martes, 6 de septiembre de 2011

[alai-amlatina] Chile: “Le tengo terror a un plebiscito”

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Chile: "Le tengo terror a un plebiscito"

Carlos Pérez

ALAI AMLATINA, 06/09/2011.- Con su sinceridad habitual, el senador
Carlos Larraín ha confesado abiertamente: "le tengo terror a un
plebiscito". Por supuesto, la derecha siempre le ha tenido terror a los
pronunciamientos soberanos, libres e informados, del pueblo. A lo largo
de nuestra historia sólo ha recurrido al plebiscito en condiciones de
superioridad absoluta. Bajo una dictadura, con propaganda masiva sólo
para la alternativa del gobierno, con papeletas en que sólo se puede
decir sí o no, con padrones electorales sospechosos, o sin ellos.

El movimiento estudiantil ha levantado una demanda que toca lo más
esencial del modelo político, económico y social instaurado por la
derecha neoliberal y resguardado eficientemente por la Concertación
durante veinte años: atentar contra el lucro es atentar contra el
corazón del sistema.

La demanda debe permanecer en ese grado de radicalidad: no al lucro en
educación. Y esto significa, muy en concreto, que se termine la lógica
de autofinanciamiento de las universidades, que se termine con el
financiamiento universitario a través del endeudamiento de las familias
con la banca, que el Estado se haga responsable del financiamiento
directo y estable de al menos el 50% del presupuesto de las
universidades estatales, y tradicionales no privadas; que el Estado
financie de manera directa el 100% del presupuesto de la educación
estatal preescolar, básica y media.

No a la lógica del lucro en educación no significa prohibir el lucro
para los que puedan pagarlo. Pero significa que el Estado no debe dar ni
un peso a las empresas educacionales privadas. Ni directamente, ni
indirectamente, a través de exenciones tributarias o sistemas de
subvenciones. Significa que se deben congelar las subvenciones a la
educación privada, y luego disminuirlas progresivamente, para volcar
todos esos recursos a la educación estatal.

No a la lógica del lucro no significa afectar la libertad de enseñanza.
Que todo el que quiera instalar instituciones educacionales por su
cuenta, y desde su bolsillo lo haga. Significa, en cambio, que el Estado
se haga cargo de la demanda educacional, y garantice la educación para
todos los chilenos que la requieran de manera libre y gratuita.
Significa que el Estado cree las escuelas y liceos que puedan satisfacer
esa demanda. Que cree un sistema de educación técnico profesional masivo
y gratuito. Que cree sistemas de educación y perfeccionamiento para
trabajadores.

Con toda razón, si es esto lo que se somete a plebiscito, los que en su
día se opusieron a la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, hoy día
están aterrorizados. Y son capaces de hacer muchas cosas para impedirlo.
Porque si el conjunto de la ciudadanía se pronuncia a favor de estas
demandas, no habría razón ya para mantener el mismo sistema en la salud,
ni para los subsidios millonarios a los empresarios del transporte, ni
para el sistema que permite a las grandes empresas pagar menos impuestos
que las personas comunes. Porque si los ciudadanos se pronuncian a favor
de estas demandas no habría razón ya para mantener nuestras riquezas
básicas en manos del capital extranjero.

Están dispuestos a hacer muchas cosas, y ya las están haciendo.
Infiltrar las marchas con policías encapuchados, hacer uso del monopolio
que detentan sobre los medios de comunicación para decir diez sobre el
gran apoyo que tiene el movimiento y luego noventa sobre la "violencia a
la que conduce". Diez para decir que algo es justo, noventa para azuzar
el temor, y la división.

Pero es obvio que la manipulación y la violencia policial son
herramientas políticas muy débiles. Y eso es lo que han mostrado las
movilizaciones, que crecen y suman cada día a nuevos adherentes activos.
Las herramientas políticas más eficientes son los propios políticos, que
se supone nos representan. Eso es lo que han mostrado los veinte años
anteriores, administrados por la Concertación.

Es por eso que el gobierno, y los mismos parlamentarios y, ¡cómo no! la
inefable Iglesia Católica, insisten en llevar la discusión al
Parlamento. A un Parlamento elegido por votación binominal, con la
derecha largamente sobre representada, con más la mitad de la
Concertación esperando repetir la misma gracia que hizo al distorsionar
la salida al movimiento estudiantil de 2006.

¿Qué discutir en un Parlamento que no representa a los ciudadanos? ¿Cómo
emplazar a ese Parlamento a cumplir un rol real, que vaya más allá de
legitimar y respaldar una y otra vez al modelo económico instalado?
¿Cómo ir al Parlamento sin que ese diálogo se convierta sólo en un show
mediático con vistas a las próximas elecciones?

Lo único que puede hacer el Parlamento para dar salida a este conflicto
es aprobar reformas constitucionales que apunten a la demanda central:
que el Estado garantice educación gratis y de calidad en todos los
niveles, para todos los chilenos que lo requieran. ¿Es eso lo que el
Parlamento quiere hacer?

Si el Parlamento no quiere, o no puede, hacer estas reformas, porque las
mayorías construidas de manera mañosa se lo impiden, porque no quiere
cargar con decisiones que enojen a quienes financian las campañas de
cada parlamentario, lo que debe hacer el aprobar reformas
constitucionales que permitan que los ciudadanos sean consultados por la
vía plebiscitaria, de tal manera que sus pronunciamientos sean
vinculantes para el poder político.

Justamente ahora, muchos actores políticos están planteando la
posibilidad de un plebiscito. Considerando los modos de hacer política
en este país, casi estoy de acuerdo con la sensación de Carlos Larraín.
La verdad es que nosotros también deberíamos estar preocupados por tal
posibilidad.

¿Un plebiscito para decir sí o no a un enunciado genérico? ¿Un
plebiscito para aprobar derechos sin establecer la manera de hacerlos
exigibles? ¿Un plebiscito para llamar a la unidad nacional sin tocar en
absoluto las bases del sistema que todas estas demandas están impugnando?

El movimiento social debe establecer claras condiciones sobre el modo y
el tema en un eventual acuerdo en torno a un plebiscito. En primer
lugar, se debe establecer una prioridad en torno a los temas que
deberían ser sometidos a consulta en el plazo inmediato, aunque a
mediano plazo todos estos temas deban ser resueltos por esa vía.

La prioridad no es difícil de establecer. Un plebiscito que apruebe el
llamado a la elección de una Asamblea Constituyente, elegida de manera
proporcional, que sea deliberante, que redacte ella misma proyectos de
nueva Constitución Política, y que someta las alternativas a la
aprobación ciudadana.

Si los Honorables y Excelentísimos no están dispuestos a someter la
Constitución de Pinochet a tal peligro, entonces el plebiscito debe ser
una consulta directa sobre las demandas que están planteadas por el
movimiento estudiantil. Como he indicado antes, esta posibilidad
requiere de una reforma constitucional, que debería aprobarse ahora
mismo, para establecer la existencia de tal mecanismo, y para que sus
resultados sean vinculantes para todos los niveles de la autoridad política.

Nuevamente, teniendo presente el mundo de trucos y manipulaciones que
son características del mundo político establecido en este país, es
necesario ser específicos en torno a las alternativas que no apuntan
directamente sobre las demandas planteadas. Tanto en el contenido, como
en el modo de una consulta pueden ser manipulados, o redirigidos a temas
que logren mantener los fundamentos del sistema.

La primera cuestión, y no es casual que sea esta alternativa justamente
la que más se escucha, es que no debería aceptarse que el plebiscito
gire en torno al sistema binominal. Esto aplaza las demandas, y las
entrega, nuevamente, a las decisiones de representantes que no
necesariamente representan a sus representados. A estas alturas la
demanda contra el sistema binominal sólo favorece a la misma clase
política, y lo que se busca con ella es eliminar el obstáculo que
representa para los muchos ambiciosos que hacen fila para las
candidaturas posibles, y que no saben cómo sacarse de encima a los que
ya están apernados desde hace veinte años.

Un sistema electoral proporcional, que represente efectivamente a todos
los sectores ciudadanos, que evite la vergüenza de las reelecciones
eternas, la impresentable vergüenza de que los partidos políticos
designen a los reemplazantes en caso de vacancia, a espaldas del
electorado, que evite la vergüenza de que las campañas de los políticos
sean financiadas con dinero de todos los chilenos, sólo será posible
cuando haya una nueva Constitución, aprobada de manera democrática, que
termine con la dictadura de los que administran el modelo que heredaron
de la dictadura.

Una segunda cuestión es que, con la única excepción de un llamado a
Asamblea Constituyente, la demanda por eventuales consultas
plebiscitarias debería ser en torno a objetivos económico sociales, no
en torno a objetivos políticos. Como he señalado: los objetivos de tipo
político sólo se conseguirán con una Constitución nueva. Si no es bajo
esa condición, sólo servirán para reafirmar a la misma clase política en
que actualmente no podemos confiar.

Los objetivos son muy fáciles de enumerar. Plebiscito para preguntarles
a todos los ciudadanos sobre la nacionalización de las riquezas básicas,
sobre la aplicación o no del sistema de mercado para regular la salud,
el transporte, los servicios básicos. Es a ese tipo de consultas a las
que Carlos Larraín "le tiene terror". Esas son las consultas que apuntan
al corazón del modelo.

Una última cuestión, en ningún caso menor, es acerca del modo bajo el
cual las eventuales consultas plebiscitarias pueden resultar aceptables.
Una reforma constitucional debe establecer al plebiscito como mecanismo
vinculante para todos los niveles de autoridad política del país. Ningún
poder puede estar por sobre el pronunciamiento directo y soberano del
conjunto de la nación. Plebiscitos que puedan ser convocados por el 5%
del padrón electoral. Que puedan ser convocados independientemente a
nivel nacional, regional y comunal. Que tengan alternativas de
contenido, no simplemente una frase en torno a la cual decir sí o no.
Que puedan consultar varios temas a la vez. Que se hagan regularmente,
junto con las elecciones de autoridades políticas.

Un plebiscito no es la única salida para las demandas del movimiento
estudiantil. La primera salida es que las demandas sean aceptadas y
efectivamente cumplidas. Pero si lo que se acuerda es un plebiscito, que
se haga sobre lo que es sustantivo, y que de garantías de que no seremos
burlados una vez más, como ha ocurrido ya durante los últimos veinte años.

Educación estatal gratis y de calidad ahora, con o sin plebiscito. Esa
es la demanda sustantiva. Es con esa demanda que logramos tocar la
esencia del sistema. Si es a través de un acuerdo con el gobierno,
estará muy bien. Si es a través de un acuerdo con el Parlamento estará
mejor. Si logramos que el acuerdo resulte vinculante porque se ha
consultado al conjunto de los ciudadanos, muchísimo mejor. Es esta la
demanda que nos pone en el camino de la recuperación de la dignidad para
Chile.

- Carlos Pérez es profesor de Física, Universidad ARCIS

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