El Protocolo de Kioto ha muerto, la Convención de Cambio Climático agoniza
Gerardo Honty
ALAI AMLATINA, 15/12/2011.- Algunos analistas han concluido que en la
reciente cumbre gubernamental sobre cambio climático de Durban se logró
mantener con vida el Protocolo de Kioto, ya que la mayoría de los países
firmantes han decidido darse un segundo período de compromiso, y esto es
al menos un logro.
Sin embargo hay varias razones para sostener que el Protocolo de Kioto
ha muerto. La primera es la razón del artillero: su objetivo principal
era reducir un 5% las emisiones de los países desarrollados y esto no se
cumplirá. No solo no se cumplirá porque los firmantes no alcanzaron esa
meta (cosa que se veía bastante probable), sino porque varios de las más
importantes naciones no son parte, o abandonaron ese convenio. Estados
Unidos, Rusia, Canadá y Japón ya no adhieren a ese protocolo y en ellos
están más de la mitad de las emisiones que estaban comprometidas a ser
reducidas.
Y esta es una segunda razón para decir que el Protocolo de Kioto ha
muerto: es un acuerdo vinculante que ya no vincula. Uno de los temas
centrales de las negociaciones sobre cambio climático, desde el
encuentro de Bali (2007) hasta esta cumbre en Durban, había sido la
forma que adquiriría la "arquitectura legal" de un nuevo acuerdo para
reducir las emisiones de gases con efecto invernadero. De hecho este
tema es tan importante que se volvió la principal razón del retraso de
36 horas en la decisión de Durban.
Uno de los fuertes argumentos a favor de mantener el Protocolo de Kioto
era que este era el único tratado "jurídicamente vinculante" que
teníamos. Pero lo que acaba de suceder en Sudáfrica muestra que incluso
bajo las obligaciones de estos tratados, hay países que se pueden
desvincular. ¿Qué vida puede tener un tratado que no cumple su cometido
y del que cualquiera se puede salir en cualquier momento sin castigo?
Lo que quizá podría preguntarse ahora es si la muerte del Protocolo de
Kioto no ha arrastrado consigo la muerte de la propia Convención Marco
del Cambio Climático. Una de las razones por las que los países en
desarrollo bregaban afanosamente por lograr un segundo período de
compromiso del Protocolo es que este contiene un "cortafuego" que
mantiene separados los compromisos de los países desarrollados y los de
los en vías de desarrollo. Sin embargo esto es un espejismo: ese
cortafuegos está en la Convención. Es el texto de la Convención el que
dice que los países desarrollados tienen que reducir sus emisiones y los
países en desarrollo tienen derecho a aumentarlas en virtud de su
necesidad de desarrollo. Es la Convención la que divide a los países en
Anexo 1 y no Anexo 1.
Ahora bien, ha quedado claro en Durban, por si no se habían percatado
antes, que varios países desarrollados ya no aceptan esta tesis y que no
entrarán en ningún acuerdo bajo estas condiciones. Pero también se ha
hecho evidente que la división entre desarrollados y en vías de
desarrollo ya no alcanza para dar cuenta de los posibles arreglos con
equidad. Esto quedó muy claro en particular con la última discusión
entre India por un lado, y China y Brasil por otro, en uno de los
últimos trasnochados plenarios en Durban.
Y es evidente que destruido este "cortafuegos" buena parte de los
contenidos más importantes de la Convención de Cambio Climático se
derrumban. Vale la pena también recordar que uno de los objetivos
principales de este acuerdo era que los países desarrollados redujeran
sus emisiones del año 2000 a las que tenían en 1990, extremo que, como
puede comprobarse fácilmente, no se ha logrado.
En consecuencia podría llegar a pensarse que en Durban no solo acabamos
de enterrar el Protocolo de Kioto sino también comenzamos a cavar la
fosa de la propia Convención.
No puedo resistir la tentación al final de este artículo de señalar la
dolorosa paradoja que nos ha puesto el destino por delante. El próximo
encuentro de los países participantes en este proceso (la COP 18), se
celebrará en Catar, un país "en desarrollo" cuyos ingresos dependen en
un 85% de la venta de petróleo y gas y que tiene uno de los ingresos per
cápita más grande del mundo: 80 mil dólares al año. ¿Es en esa próxima
etapa donde debemos tener enfocadas nuestras esperanzas?
- Gerardo Honty es analista en energía y cambio climático de CLAES,
Centro Latinoamericano de Ecología Social
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