jueves, 8 de diciembre de 2011

[alai-amlatina] ¿Hegemonía o emancipación?

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¿Hegemonía o emancipación?

Ana Esther Ceceña

ALAI AMLATINA, 08/12/2011.-

Las primaveras libertarias

Si una década atrás los aires de primavera americanos inundaban el resto
del planeta, hoy regresan refrescantes aunque enigmáticos desde tierras
árabes hasta nuestro continente.

Las revueltas americanas inauguraron un ciclo de luchas por la
descolonización y la desalienación; por la desobjetivación de los
sujetos; por la complementariedad y las diversidades; por la
recuperación de la intersubjetividad; por la humanidad y contra la
carrera suicida de un sistema insustentable y perverso. Partiendo del
mundo en el que caben todos los mundos, proclamado por los zapatistas
desde el fondo más profundo de las diversidades negadas, hasta las
revueltas andinoamazónicas que llaman a refundar la relación con la
naturaleza y a restablecer la integridad de la Pacha Mama, se ha
recorrido un camino conceptual del que emana una politicidad
transformada, subversiva y libertaria cuya potencia sólo puede ser
medida en el tiempo y el espacio de los amplios horizontes, en los que
se encuentran y a los que contribuyen los movimientos emancipatorios que
crecen en todos los rincones del mundo.

El momento actual puede muy bien ser definido como de oportunidad y
peligro, como de catástrofe y esperanza. Atendiendo a la alta
inestabilidad sistémica que lo caracteriza, las rutas posibles de
bifurcación están abiertas e invitan a esa creatividad sujética con que
los pueblos reinventan su historia. No sólo hay un rechazo a la
perpetuación del sistema sino un afloramiento de alternativas que van
construyendo nuevos imaginarios y sus consecuentes cables a tierra, ya
sea que aparezcan como políticas públicas, como nuevas
institucionalidades o como construcciones autonómicas y comunitarias.

Desafiantes, atrevidos, audaces, convencidos y múltiples, los
movimientos libertarios brotan por todos lados buscando materializar
utopías viejas y nuevas y colocan al sistema en su conjunto en aprietos,
casi desoyendo sus contradicciones internas. Que se vayan todos los
representantes de este orden caduco y autodestructivo donde quiera que
se encuentren no es más una aspiración argentina sino mundial, ya
rumiada por los colonizados de todos los continentes y replicada unos
años después por los indignados e insurrectos que brotan hasta en el
corazón del sistema. Y todos significa los saqueadores, los creadores y
defensores del orden establecido así sean legisladores, represores,
financieros, inversores, educadores o civilizadores, bajo cualquiera de
sus modalidades. No más opresión; no más alienación. El capital está en
riesgo.

Diez años después en la Plaza Tahrir se escuchan los ecos de la Plaza de
Mayo: que se vayan todos. Emblemas del Che Guevara, del Subcomandante
Marcos y de Hugo Chávez ondean entre los manifestantes demostrando que
la lucha es una sola más allá de sus matices y diferencias temporales y
situacionales. Es un levantamiento contra el capitalismo que apenas
empieza a mostrarse, atizado por la evidencia de insustentabilidad de un
sistema que en consecuencia se militariza cada vez más.

Las pacíficas voces del Ya basta o del Ya no más que movilizan en contra
del saqueo y que abren nuevos imaginarios atrevidos y esperanzadores se
van convirtiendo en el enemigo principal de ese sistema obsoleto, pero
sanguinario y despiadado, que extiende y profundiza la guerra colonial
con la que inició hace más de 500 años, y con la que seguramente cavará
esa tumba, a la que quiere arrastrarnos a todos.


Geopolítica a dos bandas

El control del homeland

Si América es considerada espacio vital de Estados Unidos por su
carácter insular y sus condiciones de autosustentabilidad, el Medio
Oriente, Asia Central y algunas regiones de África forman parte de sus
emplazamientos neurálgicos. En un juego que se mantiene a dos, tres o
cinco bandas, una en cada continente, Estados Unidos, como expresión del
máximo poder mundial, intenta hacer honor a la pretensión del Pentágono
de alcanzar la dominación de espectro completo.

Con ritmos distintos, pero manteniendo siempre el principio de los
contrapesos; utilizando diferentes mecanismos pero aplicándolos de
manera simultánea; comprometiendo actores que en otras circunstancias
podrían pretenderse competidores pero manteniendo claramente el control
desde la cúspide de la pirámide del poder; guardando una continuidad
impecable de sus políticas hegemónicas no obstante los cambios de
gobierno y los reacomodos de fuerzas, Estados Unidos se despliega por el
mundo reforzando o conquistando posiciones que se constituyen en nodos
estratégicos de un entramado global de dominación y disciplinamiento
encaminado a la apropiación material de los elementos esenciales de
reproducción del sistema, llamados de manera simplificada recursos
naturales, y a la disuasión o confrontación de cualquier iniciativa de
territorialidad, organización social o visión del mundo diferente a la
occidental capitalista que encabeza.

En América Latina a pesar de la complicidad de muchos de los gobiernos
de la región y del lanzamiento de grandes y ambiciosos proyectos que
combinaban intereses económicos, reordenamiento territorial y control
policíaco-militar directo e indirecto, no en todos los terrenos se logró
mantener la preeminencia. Casi todos estos proyectos han sido
cuestionados y han levantado una oposición en ocasiones dispersa,
siempre multiforme, y en momentos articulada subregionalmente o incluso
a nivel continental. Por su importancia simbólica, por haber permitido
crear una plataforma de lucha en la que confluyeron movimientos muy
distintos entre sí y también gobiernos comprometidos con la
autodeterminación de los pueblos de Nuestra América, el rechazo
militante y finalmente la derrota del Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) en 2006 marcó un momento culminante de la fuerza
descolonizadora regional y a la vez un llamado a reforzar la estrategia
contrainsurgente para detenerla.

A partir de ese momento puede observarse un reforzamiento de la política
hegemónica sobre el Continente que juega simultáneamente en todos los
frentes buscando a la vez penetrar y envolver, cercar y desarticular.

La señal de partida, que marca tanto cambios de forma como un claro
aceleramiento del ritmo de intervención, fue dada en Sucumbíos,
ratificando a Colombia como punto de irradiación interno, centro de una
estrella capaz de lanzar sus rayos en todas direcciones y vinculado a
las fuerzas del Pentágono, activas desde su implante en la base de Manta
en Ecuador en ese momento.

Efectivamente Colombia es el asiento principal de este nuevo ciclo
ofensivo, con un importante cambio de matiz con la salida de Álvaro
Uribe de la Presidencia.

Después de un conjunto de movidas relativamente imperceptibles en toda
el área del Gran Caribe, la base de Manta se multiplica en territorio
colombiano mediante un convenio que admite 7 nuevas ocupaciones
–anteriormente había 6- de instalaciones militares en condiciones de
total inmunidad, tanto para los efectivos militares estadounidenses como
para sus contratistas, que bien pueden ser ingenieros o mercenarios de
guerra, espías, expertos en comunicaciones, biotecnólogos o cualquier
otra cosa que sirva a los fines inmediatos y estratégicos de la cúpula
del poder mundial bajo la representación del Pentágono.

Sin demeritar la importancia de las nuevas posiciones alcanzadas en el
centro del continente, con capacidad de proyección rápida no sólo hacia
los polos sino hacia otros continentes -particularmente África-, una de
las jugadas de mayores consecuencias en la geopolítica continental fue
la extensión del Plan Colombia por lo pronto hacia el norte.

La proyección hacia el sur, con su punto nodal en Paraguay, ha tenido
algunos vaivenes. Pasó de la libertad de tránsito de efectivos militares
estadounidenses en todo el territorio paraguayo, con inmunidad total
(2006), a un relativo retiro y un nuevo convenio en virtud del cual se
ha instalado una Base de Operaciones en el norte del país (2010), para
capacitar en esta ocasión a los cuerpos policíacos, que son los que han
tomado la delantera en la lucha contrainsurgente y de protección a los
capitales transnacionales (lo que incluye desplazamiento, expulsión
violenta, criminalización, encarcelamiento, asesinatos y reordenamiento
territorial). No obstante, todavía no se logra establecer explícitamente
un Plan Paraguay similar al de Colombia, como sí ha ocurrido en el norte.

La Iniciativa Mérida (2008), nombre con el que se ha querido disfrazar
el Plan México, sienta un precedente que se repetirá en todas las
subregiones donde se han escalado los acuerdos de seguridad previos,
creando una nueva institucionalidad en el campo.

Tanto las normatividades (antes Planes, ahora Iniciativas), como los
emplazamientos directos (bases), e indirectos (IV Flota); algunos
encaminados a envolver y otros a penetrar, algunos unidireccionales y
otros compartidos (ver cuadro), han logrado modificar el equilibrio
geopolítico, en permanente redefinición.

Estados Unidos logró revertir la tendencia emancipatoria ascendente que
marcó el cambio de milenio pero no ha logrado derrotar la resistencia,
que se recompone desde diferentes lugares y con distintas modalidades.
La ocupación y control territorial (que incluye los mares), alcanzados
mediante un juego combinado de compromisos de cooperación, trabajo
mediático, cooptación, inyección de recursos e ideología a la sociedad
civil y despliegue de fuerzas físicas, determinó un cambio de balance en
el segundo quinquenio del siglo XXI. Las contradicciones y disyuntivas
inevitables de la resistencia y de una construcción alternativa, que no
termina de despegarse de los imaginarios y prácticas capitalistas; que
no termina de atreverse a "caminar sobre sus propios pies"; que no se
acaba de desprender de los modos de pensar, de concebir, de hacer que le
han sido impuestos por los colonizadores; que no alcanza todavía a
concretar las condiciones de irreversibilidad del dislocamiento
sistémico que está intentando; dan soporte al terreno de la reconquista.

Las puntas de lanza socavadoras del proyecto emancipador tienen asiento
concreto en Colombia y México, junto con Honduras, Panamá, Costa Rica y
ahora también Guatemala. Haití es un caso doloroso y paradigmático
dentro de este tablero en el que sucesivos intentos de golpe de estado o
de golpe de sociedad redirigen las dinámicas con un sentido hegemónico.

Por el otro lado, la terquedad de los pueblos en la defensa de sus
territorios y sus culturas, de sus historias y sus horizontes, de sus
visiones del mundo y modos de vida, aunada a los esfuerzos de
construcción de institucionalidades tendientes a la desconexión del
capitalismo (sumak qamaña, sumak kawsay, biopluralidad), al
reconocimiento de las diversidades (estados plurinacionales,
autonomías), contrahegemónicas (ALBA) o, por lo menos, impulsoras de la
autodeterminación, de la descolonización, o de nuevos entendimientos
Sur-Sur (CELAC), son los puntos de apoyo de un futuro no suicida y,
consecuentemente (aunque no sólo), no capitalista. Todo esto siempre que
se logre la confluencia, que no la unificación, entre los diferentes
sujetos y procesos en búsqueda de una emancipación integral.

Las apuestas del control planetario

Entendiendo que el control de casa es absolutamente prioritario, éste
ocurre paralelamente y en consonancia con el de áreas o espacios de
importancia estratégica en términos de su dotación de recursos
fundamentales, de su rebeldía político-cultural, de su arraigo histórico
específico (en este caso no-occidental), o de su capacidad para
conformar una articulación hegemónica alternativa (1).

El corredor petrolero de Asia Central, Medio Oriente y África es sin
duda la segunda prioridad de la política hegemónica, no sólo por sus
riquezas sino por los juegos de poder presentes en él.

Desde la búsqueda por impedir la relación entre China y los países
proveedores de petróleo; la de China y Rusia o de cada uno con sus redes
de alianzas regionales; hasta la de impedir la formación de nodos de
articulación no occidentales como podrían ser (o haber sido) Libia y,
sobre todo, Irán (2), las piezas llevan tiempo acomodándose en la zona y
son una referencia de equilibrio con respecto a América.

En África el Golfo de Guinea, Sudán y Libia marcan un triángulo de
codicia que se inserta en la línea Libia, Siria, Irán, de manera que
tiende a abarcar casi toda la región que el Pentágono considera ser la
"brecha crítica", tanto por sus riquezas como por su presunta
indisciplina, desorden o insumisión.

Escenarios simultáneos, contrapunteados y fundamentales, para los que se
diseñan políticas diferentes y se movilizan actores específicos, pero
que sólo en conjunto garantizan el mantenimiento de la hegemonía y, lo
que es infinitamente más importante, del orden sistémico.

Ahora bien, como en todo juego de estrategia, un movimiento implica
siempre efectos varios. La jugada entonces pone a prueba también a las
fuerzas aliadas como las de la OTAN, suplantadoras sin riesgo de
competencia porque requieren la asociación, y mueve las relaciones
internas de la Unión Europea de modo que puede resultar en un
debilitamiento general de su fuerza relativa. De esta manera los costos
de la guerra se expulsan y los beneficios se comparten, dejando los
inmediatos en las manos más pequeñas y los estratégicos en la cúspide de
la pirámide del poder.

De algún modo el corredor petrolero contrahegemónico liderado por
Venezuela en Latinoamérica, antes por Libia en África y por Irán en Asia
Central marca las pautas de movimiento de la geopolítica y enciende los
focos de alerta.

Evidentemente, el involucramiento popular en la construcción de los
procesos contrahegemónicos o alternativos es la base de su solidez y el
mal manejo de las diferencias puede llevar a situaciones en que éstas se
conviertan en contradicciones incluso antagónicas.

La suerte de la región y las posibilidades de construcción de un futuro
distinto, que permita caminar hacia fuera de este sistema de guerra y
depredación, se encuentran en gran medida en la sabiduría con la que
estos procesos generan los consensos e inventan su realidad, cosa que no
en todos los casos sucede y que, por supuesto, es la más difícil de lograr.

Tanto Libia como Siria muestran fracturas sociales que han sido muy bien
aprovechadas por los intereses hegemónicos. No obstante, en geopolítica
nada se escribe de manera definitiva y la balanza puede nuevamente
orientarse hacia la bifurcación sistémica, hacia lo que hoy muchos ya
nombran el vivir bien.

Notas:
1) En el caso de América este lugar le corresponde a Venezuela.
2) Irak en su momento fue destruido por los mismos motivos.

- Ana Esther Ceceña, economista mexicana, es investigadora en el
Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM) y coordinadora del Observatorio
Latinoamericano de Geopolítica www.geopolitica.ws

* Este texto es parte de la Revista América Latina en Movimiento, No.
471, diciembre 2011 que tiene como tema central "De indignaciones y
alternativas" (http://alainet.org/publica/471.phtml)

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