jueves, 11 de julio de 2013

[alai-amlatina] Mercosur, Unasur y la indecisión del Brasil

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Mercosur, Unasur y la indecisión del Brasil

Atilio Boron

ALAI AMLATINA, 11/07/2013.- Las últimas semanas fueron pródigas en
acontecimientos reveladores de los alcances de la contraofensiva
desplegada por Washington a los efectos de dinamitar los diversos
procesos integracionistas en marcha en Latinoamérica. Hoy por hoy el
Mercosur y la Unasur son los blancos más obvios, pero la CELAC está
también en la mira y en cuanto demuestre una mayor gravitación en los
asuntos del hemisferio será también ella objeto de los más encarnizados
ataques. Una de las armas más recientemente pergeñadas por la Casa
Blanca ha sido la Alianza del Pacífico, engendro típico de la
superpotencia para movilizar a sus peones al sur del Río Bravo y
utilizarlos como eficaces "caballos de Troya" para cumplir con los
designios del imperio. Otra alianza, la "mal nacida" según el insigne
historiador y periodista argentino Gregorio Selser, la inventó a
comienzos de los sesentas del siglo pasado John F. Kennedy para destruir
a la Revolución Cubana. Aquella, la Alianza para el Progreso, que en su
momento dio pábulo a algunos pesimistas pronósticos entre las fuerzas
anti-imperialistas, fracasó estrepitosamente. La actual no parece
destinada a correr mejor suerte. Pero derrotarla exigirá, al igual que
ocurriera con su predecesora, de toda la firmeza e inteligencia de los
movimientos sociales, las fuerzas políticas y los gobiernos opuestos –en
diversos grados, como es evidente al observar el panorama regional- al
imperialismo. Flaquezas y debilidades políticas y organizativas unidas a
la credulidad ante las promesas de la Casa Blanca, o las absurdas
ilusiones provocadas por los cantos de sirena de Washington, señalarían
el camino de una fenomenal derrota para los pueblos de Nuestra América.

En este sentido resulta más que preocupante la crónica indecisión de
Brasilia en relación al papel que debe jugar en los proyectos
integracionistas en curso en Nuestra América. Y esto por una razón bien
fácil de comprender. Henry Kissinger, que a su condición de connotado
criminal de guerra une la de ser un fino analista de la escena
internacional, lo puso de manifiesto cuando, satisfecho con el
realineamiento de la dictadura militar brasileña luego del derrocamiento
de Joao Goulart, acuñó una frase que hizo historia. Sentenció que "hacia
donde se incline Brasil se inclinará América Latina". Esto ya no es tan
cierto hoy, porque la marejada bolivariana ha cambiado el mapa
sociopolítico regional para bien, pero aun así la gravitación de Brasil
en el plano hemisférico sigue siendo muy importante. Si su gobierno
impulsara con resolución los diversos procesos integracionistas
(Mercosur, Unasur, CELAC) otra sería su historia. Pero Washington ha
venido trabajando desde hace tiempo sobre la dirigencia política,
diplomática y militar del Brasil para que modere su intervención en esos
procesos, y se ha anotado algunos éxitos considerables. Por ejemplo,
explotando la ingenua credulidad de Itamaraty cuando desde Estados
Unidos se les dice que va a garantizar para Brasil un asiento permanente
en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mientras la India y
Pakistán, (dos potencias atómicas) o Indonesia (la mayor nación
musulmana del mundo) y Egipto, Nigeria (el país más poblado de África) y
Japón y Alemania, sin ir más lejos, tendrían que conformarse con
mantener su status actual de transitorios miembros de ese organismo.
Pero otra hipótesis dice que tal vez no se trate sólo de ingenuidad,
porque la opción de asociarse íntimamente a Washington seduce a muchos
en Brasilia. Prueba de ello es que pocos días después de asumir su
cargo, el actual canciller de Dilma Rousseff, Antonio Patriota, otorgó
un extenso reportaje a Paulo Cesar Pereira, de la revista Veja. La
primera pregunta que le formulara el periodista fue la siguiente: "En
todos sus años como diplomático profesional, ¿qué imagen se formó de
Estados Unidos?" La respuesta fue asombrosa, sobre todo por provenir de
un hombre que se supone debe defender el interés nacional brasileño y, a
través de las instituciones como el Mercosur, la Unasur y la CELAC,
participar activamente en promover la autodeterminación de los países de
los países del área: "Es difícil hablar de manera objetiva porque tengo
una involucración emocional (¡sic!) con los Estados Unidos a través de
mi familia, de mi mujer y de su familia. Existen aspectos de la sociedad
americana que admiro mucho."(1)

Lo razonable hubiera sido que se le pidiera de inmediato la renuncia por
"incompatibilidad emocional" para el ejercicio de su cargo, para decirlo
con delicadeza, cosa que no ocurrió. ¿Por qué? Porque es obvio que
coexisten en el gobierno brasileño dos tendencias: una, moderadamente
latinoamericanista, que prosperó como nunca antes bajo el gobierno de
Lula; y otra que cree que el esplendor futuro del Brasil pasa por una
íntima asociación con Estados Unidos y, en parte, con Europa, y que
recomienda olvidarse de sus revoltosos vecinos. Esta corriente todavía
no llega a ser hegemónica al interior del Palacio del Planalto pero sin
duda que hoy día encuentra oídos mucho más receptivos que antes.

Este cambio en la relación de fuerzas entre ambas tendencias salió a luz
en numerosas ocasiones en los últimos días. Pese a ser uno de los países
espiados por Estados Unidos, y a que Brasilia dijera que el hecho era
"extremadamente grave" tras cartón se hizo público que no se le
asignaría asilo político a Edward Snowden, quien denunció la gravísima
ofensa inferida al gigante sudamericano. Otro: la muy lenta reacción de
la presidenta brasileña ante el secuestro del que fuera víctima Evo
Morales la semana pasada: si los presidentes de Cuba, Ecuador, Venezuela
y Argentina (amén del Secretario General de la Unasur, Alí Rodríguez) se
tardaron apenas unos pocos minutos luego de conocida la noticia para
expresar su repudio a lo ocurrido y su solidaridad con el presidente
boliviano, Rousseff necesitó casi quince horas para hacerlo. Después,
inclusive, de las duras declaraciones del mismísimo Secretario General
de la OEA, cuya condena se conoció casi en coincidencia con la de los
primeros. Conflictos y tironeos al interior del gobierno que aduciendo
un inverosímil pretexto (las masivas protestas populares de los días
anteriores, ya por entonces apagadas) impidieron que la mandataria
brasileña no asistiera al encuentro de presidentes que tuvo lugar en
Cochabamba, una ciudad localizada a escasas dos horas y media de vuelo
desde Brasilia, debilitando el impacto global de esa reunión y, en el
plano objetivo, coordinándose con la estrategia de los gobiernos de la
Alianza del Pacífico que, como lo sugiriera el presidente Rafael Correa,
bloquearon lo que debió haber sido una cumbre extraordinaria de
presidentes de la Unasur.

Para una América Latina emancipada de los grilletes neocoloniales es
decisivo contar con Brasil. Pero ello no será posible sino a cuentagotas
mientras no se resuelva a favor de América Latina el conflicto entre
aquellos dos proyectos en pugna. Esto no sólo convierte a Brasil en un
actor vacilante en iniciativas como el Mercosur o la Unasur, lo que
incide negativamente sobre su gravitación internacional, sino que lo
conduce a una peligrosa parálisis en cruciales cuestiones de orden
doméstico. Por ejemplo, a no poder resolver desde el 2009 dónde adquirir
los 36 aviones caza que necesita para controlar su inmenso territorio, y
muy especialmente la gran cuenca amazónica y sub-amazónica, a pesar del
riesgo que implica dilatar la adquisición de las aeronaves aptas para
tan delicada tarea. Una parte del alto mando y la burocracia política y
diplomática se inclina por un re-equipamiento con aviones
estadounidenses, mientras que otra propone adquirirlos en Suecia,
Francia o Rusia. Ni siquiera Lula pudo zanjar la discusión. Esta absurda
parálisis se destrabaría fácilmente si los involucrados en la toma de
decisión se formularan una simple pregunta: ¿cuántas bases militares
tienen en la región cada uno de los países que nos ofertan sus aviones
para vigilar nuestro territorio? Si lo hicieran, la respuesta sería la
siguiente: Rusia y Suecia no tienen ni una; Francia tiene una base
aeroespacial en la Guayana francesa, administrada conjuntamente con la
OTAN y con presencia de personal militar estadounidense; y Estados
Unidos tiene, en cambio, 76 bases militares en la región, un puñado de
ellas alquiladas a -o co-administradas con- terceros países como el
Reino Unido, Francia y Holanda. Algún burócrata de Itamaraty o algún
militar brasileño entrenado en West Point podría aducir que esas se
encuentran en países lejanos, que están en el Caribe y que tienen como
misión vigilar a la Venezuela bolivariana. Pero se equivocan: la dura
realidad es que mientras ésta es acechada por 13 bases militares
norteamericanas instaladas en sus países limítrofes, Brasil se encuentra
literalmente rodeado por 23, que se convierten en 25 si sumamos las dos
bases británicas de ultramar con que cuenta Estados Unidos –vía la OTAN-
en el Atlántico ecuatorial y meridional, en las Islas Ascensión y
Malvinas respectivamente. De pura casualidad los grandes yacimientos
submarinos de petróleo de Brasil en encuentran aproximadamente a mitad
de camino entre ambas instalaciones militares.(2)

Ante esta inapelable evidencia, ¿cómo es posible que aún se esté dudando
a quién no comprarle los aviones que el Brasil necesita? La única
hipótesis realista de conflicto que tiene ese país (y toda América
Latina, digámoslo de paso) es con Estados Unidos. En esta parte del
mundo hay algunos que pronostican que el enfrentamiento será con China,
ávida por acceder a los inmensos recursos naturales de la región. Pero
mientras China invade la región con un sinnúmero de supermercados,
Washington lo hace con toda la fuerza de su fenomenal músculo militar,
pero rodeando principalmente a Brasil. Y, por si hiciera falta George W.
Bush reactivó también la Cuarta Flota (¡en otra de esas grandes
"casualidades" de la historia!) justo pocas semanas después que el
presidente Lula anunciara el descubrimiento del gran yacimiento de
petróleo en el litoral paulista. Pese a ello persiste la lamentable
indefinición de Brasilia. ¿O es que ignoran sus dirigentes las
enseñanzas de la historia? ¿No sabían que John Quincy Adams, el sexto
presidente del país del Norte, dijo que "Estados Unidos no tiene
amistades permanentes, sino intereses permanentes"? ¿Desconocen los
funcionarios a cargo de estos temas que ni bien el presidente Hugo
Chávez comenzó a tener sus primeros diferendos con Washington, la Casa
Blanca dispuso el embargo a todo envío de partes, repuestos y renovados
sistemas de aeronavegación y combate para la flota de los F-16 que tenía
Venezuela, misma que por eso mismo quedó inutilizada y tuvo que ser
reemplazada? No hace falta demasiada inteligencia para imaginar lo que
podría ocurrir en el para nada improbable caso de que se produjera un
serio diferendo entre Brasil y Estados Unidos por la disputa del acceso
a, por ejemplo, algunos minerales estratégicos que se encuentran en la
Amazonía; o al petróleo del "pre-sal"; o, el escenario del "caso peor",
si Brasilia decidiera no acompañar a Washington en una aventura militar
encaminada a producir un "cambio de régimen" en algún país de América
Latina y el Caribe, replicando el modelo utilizado en Libia o el que se
está empleando a sangre y fuego en Siria. En ese caso, la represalia que
merecería el "aliado desleal", en ese hipotético caso el Brasil, que
renuncia a cumplir con sus compromisos sería la misma que se le aplicara
a Chávez, y Brasil quedaría indefenso. Ojalá que estas duras realidades
pudieran comenzar a discutirse públicamente y que esa gran nación
sudamericana pueda comenzar a discernir con claridad donde están sus
amigos y quiénes son sus enemigos, por más que hoy se disfracen con una
piel de oveja. Esto podría poner término a sus crónicas vacilaciones.
Ojalá que la reunión de hoy del Mercosur en Montevideo y la próxima de
la Unasur puedan convertirse en las ocasiones propicias para esta
reorientación de la política exterior del Brasil.

- Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a
Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio
Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar Twitter:
http://twitter.com/atilioboron
Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=596730002

(Una versión reducida de esta nota se publica en Página/12 de Buenos Aires)

Notas:
(1) Ver la entrevista completa en
http://www.politicaexterna.com/17260/entrevista-de-antonio-patriota-para-a-veja#ixzz2YlP9rhdn

(2) Sobre este tema ver el imprescindible estudio de TelmaLuzzani,
"Territorios Vigilados. Como opera la red de bases militares
norteamericanas en Sudamérica" (Buenos Aires: Debate, 2012). El tema
también se examina en nuestro "América Latina en la Geopolítica del
Imperialismo" (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012)


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