¡Es el trabajo asalariado, estúpido!
Alberto Rabilotta
ALAI AMLATINA, 14/07/2011.- Una recaída en la recesión económica está en
marcha en el mundo industrializado. Los niveles reales de desempleo en
Estados Unidos están por las nubes. No se trata ya de cesantía a corto o
mediano plazo, sino del aumento de un desempleo crónico, que supera los
dos años y alcanza hasta los cuatro años y que rememora los niveles de
desempleo durante la Gran Depresión de los años 30 del siglo 20, y
quizás por eso la Oficina de Estadísticas Laborales de Washington ha
decidido reincorporar en sus estadísticas a los cesantes que están más
de dos años sin empleo (1). En junio pasado la tasa oficial de desempleo
en Estados Unidos fue de 9.2 por ciento. La tasa ampliada, llamada U6,
estaba por encima del 17 por ciento, y si se utiliza la antigua
definición de desempleo del Departamento del Trabajo estadounidense
(SGS-Alternate, abandonada en 1994 pero utilizada aún por economistas
para calcular la cesantía a corto, mediano y largo plazo) es de 22.8 por
ciento de la fuerza laboral del país (2). Y dejaremos de lado el
subempleo o empleo a tiempo parcial, que afecta a una creciente
proporción de trabajadores y en las estadísticas oficiales es
considerado como "empleo" a tiempo completo.
La situación es similar en países europeos no afectados directamente por
la "crisis de la deuda", como Francia o Gran Bretaña, donde las
estadísticas oficiales tampoco computan el desempleo a largo plazo, la
exclusión definitiva del mercado laboral y el subempleo. Pero la
situación laboral es y será mucho peor en los países afectados por la
crisis de la deuda y que están siendo obligados a aplicar severos
programas de austeridad, como Grecia (16 por ciento de cesantía sin
computar el desempleo a largo plazo y la imposibilidad para los jóvenes
de incorporarse al mercado laboral) o España (21 por ciento de desempleo
oficial), para citar dos casos.
Y el crecimiento anémico de la economía real apunta a que lejos de
disminuir la cesantía aumentará en los meses venideros.
Más desempleo, mayores ganancias
El 5 de julio pasado el diario The Wall Street afirmaba que mientras la
economía estadounidense está pasando por una de "sus más lentas
recuperaciones desde la Gran Recesión", las grandes empresas están
listas para reportar "sólidos ingresos para el segundo trimestre,
exponiendo una dicotomía entre el comportamiento de las corporaciones y
la salud general de la economía".
Dicho de otra manera, mientras que los salarios y beneficios laborales
constituyen actualmente el 57.5 por ciento de la economía –en baja
respecto al 64 por ciento que esta parte representaba hasta mediados de
la década pasada, según la agencia AP-, y el desempleo se mantiene o es
superior a los niveles de la Gran Recesión del 2008-2009, las grandes
empresas están ya en la fase de auge que en la salida de recesiones
anteriores manifestaban una fuerte recuperación económica.
A esta presentación de aumentos en las ganancias trimestrales se añade
el hecho de que en Estados Unidos las empresas están 'sentadas" en más
de un billón y medio (1 500 000 000 000) de dólares porque –según el
economista y Nóbel Paul Krugman (3)- no "ven" una demanda de parte de
los consumidores. Mientras tanto los bancos disponen de reservas
excedentes por otro 1.5 billón que no están prestando.
El analista Stephen King escribe en The Independent (4) sobre la falta
de creación de empleos y el anémico crecimiento (2.0 por ciento) de la
economía estadounidense que persiste desde la presidencia de George W.
Bush en Estados Unidos, y señala que las empresas que están "sentadas"
en ese billón y medio de dólares prefieren ahorrar ese capital en lugar
de invertirlo, destacando que cuando deciden invertir prefieren hacerlo
en China y Brasil en lugar de su propio país.
En el caso de las "economías avanzadas", exceptuando el especifico caso
alemán, no se trata de una "recuperación económica sin creación de
empleos", como avizoraban algunos economistas para la "salida" de la
Gran Recesión del 2008 y 2009, sino de una vigorosa "recuperación de
beneficios" de la clase capitalista en medio de un evidente
estancamiento económico que amenaza convertirse en una nueva recesión
global por la aplicación generalizada de políticas fiscales de
austeridad, por el creciente desempleo y subempleo, y la consiguiente
baja del consumo.
¿Por qué las economías capitalistas no crean empleos?
Ya no se puede dudar de los efectos que sobre el empleo produjo la
revolución informática y la automatización de la producción, que en las
últimas cuatro o cinco décadas permitieron aumentos inimaginables en la
"productividad" –la producción de bienes o servicios respecto a la
cantidad de mano de obra empleada en ella- y aseguraron la rentabilidad
de las empresas transnacionalizadas en sectores cada vez más
concentrados y sometidos a una competencia extrema.
La contraparte de esta revolución en el modo de producir fueron los
despidos masivos en los centros industriales del capitalismo y, con la
liberalización del comercio y las inversiones desde hace poco más de una
década, la mudanza también masiva de la producción industrial de
artículos de consumo hacia países de Asia, en particular China.
Este proceso para reducir los costos de mano de obra, que al comienzo
afectó a la producción industrial de bienes de consumo directo, se ha
ido propagando a ramas de la producción de bienes de capital, como las
maquinarias y componentes de los mecanismos destinados a la producción.
En los países avanzados, como puede observarse desde hace más de tres
décadas en Japón, Alemania, Estados Unidos, Canadá y Francia, entre
otros más, la carrera de las empresas por reducir costos laborales para
obtener la máxima rentabilidad posible llevó inexorablemente a
reemplazar donde fuera posible los trabajadores y los empleados de
servicios por la maquinaria e informática de todo tipo imaginable: las
sofisticadas excavadoras, grúas, topadoras, los camiones gigantes y
demás maquinarias sustituyeron a millones de trabajadores de la
construcción, la minería y la explotación forestal, para citar tres casos.
Esto podría extenderse a prácticamente todas las ramas del sector
primario, de la minería a la pesca y la agricultura, que tuvieron que
adaptarse a la aplicación de métodos industriales generados por esta
revolución científico-técnica, lo que explica que para crear un empleo
real en esas ramas se requiere de una millonaria inversión en maquinaria
y equipos. Y lo mismo sucedió con el sector secundario, las industrias
productoras de bienes.
El sector terciario, los servicios, se suponía iba a ser la panacea del
empleo que reemplazaría con salarios decentes y empleos estables a los
desaparecidos empleos industriales. En efecto, durante las últimas
décadas el crecimiento de ese sector fue reemplazando en términos de
creación de empleos a los declinantes sectores, como la agricultura,
minería y la industria.
Pero en realidad la informática se infiltró en todas las esferas de los
servicios -con las computadoras, impresoras, copiadoras y sofisticados
sistemas de telecomunicación que multiplicaron la capacidad de trabajo
en las oficinas de todo tipo; en los bancos con la recepción y el retiro
de dinero a través de "cajeros automáticos" y no de las cajeras o
cajeros de carne y hueso; lectura óptica de precios que redujo el número
de cajeras en los centros de comercio, por ejemplo- con el consiguiente
efecto de reducir el número de puestos y el nivel de los salarios. Y el
alto desempleo unido al empobrecimiento de la clase trabajadora hizo que
se multiplicaran en la última década los empleos muy mal pagados en los
McDonald y Wal-Mart de este mundo.
La retroalimentación de los efectos coyunturales y estructurales
En suma, en los países capitalistas avanzados donde las grandes empresas
privadas están "sentadas" en billones de dólares no hay demanda de los
consumidores que permita la reactivación de la economía real porque no
es posible ni rentable, en términos capitalistas, generar una masa
crítica de nuevos empleos con salarios decentes, o aumentar los salarios
en términos generales, para elevar el consumo de bienes.
Y como no hay falta de capitales para inversiones en el sector privado
se puede dudar de la coherencia de querer aplicar, como proponen muchos
respetados economistas, las recetas keynesianas, de que las inversiones
públicas sustituyan la ausencia de inversiones de capital del sector
privado.
Más aun, las inversiones públicas para la construcción y reparación de
las infraestructuras no tienen efecto multiplicador en materia de
empleos porque esa rama de la construcción, que hace tiempo ha pasado a
manos del sector privado en todo el mundo capitalista, ha hecho todo lo
posible para aumentar al máximo el empleo de maquinaria y reducir al
mínimo el número de trabajadores empleados. Y a menos que el sector
público se involucre en le reactivación de otras ramas y sectores
dominados por la inversión privada, asumiendo un papel gestor de la
economía como se está viendo el países de Sudamérica, la creación de
empleos seguirá siendo un objetivo ilusorio.
A los problemas estructurales del capitalismo avanzado se unen los
problemas coyunturales, la deuda pública producto de la socialización de
las pérdidas del sector financiero y de los planes de reactivación de la
economía durante la pasada Gran Recesión, y el papel dominante que está
jugando el capital financiero para apropiarse de una renta en todas las
situaciones posibles.
En suma, el capitalismo y el trabajo asalariado son inseparables. El
trabajo asalariado permite al capitalista crear la plusvalía y los
salarios constituyen el único medio por el cual, a través del consumo,
los capitalistas pueden realizar esa plusvalía. No hay capitalismo sin
trabajo asalariado, y menos aun puede pensarse en un capitalismo pujante
con tasas de desempleo crónico, con un empobrecimiento creciente de
todas las clases trabajadoras y los jubilados, y perspectivas nulas de
trabajo para los jóvenes como las actuales.
Si los partidos políticos tradicionales "no quieren ver" esta situación,
porque están aliados con la oligarquía financiera y los monopolios de
los grandes medios de comunicación, como dice el analista Max Keiser
(5), los jóvenes y menos jóvenes indignados y por indignarse están
empezando a verla muy claramente, como lo expresan sus frases en las
recientes manifestaciones en España: "Tu 'Botín', mi crisis";
"Democracia ¿dónde estás?"; "Esta crisis no la pagamos"; "Zapatero,
lacayo de los banqueros";"Contra la privatización de los servicios
públicos"; "Tejiendo barrios, cambiando el presente"; "Manos arriba esto
es un contrato"; "La patronal nos quiere esclavizar"; "¿Izquierda o
derecha? Este país está envejecido. Busquemos una alternativa"; "Un
banquero se balanceaba sobre la burbuja inmobiliaria..."; "Se vende:
Estado del Bienestar": "Pienso, luego me indigno"; "Me gustas cuando
votas, porque estás como ausente", "Sin vivienda no hay viviendo", "Se
alquila esclavo económico", "Rebeldes sin casa", "Sin miedo habrá
futuro", "Más educación, menos corrupción".
La Vèrdiere, Francia
- Alberto Rabilotta es periodista argentino.
Notas:
1.- http://www.usatoday.com/news/nation/2010-12-28-1Ajobless28_ST_N.htm
2.- http://www.shadowstats.com/alternate_data/unemployment-charts
3.- http://krugman.blogs.nytimes.com/2011/07/02/cash-is-not-the-problem/
5.- http://maxkeiser.com/tag/keiser-report/
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