martes, 30 de agosto de 2011

[alai-amlatina] De escépticos a cínicos

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De escépticos a cínicos

Emir Sader

ALAI AMLATINA, 30/08/2011.- El escepticismo parece un buen refugio en
tiempos en que ya se decretó el fin de las utopías, el fin del
socialismo e incluso el fin de la historia. Es más cómodo decir que no
se cree en nada, que todo es igual, que nada merece la pena. El
socialismo habría devenido en tiranía, la política en corrupción, los
ideales en intereses. La naturaleza humana sería esencialmente mala:
egoísta, violenta, propensa a la corrupción.

En ese escenario, solo restaría no creer en nada, por lo que es
indispensable descalificar todo, adherir a cambalache: nada es mejor,
todo es igual. Ejercer el escepticismo significa tratar de afirmar que
ninguna alternativa es posible, ninguna tiene credibilidad. Unas son
pésimas, otras imposibles. Algunos medios, como ya fue dicho, son
máquinas de destruir reputaciones. Porque si alguien es respetable, si
alguna alternativa demuestra que puede conquistar apoyos y protagonizar
procesos de mejoría efectiva de la realidad, el escepticismo no se
justificaría.

En realidad el escepticismo se revela, rápidamente, en la realidad, ser
un cinismo, tanto el uno como el otro, una justificación para la
inercia, para dejar que todo continúe como está. Aún más que el
escepticismo-cinismo está al servicio de los poderes dominantes, que
acostumbran emplear esos otavinhos (1) dándoles espacio y empleo.

Su discurso es que el mundo está cada vez peor, al borde de la
catástrofe ecológica -todo se desmorona- y otros cataclismos. Promueven
esa visión pesimista, incitan al escepticismo y a sumarse a la inercia,
que permite que los poderosos sigan dominando, los explotadores sigan
explotando, los engañadores –como ellos– sigan engañando.

Por más que digan que todo está peor, que el siglo pasado fue un horror
–como si el mundo estuviera mejor en el siglo XIX-, que nada merece la
pena, no pueden analizar la realidad en concreto. Para no ir más lejos,
basta contemplar América Latina, tema sobre el cual la ignorancia de esa
gente es especialmente acentuada. Imposible no considerar que el siglo
XX fue el más importante de su historia, el primero en que la región
comenzó a ser protagonista de su historia. De economías agro
exportadoras, se avanzó a economías industrializadas en varios países, a
la urbanización, a la construcción de sistemas públicos de educación y
de salud, al desarrollo del movimiento obrero y de los derechos de los
trabajadores.

Pero bastaría concentrarnos en el periodo reciente, en el mundo actual,
para darnos cuenta de que las sociedades latinoamericanas –el continente
más desigual del mundo– o por lo menos la mayoría de ellas, avanzaron
mucho en la superación de las desigualdades y de la miseria. Aún más en
contraste con los países del centro del capitalismo, referencia central
para los escéptico-cínicos, que giran en falso en torno a políticas que
América Latina ya superó.

Las poblaciones de Venezuela, Bolivia, Ecuador, están viviendo mejor que
antes de los gobiernos de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. La
Argentina de los Kirchner está mejor que la de Menem. El Brasil de Lula
y de Dilma está mejor que el de Fernando Henrique Cardoso.

Pero el escepticismo-cinismo desconoce la realidad concreta, no conoce
la historia. Es pura ideología, estado de ánimo, que da cabida a los
poderosos, partido que escogieron, al optar por dejar el mundo como
está. Trata de difundir sentimientos de angustia frente a los problemas
del mundo, pero es solo un cebo para transmitir mejor su compromiso para
que el mundo no cambie, continúe igual. Incluso porque la vida está bien
buena para ellos que comen de la mano de los ricos y poderosos.

Ser optimista no es desconocer los graves problemas de todo orden que
vive el mundo, no porque la naturaleza humana sea mala por esencia, sino
porque vivimos en un sistema centrado en el lucro y no en las
necesidades humanas: el capitalismo, en su fase neoliberal. Desconocer
las raíces históricas de los problemas, no comprender que es un sistema
construido históricamente y que, por lo tanto, puede ser desconstruido,
que tuvo un comienzo, tiene un punto medio y puede tener un final. Que
la historia humana es siempre un proceso abierto a alternativas y que
triunfan aquellas que logran superar ese escepticismo-cinismo que lleva
agua a su molino para dejar todo como está, apuntando a la acción
consciente, organizada, solidaria de los hombres y mujeres concretamente
existentes. (Traducción ALAI)

- Emir Sader, sociólogo y cientista brasileño, es secretario ejecutivo
del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

(1) (NDLT) En Brasil, personajes típicos del neoliberalismo, que
promueven el desencanto de la izquierda para intentar imponer la idea
del tango Cambalache: Nada es mejor, nada todo es igual.

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