El racismo en el ojo ajeno
Jorge Majfud
ALAI AMLATINA, 21/11/2011.- A propósito de las acusaciones de 
expresiones racistas contra el futbolista uruguayo Luis Suárez en 
Inglaterra, George Galloway, ex diputado inglés, afirmó que "Uruguay es 
la nación más racista del mundo entero".
Por supuesto que no voy a decir que en Uruguay no hay racismo. Espero 
haberme curado hace tiempo de chauvinismo y de patriotismos de 
escarapelas e hipócritas reverencias. De hecho no puedo señalar un sólo 
país en el mundo donde no haya racismo. En Estados Unidos ya sabemos el 
historial que tiene; en los mejores casos de lucha contra el racismo 
pero muy pocos son capaces de negar las barbaridades históricas contra 
su población negra que incorrecta e eufemísticamente llaman 
"afroamericanos". La palabra "negro" en español suena my semejante a 
"negroe" o directamente "negro" en inglés y es una de las ofensas más 
denigrantes, sin ambigüedades de intención, como en español o portugués, 
por su carga histórica y por su particularidad semántica. En español es 
ciertamente ambigua, depende de la intencionalidad del hablante, y va 
desde la expresión de cariño y amistad hasta el insulto más primitivo.
En Uruguay mi abuelo a veces me llamaba "negro", me consta que con 
cariño, porque mi piel era más mora que la del resto de mis primos. Sin 
embargo, en Sud África casi me asesinaron a cuchilladas en una calle de 
Johannesburgo; por ser blanco, como me lo explicó poco después un 
taxista negro.
En mi querido Mozambique, el primer mes no podía distinguir entre macúas 
y macondos y ellos se mataban por sus diferencias. Actitud tribal y 
racista que fue bien aprovechada por ingleses, portugueses, holandeses, 
hindúes y otros africanos blancos, hasta no hace mucho, según me consta. 
Ni que hablar de los hutus que en la Rwanda de los '90 masacraron casi 
un millón de tutsis por razones étnicas y raciales, que para el caso 
significa lo mismo.
Pero en los últimos mil años el premio (eso lo sabe cualquier persona de 
mediana cultura) se lo ha llevado el racismo blanco con sede y origen en 
los grandes imperios europeos. Cuando no fue en las matanzas que 
realizaban los cruzados a principios del milenio, al mejor estilo Atila, 
fue la honorable Reconquista primero y la Conquista española en Nuevo 
Mundo después, empresa, entre otras cosas, profundamente racista y 
etnocida, si las hubo; el inconmensurable holocausto judío a mano de los 
nazis y las sucesivas limpiezas étnicas, como la de los Balcanes. Sin 
olvidarnos de los diarios actos de racismo que hoy en día sufren, con 
crueldad o con sutil discriminación, las minorías o las mayorías 
débiles, desde el mundo desarrollado hasta Medio Oriente, desde algunos 
hispanos pobres en Estados Unidos hasta los palestinos sin derechos 
civiles y a veces sin derechos humanos en su propia tierra.
El señor George Galloway menciona la aniquilación de los charrúas en el 
siglo XIX, a mano de los criollos blancos. Esto es estrictamente cierto. 
Muchas veces hemos criticado sin delicadeza el chauvinismo que disimula 
todo tipo de racismos; en nuestro país; hemos señalado repetidas veces 
este genocidio como el genocidio indígena en el resto a América y rara 
vez mencionado en los medios de comunicación. Los indígenas que habían 
sobrevivido a la colonización europea molestaban las propiedades y las 
apropiaciones de los hacendados y se los exterminó o se los despojó de 
sus tierras bajo la excusa de que eran una raza incapaz de civilización, 
como lo definió en sus múltiples libros el presidente y educador 
argentino Domingo Faustino Sarmiento. Ni que hablar del racismo contra 
poblaciones indígenas varias veces superior, como en Paraguay, Bolivia, 
Perú, Ecuador o Centro América; ni que hablar del racismo contra las 
poblaciones afrodescendientes en el Caribe y sobre todo en el Brasil.
Cierto, el racismo ha campeado en nuestra América latina. Pero que un 
inglés venga a declarar que "Uruguay es la nación más racista del mundo 
entero" (y lo enfatizó en un inglés muy británico, para que lo 
entendiera el mundo entero, aclarando que "conocía Uruguay" porque 
"había estado allí"), sería una broma de mal gusto si no fuese una 
hipocresía tan patética.
No porque un inglés cualquiera no pueda señalar el racismo en otro país. 
Me explicaré.
El mismo ex diputado y showman George Galloway sabe perfectamente el 
larguísimo historial del más feroz racismo que conoció el mundo en los 
últimos siglos, obra del flemático y civilizado imperio británico que 
sólo se opuso al tráfico de esclavos a América y empezó a hablar de 
moral cuando el millonario negocio negrero dejó de serle rentable. Un 
imperio que arrasó pueblos enteros, desde la China hasta América, 
pasando por India, África o por cualquier otra región marítima donde 
habitaban algunos animales humanoides de test oscura. Los invadió, los 
sometió y los humillo sistemáticamente.
Por eso es crítica y necesaria la aclaración. No es que en Uruguay no 
haya racismo como afirman algunos chauvinistas que viven mirando para 
otro lado. El problema radica en un par de palabras como "el más" y con 
el especial agravante de que quien lo dice haya sido un diputado de una 
potencia político-militar racista por tradición y reincidente por interés.
Mister George Galloway, como diputado inglés, se opuso a la Guerra de 
Irak y ha tenido el detalle de firmar varias declaraciones en defensa de 
la humanidad. Precisamente, por ambas condiciones, la de inglés y la de 
humanista (o algo parecido), debería estar curado de hipocresía. Pero en 
detalles como esos, demuestra que en el fondo es otro primermundista 
colonialista. Lo cual debería ser igualmente motivo de una acusación 
ante tribunales internacionales. Con el agravante de que si el 
futbolista Suárez es un muchacho que pudo haber dicho una estupidez en 
la calentura de un partido de fútbol, Mister George Galloway es un viejo 
político, con aura de intelectual, con todo el tiempo del mundo para 
reflexionar sobre sus propias estupideces y sobre las estupideces 
criminales de los sucesivos gobiernos que se sucedieron en su país y que 
ya tienen varios siglos de impune insistencia.
- Jorge Majfud, majfud.org. Jacksonville University
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