo XXI y,
por ende, también con el diseño de las estrategias para desmontarlos.

La descolonización en proceso

Hacer de la descolonización una cuestión política y regional,
interrelacionada con las propuestas de cambio -Socialismo del siglo XXI,
Sumak Kawsay, Vivir Bien y otras-, es sin duda el primer escaño
ineludible para su consecución, en una región donde, como señalamos
anteriormente, conviven distintas situaciones y relaciones de poder
colonial y neo colonial, complejizadas según las reglas de juego del
capitalismo global.

Se han dado pasos en ese sentido. Así, el Estado Plurinacional de
Bolivia ha dado un salto de gigante, al colocar la descolonización como
pieza política clave para el despunte de su proceso de cambio, como
también al plantear, de manera subsecuente, la necesidad de unas
políticas de Estado e instrumentar una institucionalidad para
impulsarla. Con esos macro ingredientes, es de prever que si bien el
camino por recorrer para su realización será extenso, las reglas del
juego están trazadas, por primera vez en la historia.

Igual sucede en Ecuador donde, desde una perspectiva distinta, los
caminos hacia la descolonización se esbozan, en esta primera fase, en la
arena de la autodeterminación económica, inherente a la soberanía y al
proceso de desneoliberalización. En este caso, el cese del
neocolonialismo es incluso el leitmotiv, de amplio consenso, para
explicar y sostener cambios o procesos complejos, tales como la
auditoría de la deuda externa (realizada en 2008) y sus subsiguientes
negociaciones con el sector financiero internacional amparadas en la
noción de "deuda ilegítima".

En ambos casos, la descolonización está en la mira y en ambos se postula
que la despatriarcalización constituye un elemento consustancial para
emprender la transición hacia la construcción del Buen Vivir / Vivir
Bien. Hablamos entonces de transformaciones estructurales de fondo,
donde la perspectiva de refundación del "Estado" desde lo plurinacional,
abre la posibilidad cierta de vindicar tanto a los pueblos indígenas
como, en clave plural, a los afrodescendientes y otros sectores.

En el ámbito regional, Petrocaribe, iniciativa de solidaridad y
soberanía energética, puesta en marcha por el gobierno de la República
Bolivariana de Venezuela en 2005, marca un hito en el impulso de
prácticas de descolonización, pues se hace con los países calificados
como los más periféricos de la región[3] -donde los abusos de las
transnacionales navieras y otras son innumerables-, justamente los
países que están en esa zona de frontera donde las relaciones coloniales
aún marcan pauta. Allí, también se condensan múltiples consecuencias del
tráfico transatlántico, que involucró a varios millones de personas
desplazadas forzosamente desde África -se estima que entre el siglo XVII
y el XIX se realizaron unos 35.000 viajes traficantes-, y por eso mismo,
en ese contexto, una propuesta de transformación, que contempla la
participación de esos pueblos, delinea una propuesta de descolonización
real y de porvenir.

Los pueblos latinoamericanos siguen en resistencia, pues aún inmersos en
uno de los procesos de cambio más sustantivos del mundo, confrontan unos
poderes capitalistas y neocoloniales dispuestos a todo para mantener el
control a escala global. No obstante, también es cierto que hay muchas
condiciones dadas –incluso por la crisis estructural del propio
capitalismo– que hacen viable que este camino de descolonización
planteada, de soberanías, de superación del capitalismo, sea una gran
posibilidad.

Estamos, pues, ante un escenario de complejidades acentuadas, junto a
las que afloran propuestas en un proceso de construcción por demás
dinámico. Toman forma debates de fondo, que alimentan y desafían los
alcances de un pensamiento propio que despunta. En fin, hay esperanzas,
como la de que pronto Puerto Rico y los demás pueblos en situación
colonial compartan, desde la autodeterminación, los sueños de un nuevo
porvenir para la región.

Notas:
[1] Puerto Rico, Guadalupe, Martinica, Barbados, San Bartolomé, Saint
Martin, Aruba, Bonaire, Curazao, Saba, San Eustaquio, Sint Maarten,
Islas Caimán, Islas Turcos y Caicos, Islas Vírgenes, Islas Vírgenes
Británicas, Anguila, Montserrat. Incluso en países como Jamaica, que
logró su independencia en 1962, sigue siendo Jefa de Estado la Reina
británica.
[2] Caracas, diciembre 2 y 3 de 2011
[3] Está conformado por Venezuela, Cuba, República Dominicana, Antigua y
Barbuda, las Bahamas, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Jamaica,
Surinam, Santa Lucía, Guatemala, San Cristóbal y Nieves y San Vicente y
las Granadinas (Honduras fue suspendida tras el golpe de Estado en junio
2009)

- Irene León es socióloga ecuatoriana, Directora de FEDAEPS y
vicepresidenta del Consejo Directivo de ALAI.

Este texto es parte de la revista "América Latina en Movimiento", No
474, correspondiente a abril 2012 y que trata sobre " La descolonización
inconclusa" disponible en http://alainet.org/publica/474.phtml.

URL de este artículo: www.alainet.org/active/54259&lang=es


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