Unión Europea, hacia la desintegración
Salvador González Briceño
ALAI AMLATINA, 22/07/2011.- Los países de Europa se encaminan hacia el
desfiladero porque padecen una crisis de unidad; es decir, van hacia la
desintegración. La Unión Europea (UE) no da otra señal que la desUE.
Sabido es que toda crisis representa una oportunidad grandiosa para
cambiar de raíz lo que está podrido, o hundirse si no se aprende la
lección. Pero la voluntad política de los liderazgos que conforman la UE
no muestra señal alguna de que todos marcharán parejos; además no hay
estadistas. Todo lo contrario, cada país está jalando agua para su
molino. A ninguno le interesa la suerte de los demás. Y eso significa
que tampoco están aprendiendo la lección de la actual crisis estructural.
El problema es que para cuando quieran tapar el pozo, el niño, o varios
de ellos, se habrá ahogado y todos pagarán las consecuencias. España,
Portugal, Irlanda, Grecia y recientemente Italia. Se los advirtió el
especulador George Soros hace unos días (el 11 de julio para ser
precisos) en el Financial Times: los europeos necesitan un "Plan B".
Pero Soros se quedó corto, porque la realidad les exige ir más allá.
Necesitan avanzar hacia el otro extremo, ir al fondo del asunto:
replantarse los términos de Maastricht, del Tratado bajo el cual los
gobiernos dieron sustento en febrero de 1992 a la Unión Europea y al
euro que comenzó a circular como moneda única en enero de 2002. De ese
tamaño es el reto, y los europeos no parecen verlo ahora. Pese a que la
crisis toca a la puerta.
Y en tanto no avancen por ahí, para apuntalar todo lo que sea pertinente
del acuerdo matriz, no estarán más que lanzando piedras al fondo del
pozo para tratar de taparlo (ayudas monetarias pírricas para el
rescate); lo que no evitará que en cualquier momento se presente el
incidente del tropiezo, el ahogamiento del niño.
Porque es claro que los países en crisis ahora no pueden solos. Incluso
con las ayudas y los planes restrictivos que les están colocando las
instituciones financieras, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo
Monetario Internacional (FMI). Los países débiles ahora requieren más
que un soporte técnico, necesitan todo el apoyo de los demás países de
la UE. Sencillamente porque de eso dependen Grecia, Portugal, España,
Irlanda e Italia, pero no únicamente ellos; también está de por medio la
suerte, ni más ni menos que, del euro y hasta la supervivencia de la UE.
Si no llegan a entenderlo de ese modo los países integrantes de la UE,
claramente los presidentes de Alemania, Angela Merkel, y el de Francia,
Nicolas Sarkozy, así como el resto de primeros ministros europeos, la
situación estará en la tablita esperando el mal paso de un país al
precipicio o un solo movimiento hacia abajo para que devenga el caos. Lo
peor es que arrastrarán también al resto de economías hacia el abismo y
también —salvo las economías del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que
están mejor preparadas— al mundo. Además de Europa, peligran Japón,
Estados Unidos, Asia, Latinoamérica. Todos irán al caos.
Hay un camino que podrían escudriñar pero que nadie aplica: cobrar
impuestos reales a los especuladores, sin concesiones para el sistema
financiero en su conjunto que apuesta siempre, aún con crisis, a
llevarse las mayores ganancias de cualquier situación. Son los
multimillonarios —individuos y empresas— del mundo que tienen exenciones
fiscales, tasas de interés favorables, no pagan lo que deben y evaden
sin ser castigados. Ellos son los que concentran la riqueza. Por eso
todo el peso de las crisis decae en las clases trabajadoras y pobres del
mundo.
Siquiera porque los especuladores son los que provocan las crisis pagan
algo. Las restricciones son aplicadas como planes de ajuste por la vía
del instrumento del poder que es el Estado. Y los estados de la Unión
aplican la misma dosis. Las restricciones son para las personas de a
pie, los ciudadanos que no la deben pero sí la pagan. Por eso son justas
las protestas de los jóvenes en todo el mundo, de los trabajadores, los
ciudadanos en su conjunto.
George Soros también planteó que las elites europeas necesitan revertir
los principios que guiaron la creación de la Unión, reconocer que el
entendimiento de la realidad es imperfecto, que las percepciones pueden
ser tendenciosas y las instituciones imperfectas. La realidad
demostraría, sigue Soros en su reflexión, que pronto el euro era una
moneda incompleta porque contaba con un banco central pero "sin un
tesoro". Los fundadores de la UE creyeron que la mera voluntad política
sería suficiente.
Pero ya se ve ahora que no es así. Y todo comenzó en Alemania, continúa
Soros, cuando Merkel planteó que "no apoyarían la garantía europea
porque cada país debería hacerse cargo de su propias instituciones". Eso
le dejó la experiencia de la integración de las alemanias, con todo y se
trató de un proceso "nacional" y un ajuste con su pasado reciente. Pero
también fue el comienzo de la crisis del euro. "De ahí data la división
de la eurozona entre estados deudores y estados prestadores", concluye
Soros.
Desde entonces las divisiones comenzaron. Por eso ahora, con esta
crisis, la desUE aparece más dispersa; porque avanza a pasos acelerados
hacia su propia desintegración. Casi sin importar las medidas que tomen
ahora los líderes políticos, porque no van más allá de los rescates que
ahorcan a los países, en lugar de sacarlos a flote. Para eso se necesita
reencontrarse con el desarrollo económico y no cuentan con bases para
lograrlo por ahora.
El acuerdo al que llegaron este jueves los miembros de la eurozona y el
FMI, fue otorgar otro préstamo a Grecia, ahora por 110 mil millones de
euros. La misión ortodoxa; del divisionismo de la UE. Recuérdese que la
deuda del país heleno asciende a 350 000 000 000 de euros. Y dijo Poul
Thomsen, el enviado por el FMI a Atenas, que Grecia debe poner en
práctica las reformas convenidas en la ley. No sólo eso, que la deuda es
"sostenible", pero el país está "en el filo de la navaja".
Por todo, la UE va camino a su desintegración. Si no se toman las
medidas de apuntalamiento del tratado de Maastricht, que presentó fallas
de origen. Ello no ocurrirá. No se ve a mediano ni hacia el largo plazo.
Por lo tanto, la desUE pronto se hará realidad; mejor dicho, en la
práctica ya lo es.
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